Rulfo como Pancho Villa

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La mayoría de las personas conocen al Juan Rulfo escritor, hombre de rostro cansado, sintaxis casi perfecta y autor de las dos obras más representativas de la literatura jalisciense en el mundo entero. Conocemos, pues, un Rulfo que es ídolo y estatua, pero nos olvidamos de que todo autor fue primero un ser humano. Es de este otro Juan Rulfo, que casi nadie conoce, de quien habla Fabiola Ruiz en su nuevo libro, De Sayula al Olimpo.
La breve presentación del libro tuvo lugar el día miércoles 14 de mayo a las 21:00 horas en la terraza de Casa Vallarta, y vino acompañada de un pequeño convite. Según explicó Fabiola Ruiz durante el evento, la gestación de su proyecto comenzó hace más de 15 años cuando ella, por motivos académicos, decidió dedicar parte de su tiempo a entrevistar a ancianos de Sayula que habían conocido a los antepasados de Rulfo. A partir de allí su trabajo tomaría un nuevo rumbo que le daría acceso a una amplia cantidad de material fotográfico relacionado con la vida personal del autor, y le facilitaría al mismo tiempo las anécdotas directas de una buena amiga de Rulfo, su fotógrafa personal, Daisy Archer.
La fotógrafa mantuvo con Rulfo una relación tan cálida y cercana que incluso se ha llegado a insinuar como carnal y amorosa, hecho que tanto Fabiola Ruiz como la misma Daisy Archer no dudan en negar. Allende a la veracidad de los rumores, lo que la fotógrafa y amiga de Rulfo sí pudo lograr fue capturar una faceta del autor que era desconocida para casi todos, incluso para la propia familia Rulfo. La línea central del libro de Ruiz gira, pues, en torno a las piezas más importantes de Archer, y sobretodo alrededor de aquellas que fueron tomadas luego de que Francisco Rodón, un reconocido pintor, decidiera realizar un retrato de Rulfo en el estudio de José Luis Cuevas, lugar donde Archer disparó las primeras fotografías.
“Obviamente hubo entre Daisy y Rulfo una gran atracción”, relata Fabiola Ruiz a la audiencia del evento, “pero Rulfo estaba pasando en aquellos momentos por una etapa de depresión muy fuerte. Entonces se dio entre ellos una especie de juego con la fotografía […] Estamos hablando de un Rulfo que se deja retratar en blanco y negro, que sostiene a una muñeca mutilada entre las manos, que se pone una capa, que está de acuerdo en ir a una casa deshabitada donde los dos empiezan a ver cómo es la luz. En fin, hay toda una colaboración entre el modelo y el fotógrafo”.
El parto de este libro, explicó Fabiola Ruiz, fue todo menos sencillo. La autora criticó la falta de apoyo que recibió por parte de la Fundación Juan Rulfo para con el material fotográfico, cuya importancia fue cardinal para cimentar las bases del libro. “Esta figura que ya se da desde los paratextos y que sigue con toda esta cooperación de Rulfo como modelo, nos va dando toda esa imagen del Rulfo autor”, nos dice la autora cuando explica la esencia de su obra, “pero pasa que también ese hombre que nos quiere dejar esa imagen de sí huraño y metido en los libros en esos momentos de colaboración con Cuevas, con Rodón y con Daisy Archer, se pone un sombrero de Pancho Villa en la cabeza, se muere de risa y permite que lo tomen en esas poses. Yo entiendo esto como una manera de querer quebrar su propia imagen y de decir ‘que no me conviertan en una estatua, yo soy un hombre’”.

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