Escepticismo hacia la democracia

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Nunca en el mundo ha habido tanta desigualdad ni tanto descontento para con la clase política. Todo a pesar que en cuatro décadas se apostaron todas las cartas a fortalecer la globalización y la democracia. Sin embargo, las instituciones de desmoronan y pierden legitimidad, y hay un regreso del ultranacionalismo y la xenofobia en varios países, incluyendo a Estados Unidos.

Estas cuestiones fueron discutidas ampliamente en el tercer Coloquio de Invierno, que este año tuvo como tema central “Tiempos de repensar el orden político democrático, el orden económico global y el orden social actual”.

“Queremos repensar este orden político-democrático que empieza a tener problemas. En sus últimos libros, críticos para con la democracia, el autor belga David van Reybrouck habla del síndrome de la fatiga democrática para decir que muchos sectores de la sociedad tienen dudas o escepticismo, no sólo sobre la capacidad directiva de los gobiernos democráticos, sino sobre su seriedad institucional y su lealtad a los principios y valores de la democracia y del Estado de derecho”, subrayó el coordinador del Comité Técnico de la Red de Políticas Públicas de la UdeG, Luis F. Aguilar Villanueva.

El Rector General de la Universidad de Guadalajara, Itzcóatl Tonatiuh Bravo Padilla, agregó que existe un decaimiento en algunas instituciones y hay desconfianza de la gente hacia la clase política, “lo que ha permitido el resurgimiento de posturas ultranacionalistas y belicistas que se consideraban superadas”.

Instituciones depredadoras
La desconfianza que existe en las instituciones se puede entender en México, porque la mayoría de ellas parecen estar más interesadas en exprimir al ciudadano que en retribuirle beneficios. Esto, aunado a un fallido Estado de derecho y factores como la incertidumbre de la población hacia el gobierno, provoca que haya un bajo desempeño social, reflexionó durante el segundo día del coloquio René Millán Valenzuela, del Instituto de Investigaciones Sociales de la UNAM

“México aún tiene marcadamente un conjunto de instituciones extractivas, que se orientan a la extracción de ganancia por encima del bien que intercambian u ofrecen”.

 Millán Valenzuela afirmó que, si a las instituciones de gobierno se les ve como un bien necesario para la vida pública, en la práctica ese bien le está saliendo caro a la población.

Añadió que la existencia de estructuras monopólicas, como Pemex, permiten que haya una sobreganancia en el bien que intercambian, pues estructuran el precio de forma tal que no corresponde a lo que se paga. Esto y otros factores provocan un bajo desempeño social, concepto que mide la capacidad de respuesta que tiene la sociedad contemporánea mexicana para atender un conjunto de problemas.

La globalización no es la culpable
Con otra visión diametralmente opuesta, Macario Schettino, director de Investigación y Programas Doctorales del Instituto Tecnológico de Monterrey y director de Negocios del periódico El Universal, dijo que creer que la globalización fue una tragedia es sólo un mito. Por lo tanto, no son motivos económicos los que han provocado el ascenso de personajes ligados a la ultraderecha, o de medidas proteccionistas como el Brexit, sino el temor de grupos conservadores a perder sus privilegios en Estados Unidos y Europa.

Contrastó la famosa “gráfica del elefante” —arma favorita de los detractores de la globalización, diseñada en 2008 por el ex economista del Banco Mundial Branko Milanovic— con otra gráfica de 2011 del mismo autor, mostrando que la clase media aumentó 20 por ciento sus ingresos, y que el 80 por ciento de la población, donde se incluye a la más pobre, duplicó ese incremento. Eso, dijo, demuestra que la globalización no ha sido tan catastrófica como la pintan, de lo cual se desprende que, más bien, son los grupos elitistas los que se defienden con las uñas.

“El estatus es lo que está en riesgo. Imaginen comunidades de Michigan, o Wiscosin, con 3 mil habitantes, donde varias generaciones han vivido ahí y que de repente las cosas comienzan a cambiar. Ahora la ferretería la lleva un mexicano y el restaurant lo tiene un musulmán, y el que vende los autos es un negro. Entonces el estatus que tenían empieza a desaparecer y quizá ven que es probable que en la próxima elección gane un mexicano la alcaldía. Por eso, lo que estamos viendo es un intento de defensa de todos aquellos que están siendo golpeados por un cambio profundísimo, que no es económico, aunque tiene impactos económicos, pero tiene que ver más con la manera en que funciona el ser humano”, expuso.

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