Werner Herzog. El viaje del avispón

Vive para ir en contra de su propio mito. Filma para explicar la Naturaleza, el hombre, el arte, la realidad... Cineasta sui géneris, su homenaje y la casi total retrospectiva de su obra en el Festival Internacional de Cine en Guadalajara, han sido todo un acontecimiento. Aquí, el hombre que amenazó a Klaus Kinski con una escopeta y lo obligó a convertirse –como él mismo– en inmortal

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Foto: Jorge Alberto Mendoza

Werner Herzog se sienta, resignado, al otro lado del sillón: “Lo siento, es el jet lag”, dice. Está a la mitad de su itinerario: Los Ángeles-Londres-México-Medio Oriente-Los Ángeles. “Aceptémoslo, no es nada productivo moverse de un lado a otro del planeta. Los seres humanos no estamos hechos para eso. Quizá puedes acostumbrarte a despertar de repente con una diferencia de huso de once o doce horas, pero además están los choques culturales; el problema es aterrizar en una cultura totalmente diferente. Con todo, siempre que vengo a México, no importa de cuán lejos, encajo muy rápido. Porque de algún modo, en mi corazón, México me es familiar”.

¿Por qué?
Pues, porque soy Bávaro.
Es difícil de explicar lo que puntualiza Herzog, pero la gente de Baviera tiene una noción de nacionalidad propia. Aunque constitucionalmente son tan alemanes como cualquier otro, también constitucionalmente su territorio es un Estado libre. Les enorgullecen Brecht, Mann, Heisenberg, Strauss (Richard y Levi), la weißwurst o salchicha blanca, la ley de la pureza que aún siguen sus cerveceros y una zona en el Sur que linda con los Alpes, donde Herzog pasó su infancia sin agua potable ni televisión: todas sus biografías remarcan que no habló por teléfono sino hasta la edad de 17 años.

“Es una cultura aparte dentro de Alemania”, dice Herzog, “como los escoceses, por ejemplo, o los irlandeses; supongo que los irlandeses se adaptan a México con mayor facilidad que los anglosajones”.

Le cuento sobre el batallón de San Patricio. Asiente con la cabeza. Debe referirse a la religión: en Baviera, lo mismo que en Irlanda, la población es mayormente católica. En palabras de Arthur Rimbaud: “Es la ejecución del catecismo. Soy esclavo de mi bautismo”. Debe referirse al indeleble sustrato mitológico y conceptual que a la edad de once o trece años lo sumergió en una etapa mística que ahora tiene más que superada, según contó un día antes en la conferencia magistral de Talent Campus, uno de los programas académicos del Festival Internacional de Cine en Guadalajara, del cual fue invitado de honor y uno de los principales homenajeados este año. “Padre, madre, han hecho mi desgracia y la de ustedes. ¡Pobre inocente! El infierno no puede atacar a los paganos”, continúa Rimbaud.

* * *

La noche cae a través de las ventanas. El rostro fatigado y sin afeitar de Herzog sonríe apenas después de una ronda de entrevistas estrechamente seleccionadas. La mía comienza cuando la agenda debería haber terminado, me dice luego uno de los centinelas que no ha dejado de rondar la sala mientras las preguntas iban y venían -incesantes- desde la tierna tarde. Todos hablan en susurro, como si la devoción que Werner Herzog impone a su equipo cuando está filmando se hubiera trasladado a este sillón negro de gamuza: tiene prohibido hablar en alta voz y usar teléfonos celulares en un perímetro de unos veinte metros, sin importar si la lente está en uso o reposando, dice.

Pero también ha dicho, en el octavo punto de los doce que conforman el manifiesto de su Rogue Film School, que es conveniente para el cineasta aprender el arte de las ganzúas, de la falsificación, tácticas de guerrilla y autosuficiencia, la neutralización de la burocracia.

¿Cómo se siente entre tanto protocolo?
No me molesta en lo absoluto cuando tiene sentido. Cuando tienes un auditorio como ayer, de unas 400 personas, tiene que haber cierto… no soy un maniaco del orden, pero si no tuvieras un control sobre el acceso y todos decidieran falsificar su boleto, el lugar se desbordaría y no podrías terminar nunca el evento. La burocracia es comprensible entonces, pero cuando se vuelve redundante es cuando me hago a un lado, es cuando tienes que hacer lo que sea que tengas que hacer para seguir adelante.

“Rogue” significa “pillo”. En el texto Herzog es tajante. Tiene frases contundentes e inspiradoras como: “Se impondrá la censura. No se hablará de chamanes, lecciones de yoga, valores nutricionales, tés herbales, el descubrimiento de tus límites ni de crecimiento interior”, o “Sigue tu visión. Forma células de pillos en todas partes. Al mismo tiempo, no temas a la soledad”.

En otra parte, cuestionado sobre su escuela de cine soñada, había respondido que si pudiera, haría practicar boxeo dos horas cada noche a todos sus estudiantes. Pero hablando en este sillón, Herzog es un hombre de matices: “Creo que es bueno que la gente que hace cine haga algo físico. Si miras la historia del cine te darás cuenta de que los cineastas son frecuentemente personas atléticas. Es extraño, esto no pasa entre los músicos o los escritores”.

¿Tiene usted alguna rutina de ejercicio?
No. Soy demasiado perezoso para esas cosas. Pero he practicado cosas como futbol o skyflying. Y pienso que los deportes de contacto son importantes porque implican valentía física, y todo esto es útil cuando haces una película. Pero no pongamos demasiada atención en este punto. Simplemente pienso que un cineasta no debe desatender su físico. Fin de la historia.

Me pregunto si él era una de las monjas que se lanzan desde una avioneta para probar su fe y realizar el milagro de aterrizar intactas sin más paracaídas que Dios en la película de Harmony Korine Mr. Lonely (2007), donde Herzog hace el papel de un sacerdote que contesta a las dudas de otro, presbítero incrédulo, sobre este prodigio con un diálogo inolvidable:

Nosotros aquí, en la nación rota, estamos cansados y amoratados. Hemos sido olvidados, solos, sin nada. Hemos sido abandonados. Somos como el vómito en la calle afuera de un bar de mala muerte. Hemos sido relegados al fondo del barril y todas nuestras nociones de entendimiento y amor parecen haberse desvanecido para siempre. Si queremos sobrevivir tenemos que ser como los animales, tenemos que renunciar a toda idea de civilidad y entendimiento. ¿Cómo es posible que una monja pueda volar? ¿Cómo es posible que caiga de un avión y aterrice ilesa? Pero ¿quiénes somos nosotros? ¿Quiénes somos para hacer mofa de algo así? ¿Quiénes somos para dudar de tales milagros? ¡Ah, infortunio! No somos más que mendigos en la alcantarilla, aquí en la nación rota. Pero un poco de fe puede llevarnos lejos, muy lejos.

¿Qué lo lleva a ser un día actor, el siguiente escritor, luego guionista, director de cine e incluso de ópera?
Bueno, es como es. Simplemente como llegan las cosas. Un eslalon salvaje a través de la vida. En lo que respecta a la ópera, sin embargo, nunca ha sido voluntario. Siempre me han arrastrado a ello por los pelos y los pies. Ya estando dentro me ha encantado, pero nunca me he ofrecido a hacerlo. Recuerdo mi primera ópera, en Polonia: me estaban invitando y yo contesté “No, no es mi materia. Es un mundo diferente”. Esto ocurría en la trastienda. Era un día normal de trabajo, había tramoyistas y electricistas yendo y viniendo, yendo y viniendo por el escenario. De repente, 20 electricistas y 15 tramoyistas se acercan y me rodean y me dicen: “No te vas de aquí. …”electricistas y tramoyistas, …”. No te vas de aquí a menos que firmes un contrato”. Era un círculo sólido de hombres sólidos. Me tenían atrapado y me estaban diciendo que me querían ahí, en su mundo. Entonces me dije “Carajo. Sí, es mejor que firme”. Y fue un gran placer trabajar con ellos, pero es un mundo absolutamente diferente: tienes que olvidarte por completo de que has hecho cine alguna vez. Si tratas de aplicar métodos cinematográficos en el modo de ver las cosas, fracasarás instantáneamente. No sólo son lenguajes diferentes sino criaturas diferentes de principio a fin, diferentes especies. Por eso jamás han prosperado los intentos de hacer una película con base en una ópera, incluyendo a Zeffirelli, incluyendo a Bergman, incluyendo a quién sea. No entendieron que no puedes casar perro con gato, van a pelearse.

Así es que nunca ha sido iniciativa propia, después de 25 montajes…
No, nunca. No. Pero he llegado a considerar escribir un libreto. Ya veremos.

¿Y qué me dice de sus libros?
He publicado algunos de los diarios que he escrito mientras viajo a pie, de hecho escribí un libro sobre caminar en hielo. No son diarios factuales, no son como la bitácora de un barco sino fantasías, visiones, poesía y lo que sea, no un recuento de hechos.

“Como éste”, digo y señalo Conquista de lo inútil en una bonita edición barcelonesa que me han encargado llevar para que la autografíe. “Sí, ése está basado en diarios pero apenas menciona el rodaje de Fitzcarraldo. Es sobre todo un delirio febril en medio de la jungla, y poesía, y catástrofes ficticias, porque pasaron tantas que empecé a inventarme otras terribles sólo para evitar que realmente ocurrieran”.

* * *

“Pregúntale sobre Klaus Kinski”. La orden había sido clara. Cuando piensas demasiado una entrevista, cuando estás demasiado forzado a hacer una “entrevista” se vuelve casi imposible entablar un diálogo. Con alguien como Werner Herzog esto no tiene demasiada importancia: es un hombre bastante capaz de fluir en un soliloquio tan florido que transcribirlo es lo único que hay que hacer. Pero esto me molesta.

-”Este noviembre se cumplen ya 20 años de que el señor Kinski no está con nosotros
-”¿Cuánto?
-”20 años, acabo de revisar el dato en internet…
-”¿De verdad? Estoy sorprendido. No sabía que era tanto tiempo. Últimamente no tengo una noción del tiempo muy clara: algo que hice hace 20 años a veces me resulta más presente que algo que hice la semana pasada. Es extraño, este desfasamiento. Pensé que serían unos 12 o 13 años, quizás.

-”Bueno, usted ha hecho este documental, My best friend
-”My best fiend, no My best friend. Debes haber leído mal. “Find” es una palabra muy profunda. En inglés antiguo, en inglés medieval significaba algo así como “enemigo”. Pero en su uso moderno significa… “fiendish”… Tienes que buscarlo en un buen diccionario… “fiendish” significa algo así como “devilish”. “Fiend” es el diablo.

-”Sí, leí mal. Lo siento. Ya me parecía sospechoso, porque el título en español es Mi enemigo íntimo.
-”Sí, enemigo [dice esto en español] es más correcto. Porque no es una película sobre Kinski ni sobre mí, es una película sobre nuestra relación, sobre la relación creativa entre dos hombres.
-”La pregunta es ¿Siente usted que ya lo ha dicho todo en esa película? Todo con respecto a Kinski…
– ”No. No lo he dicho todo. En lo que respecta a hacer cine sí, creo que cubre todos los puntos esenciales en cierto modo, pero hay cosas que no diré… fácilmente… hay cosas que escucharás mucho después. Que quizás nadie quisiera escuchar siquiera.
-”¿Le parece que hay cosas que deberían permanecer en silencio?
-”Sí, en cierta consideración, sí. Y mantengo silencio sobre ciertas cosas. Hay cosas que lo mostrarán bajo una nueva luz. No tiene nada que ver conmigo. Recientemente he recibido muchas cartas de mujeres que estuvieron en contacto con él y en verdad es lúgubre lo que escucho.
-”¿Por qué cree que recurren a usted?
-”No sé. Tal vez buscan refugio y consuelo. No sé. En los últimos ocho o diez años he recibido muchos contactos y cartas de mujeres. Esto no tiene ninguna conexión con nuestro trabajo en el cine, mío y de Kinski. Pero me buscan.
-”Esto me recuerda una pregunta que usted le hace a Jewel Palovak en Grizzly Man. Usted le pregunta si no se siente como la viuda de Treadwell. Claro, usted no puede de ningún modo ser “viudo” de Kinski, pero quizás sentirse, no sé, ¿como su heredero?
-”¡Ja, ja! No, claro que no podría ser su viudo porque nunca estuve casado con él. ¡Ja, ja! ¡Gracias a Dios! Tampoco su heredero: su heredero es su hijo y quizás sus hijas. No, no. Estas mujeres vienen a mí con historias que no tienen nada que ver conmigo, sobre cosas que me son completamente ajenas… Pero extrañamente vienen a mí. Extrañamente.
-”¿Piensa hacer algo con ese material?
– ”No. Eso debe permanecer enterrado en mi corazón.

* * *

Como la de Klaus Kinski, muchas otras leyendas rodean la figura de Werner Herzog. Como el viaje que hizo a pie desde Múnich hasta París. Como el zapato hervido durante cinco horas que se comió cuando Errol Morris filmó al fin su ópera prima, algo que jamás pensó llegaría a ocurrir. Como los disparos con un rifle de aire que vio venir hacia sí con toda tranquilidad durante una entrevista en la BBC, la cual no interrumpió por semejante fruslería. Como la ocasión en que tuvo que confiscar el encendedor de Joaquin Phoenix cuando éste trataba de prender un cigarro mientras goteaba gasolina de su auto recién volcado por mera imprudencia y exceso de velocidad, justo antes de sacarlo arrastrando, llamar una ambulancia e irse de ahí.

“Yo no he creado esas leyendas. Son simples cosas que han pasado, punto. No tienen por qué hacerse leyendas alrededor de ellas”, responde Herzog, impaciente. “No me importan. No son mi problema, no son asunto mío. Sé también que hay varias páginas de internet, de Facebook y Twitter que claman ser yo pero no lo son. Nunca tendré un perfil de Facebook ni de Twitter. Pero sé que hay imitadores ahí fuera, imitadores de mi voz fingiendo ser yo. Impostores. Doppelgí¤ngers. Está bien. Esos clones y duplicados inventados que no tienen ninguna relación conmigo están bien, qué importa. Los considero incluso como un círculo de guardaespaldas. Déjenlos ser. No es mi problema”.

Pero en sus películas sí que aparece: no sólo como actor sino como usted mismo, y no sólo en el cuadro sino diciendo sus opiniones y reflexiones sobre el tema, las cuales son cardinales para todas sus películas…

La voz en off y todo eso.

Sí, y sobre todo en sus documentales, ¿no le preocupa para nada la objetividad?
No hago películas objetivas. No estoy en ese negocio. Si alguien quiere hacer eso, qué bueno, pero yo no. En Grizzly Man por ejemplo, incluso contradigo a Treadwell [Timothy, el protagonista]: sostengo una discusión con él. Si no te gusta, bueno, pero es esto lo que hace inusual esta película, el comentario. Hay en ello un cierto poder.

Con todo, usted no juzga a Treadwell. Es algo que admiro mucho en esa película.
No, no lo juzgo. Lo muestro en todas sus facetas. Es una persona muy compleja la que retrato, y todo está en sus grabaciones. No es mi objetivo hacer una valoración: respeto a Treadwell y de hecho le regalo el hacerlo la estrella de cine que siempre quiso ser; muestro sus mejores, sus más grandiosos momentos y le doy la música grandilocuente de los héroes, pero también muestro cuando está asustado, desgañitado, obsesivo, ególatra e incluso cuando es descortés y desagradable con las mujeres. Hay un montón de posibilidades. No se trata de un personaje lineal, es muy complicado y lo muestro con mucho respeto, pero esto no significa que no pueda alzar mi voz y decir que difiero con él, que la Naturaleza no es como se ve en las películas de Walt Disney, sentimentalizada y romántica. Yo digo que es hostil, caótica y asesina. Esto es lo que hace que la película esté viva, y creo que nunca he oído a nadie que tenga un problema con ello.

Claro, y yo no tengo ningún problema tampoco, sólo quería saber su aproximación a este asunto, pues, de la veracidad.
La verdad no existe en el cine. Olvídate de eso. Incluso los filmes que intentan ser ultra ortodoxos y objetivos faltan a la verdad. Tan sólo la posición de la cámara es ya un punto de vista. Y cómo editas, cómo seleccionas el material: la verdad no existe. Estoy en contra de los que tratan de ser invisibles como la mosca en la pared, yo quiero ser el avispón que apesta: ¡Somos cineastas, somos cineastas, somos contadores de historias!

 

TEXTO: VERÓNICA DE SANTOS

Premio Jalisco de Periodismo 2011 en la categoría de entrevista, publicada en el suplemento O2 Cultura, número 653, del 4 de abril de 2011.

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