El paradigma de dominación política en la UdeG

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Con mucho, la Universidad de Guadalajara (UdeG) ha sido paradigmática en varios aspectos. Fue la primera de las Universidades públicas estatales en organizarse en un sistema de Red, integrado por un conjunto de Centros Universitarios; fue una de las últimas en obtener legalmente su autonomía (aunque dicha condición siga sin llevarla en su nombre); la Feria Internacional del Libro que organiza anualmente es la más importante de habla hispana, y modelo a imitar por más de alguna otra institución nacional o de otros países; y, recientemente, sus indicadores de desempeño la acreditan como la mejor universidad pública estatal del país. Lo anterior, por mencionar algunos de sus más importantes logros institucionales.
Sin embargo, existe otro aspecto no institucional, sino más bien informal, que ha sido paradigmático y se ha tratado de reproducir o imitar, con relativo éxito, por otras universidades públicas mexicanas. Este es su “sistema político” (si es que cabe el término) de dominación, control, estabilidad o “gobernabilidad”, como ha sido invocado recientemente por algunos más sofisticados intérpretes de la realidad universitaria. Este es su sistema de hombres fuertes o “líderes morales” que data de 1953, cuando Carlos Ramírez Ladewig, por capricho logra destituir al Dr. José Barba Rubio de la Rectoría de la Universidad. Conseguido el propósito, Carlos Ramírez poco a poco fue tejiendo una red de complicidades al interior de la Universidad que con el tiempo le permitirían adquirir el control absoluto de la Institución. “El método usado para tal fin era –según narra José Barba Rubio– la metralleta y el soborno. Esas fueron las dos aportaciones de Carlos Ramírez a la Universidad”. Desde esa fecha hasta el 10 de septiembre de 1975 –cuando fuera asesinado en las calles de Guadalajara–, Carlos Ramírez fue el poder real dentro de la universidad: designaba Rectores y decidía a los presidentes de la FEG.
A partir de su muerte, y hasta 1989, su hermano ílvaro heredó parte de su poder en la universidad fungiendo como última instancia de decisión y compartiéndolo con el factor real de poder, el presidente de la FEG en funciones y, con el factor formal de poder, el Rector en turno.
Actualmente, en la Universidad de Guadalajara –al igual que en la de Colima y la del estado de Hidalgo– existe el llamado Grupo Universidad, del que su líder indiscutido es RPL, quien fuera Rector de la Casa de Estudios de 1989 a 1995, y a quien seis años después le sucediera por un sexenio en la Rectoría de la Universidad su hermano José Trinidad de los mismos apellidos. Esto último es lo que marca una diferencia con los anteriores dos hombres fuertes de la UdeG: Carlos nunca fue Rector ni tampoco designó a su hermano como tal; y su hermano ílvaro, si bien fue “líder moral” de la institución, jamás ocupó cargo formal alguno en la universidad.
Este hecho, y el dato de que RPL preside actualmente cerca de 30 organismos, fideicomisos, patronatos o fundaciones universitarias, y que es quien decide a su libre arbitrio quién será el Presidente de la Federación de Estudiantes Universitarios (sucesora de la desprestigiada FEG), quiénes serán los líderes formales de los sindicatos de Trabajadores Administrativos y de Académicos de la Universidad de Guadalajara y es quién tiene la última palabra en la decisión de quiénes serán los Rectores de los 14 centros universitarios temáticos y regionales que integran la Red Universitaria de la UdeG, hacen de él un auténtico factótum, entendido tal y como lo define la RAE: “Persona que desempeña en una casa o dependencia todos los menesteres”.
El actual modelo de dominación política al interior de la UdeG pudiera ser conceptualizado como “soviético”: tanto por la hegemonía absoluta que una sola corriente política tiene a su interior, como por el hecho de que bajo la égida central (RPL) se mantienen unidas las otras repúblicas (centros universitarios y el Sistema de Educación Media Superior, dominados por otros tres medianos caciques universitarios).
Establecidas así las cosas, a estas hay que llamarles por su nombre. El conflicto que actualmente se vive en la Universidad deriva de lo siguiente:
1. del hecho de que el actual Rector general no ha aceptado someterse a los acuerdos y decisiones (“gobernabilidad universitaria” como eufemísticamente le llaman algunos) del sanedrín en donde el Rector general es tratado como un primero por debajo de sus desiguales; 2. Porque el Rector general no ha aceptado seguir cumpliendo los caprichos presupuestales y financieros de RPL, quien insiste en que sus actividades culturales (festivales, ferias, conciertos y farándula) deben tener prioridad en la institución por encima del gasto destinado a docencia, investigación y ampliación de la matrícula.
Como no se ha sometido –sobre todo a las dos cuestiones enunciadas en el párrafo anterior– le han pedido su renuncia y amenazan con destituirlo. Por esto, la UdeG paradójicamente es una de las universidades más avanzadas institucional y académicamente del país, y al mismo tiempo tiene un sistema de control o dominación política de los más atrasados del México.
De llegar a ocurrir esto último, el precedente para las instituciones públicas de educación superior sería nefasto, y el daño en la institucionalidad sí que sería real. Una salida institucional a estas dos posturas encontradas consiste en que RPL acepte que las principales decisiones de la Institución ya no se toman en el sanedrín, sino en los Órganos Colegiados de Gobierno Universitario, aunque en ellos el Rector las pierda, por no contar con mayoría a su interior. Sin embargo, los corifeos de RPL tendrán que argumentar sus decisiones y responder ante la sociedad por sus consecuencias.
La solución en la UdeG no puede ser eliminar o cambiar a su más alta autoridad institucional para fortalecer a los “líderes morales”. La solución necesariamente pasa por el fortalecimiento de las estructuras institucionales. Esto debe quedar claro ya que no se trata de quitar a Raúl Padilla del poder real para que ahora el factótum de la institución fuera Carlos Briseño. De lo que se trata es de que por primera vez en sus últimos 55 años las autoridades institucionales de la UdeG y sus Órganos Colegiados de Gobierno ejerzan a cabalidad las atribuciones y facultades que la Ley les confiere. Nada más, pero tampoco nada menos.

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