Seres repetitivos

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    Hace unos días tomé una ruta de camión y durante el recorrido subieron dos niños (uno de nueve y el otro de seis años, aproximadamente). Una vez que se sentaron, me percaté de que reproducían fuertemente música en un celular (acción que suele ser común en el transporte público).
    Lo que atrajo mi atención no fue tanto el volumen, sino el tipo de música que escuchaban, que en mi opinión distaba de un género infantil e inocente.
    Esto, probablemente, es un ejemplo claro de que los niños fácilmente imitan las acciones y conductas del entorno en el que están inmersos, lo que reluce la carente formación de un carácter.
    La formación de un niño no concierne sólo a la familia. También está íntimamente relacionada con la escuela o el barrio.
    Estemos o no ligados a un ambiente en contacto directo con niños, hay una responsabilidad invisible de nuestra parte, con la que propiciamos o no la consolidación de seres íntegros.
    Invito a hacer una reflexión: ¿qué pretendemos? ¿Criar seres repetitivos o seres con identidad propia?

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