Segunda parte

Musgo en la piedra: Umbrío.
Solo: absorto en la eternidad.
Silencio… Silencio… Silencio…

Había iniciado así la Dra. Estefanía Lugo Alponte, leyendo un fragmento del Sueño #15 de Laboratorio de sueños. Y luego, con otra voz, citó con ritmo sosegado: otros tramos del libro de Esteban Lugo:

Nada era suave para la piel del pensamiento. Le dolía tocar con los ojos las formas de las realidades contrarias. A cada paso las voces, el tallón inesperado de ciertas risas, el peso de las sombras, el peso de los años en el cuerpo, y la belleza que lo hacía padecer la muerte anticipada, el suicidio que en el inconsciente había ocurrido tiempo atrás.

Soñar y despertar a medianoche en un cuarto de hotel, en una ciudad lejos de la infancia, lejos de la normalidad en que estaban ocurriendo los días. Recordar fragmentos de sueños, y quedarse quieto en la cama, escuchando, respirando con tristeza y con miedo, tocando con el pensamiento la fría y áspera oscuridad. 

Estefanía Lugo detuvo la lectura y buscó con la mirada al hombre del sombrero. Allí estaba él sobre la silla tubular, con la cara un poco desdibujada por la sombra. Cerró Laboratorio de sueños y abandonó el libro sobre la gamuza del mantel. Enseguida extrajo una tablet plateada del bolso que había estado arrumbado sobre la mesa, y leyó en la pantalla, a modo de atril:

Laboratorio de sueños es un entramado de sensaciones inexplicables. Son espacios oníricos que recorremos acompañados por fuerzas inquietantes, oscuras, y nos asombramos al vernos sorprendidos por destellos que obligan a detenernos en varios momentos. En sus páginas hay una clara resistencia para dibujar caminos rectos e itinerarios con propósitos claros y precisos. Son figuras discursivas delirantes que luchan por atraer las extrañas realidades en las que deambulan el inconsciente y la irracionalidad. Son ensayos narrativos que escapan del discurso aleccionador. Antes bien, en ellos podemos localizar escenarios propicios para la reflexión y el análisis. Son escenarios donde nosotros acabamos siendo parte de esos extraños momentos.

“Considero que Esteban Lugo ha debido explorar los universos que suceden bajo estados alterados de consciencia, donde el vivir cobra las dimensiones de lo insólito.

“Pero también, podemos encontrar en algunos de sus textos el ejercicio mental expuesto en cuadros descriptivos que nos acercan a padecer algunas experiencias dolorosas en absoluto extraordinarias. Son experiencias en las que muy bien podemos reconocernos.

“Cito:

El cuerpo un templo, y en el corazón las voces que indican rutas, tiempo y velocidad para desplazar algunos rencores. En la bóveda del cuerpo, pintados con formas sobrepuestas, los pensamientos hospedan las penas de la vida y el terror que representa la muerte.

La sangre que corre por las venas como ríos de vida.

Los recuerdos borrándose con el paso de los días y las noches: manto de olvido muerte.

Futuro que se trenza de zozobra y desconocimientos. Futuro de pánico con temblores de ansiedad y asco […]

El niño en su primera caída.

En la cara de la niña, la primera bofetada de mamá.

Una herida en la mano y en la boca. Cicatriz hecha con el filo de la banqueta en los labios.

Una pregunta que jamás sería respondida: “¿Por qué?”, para calmar el dolor de la niña.

El niño que se levanta con dedos rotos y la boca reventada. Sangrante. Sin voz para gritar la herida en plena tarde.

La niña en el rincón de su habitación, llorosa, sobando la mejilla, mientras la tarde se hace noche.

El niño que duerme con la mano colgando en el filo de la cama, donde flotan los dedos rotos entre la luz y la sombra. Los labios hinchados, pegados con sangre seca […]

“La asimilación que se hace del cuerpo -aclaró la Dra. Estefanía Lugo Alponte- tiene y funciona como un espacio donde el misterio de pensar y de vivir, de pensar y de morir, remiten a las sensaciones de lo irracional. Como en todo recuerdo, en él la interrupción y la desviación, como mecanismos de aseguramiento, producen eso que podríamos llamar momentos de aprendizaje social.

“Es por estos recuerdos que la historia inicia con el dolor de ser y de estar en el mundo:

Ser como un niño.

Ser como una niña.

Y entre una y otro, la diferencia en que el dolor cobra existencia en el cuerpo.

“Ambos personajes son atraídos desde los recuerdos originados en una etapa en que se confunden realidad y sueño, vida e inconsciente, con una historia que se insinúa bajo condiciones familiares distintas.

“Una historia proveniente de espacios grises. Sin tiempo preciso. En consecuencia, lo que en ellos se dice ha de pasar por los filtros de una traducción simbólica y de heteroglosias múltiples”.

Terminó diciendo la Dra. Estefanía Lugo Alponte.

Como había ocurrido antes, el escritor había estado ausente, doblado sobre el mantel de gamuza negra. Fueron los aplausos del público los que hicieron que levantara el torso y girara la cabeza de un lado a otro del escenario, como para comprobar dónde se encontraba.

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