Sin sonajeros no hay fiesta

Que baile por fe, o para pagar una manda al santo patrono, para agradecer un favor recibido, para pedir una bendición, o simplemente por tradición familiar, la figura del sonajero es un símbolo de identidad del Sur de Jalisco; es uno de sus elementos culturales constitutivos y motivo de orgullo regional

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En el principio fue el asombro. La sorpresa. La manifestación de la tradición autóctona, la de los hombres del color de la tierra, aquellos mismos hombres que con sus coloridas vestimentas despertaron la sensibilidad de un artista.

Siempre que contaba esta historia como parte fundamental de su encuentro con las cuadrillas de sonajeros, el maestro Ramón Villalobos “Tijelino”, dejaba caer sus lágrimas cuando evocaba la fresca madrugada en la que fue sorprendido por el rítmico sonsonete del tambor, acompañado por la melodiosa voz de las flautas de carrizo y el inigualable compás de los pasos de la danza de los sonajeros, que golpeaban con fuerza el empedrado de esas calles del Zapotlán de los años sesenta.

Entre sollozos, invadido de la emoción del recuerdo, Tijelino decía: “¿Cómo olvidar aquella mágica visión de mariposas en vuelo, los sones, los movimientos, el color de su vestuario, el canto subyugante de sonajas y el grito que sale de lo más recóndito de su corazón…Uuuuuh?”.

Y con esta visión que nunca lo abandonaría, “Tijelino” honró, de palabra y obra, la imagen del sonajero. Numerosas referencias escultóricas rinden homenaje a esta tradición. Las encontramos en Sala de Ayuntamiento de palacio municipal, en la fonda-restaurante “Las Peñas”, en la fuente del Centro Universitario de Zapotlán de la Universidad de Guadalajara… “Tijelino” fue reconocido como Sonajero Honorario y Benefactor.

En Memorias de un mexicano (1950), película de Salvador Toscano (1872-1947), se observan imágenes de sonajeros ejecutando los sones de su cuadrilla, con un vestuario sencillo, a diferencia del lucimiento ornamental de ahora.

Pero, ¿por qué danzan los sonajeros? ¿Cuáles son sus motivaciones? ¿Qué los hace dedicarle tiempo, dinero y esfuerzo a esta tradición? Lo primero que he escuchado decir es que los sonajeros bailan por fe. Generalmente hacen oración a través de la danza al santo patrono Señor San José, y ejecutan sus sones frente a Catedral, o dentro de ella, o en el atrio de El Sagrario, o en las calles del centro, o en las amplias banquetas de la plaza.

También es del dominio popular que los sonajeros bailan para pagar una manda al santo patrono, para agradecer un favor recibido, para pedir una bendición, o simplemente por tradición familiar. Algunos danzantes han batido récord de participación ininterrumpida, llevan 30 o 40 años bailando a San José. La figura del sonajero es un símbolo de identidad del Sur de Jalisco; es uno de sus elementos culturales constitutivos y motivo de orgullo regional.

Durante la época de ensayos, que empiezan en agosto, las diversas cuadrillas bailan frente a pequeñas imágenes de la Sagrada Familia. Allí oran y se santiguan, y piden por la familia que esa noche les recibe y les ofrece agua fresca y tostadas de chile de uña; o coachala, o pozole, y en algunas ocasiones birria. Es la expresión comunitaria —y solidaria— de compartir los alimentos.

En su libro Danzar para merecer, el maestro, investigador y pitero Isidoro Jiménez Camberos anota que “en la ejecución de los sones, la dinámica de la danza lleva enseguida al sonajero a un nivel más profundo… cuando el danzante lo alcanza entra a una trasformación radical de su estado de conciencia y transfigura su entorno”.

Abunda Isidoro Jiménez diciendo que en este estado de transfiguración y levedad personal, el danzante entra en una auténtica comunión con Dios, alcanzando el éxtasis místico.

Quienes han logrado esta proeza mística de comunión con el ser divino quieren repetir la experiencia vívida y vivificante que trae por añadidura participar en una cuadrilla de sonajeros, y por lo tanto no dejan la danza por muchos años.

El desdoblamiento de las cuadrillas

Cuenta la historia —y de este tema también sabe y nos comparte el investigador Martín González—, que las cuadrillas de sonajeros se constituían con la participación de los varones. Las cuadrillas no aceptaban la presencia de mujeres en sus filas. En los años sesenta y setenta el número de cuadrillas era limitado y el estrato social de sus integrantes se focalizaba en el concepto de “los naturales” del pueblo; sin embargo, a partir de los años ochenta se dio un curioso fenómeno de “desdoblamiento”, debido a diferencias entre capitanes de cuadrilla e integrantes de las danzas de sonajeros que optaron por fundar sus propias danzas.

Este fenómeno de “desdoblamiento” amenazaba con hacer inmanejable el número de cuadrillas que acompañarían el Rosario de carros alegóricos el día 23 de octubre, provocando un alargamiento de los contingentes y del horario del recorrido, por lo que hubo un acuerdo entre las autoridades eclesiásticas, municipales y de los propios representantes de cuadrilla, para que el número de ellas se estableciera en 33. Ya no habría permiso para la fundación de otras, sin embargo, la cuadrilla que registra su fundación más reciente es la Santísima Trinidad, en agosto de 2017.

Desde el año de 2006 se había respetado dicho acuerdo. Ahora son 34 las formaciones dancísticas que participan en el desfile de carros alegóricos y la participación de las mujeres es notoria, tanto que formaron cuadrilla “Sonajeras del divino Niño Jesús”, cuyos únicos hombres son el jefe de cuadrilla y el pitero.

La estratificación social de estas formaciones dancísticas también se ha diversificado a partir de los años ochenta. Podemos apreciar la composición mayoritariamente mestiza de sus integrantes así como los oficios y profesiones, entre los que podemos mencionar: profesoras, profesores, investigadores, ingenieros, contadores, estudiantes, médicos, abogados, obreros de la construcción, amas de casa, comerciantes, etc.

Martín González distingue entre estos dos conceptos: fiesta y feria. Los elementos son la devoción al Santo Patrono Señor San José (la religiosidad popular como centro), las peregrinaciones, las danzas ejecutadas por las cuadrillas de sonajeros en las inmediaciones de la santa Iglesia Catedral, en los barrios y colonias y también durante los recorridos de la Sagrada Familia; los enrosos y el disfrute de espectáculos artísticos en el Teatro del Pueblo. Todos estos aspectos con una significación indiscutiblemente comunitaria, generadora de identidad cultural, fortalecedora de los lazos de relación familiar y barrial en un contexto solidario.

Pueden estar ausentes otros elementos constitutivos de la Feria y de la Fiesta, pero que no falte la alegría, el movimiento y el colorido de los sonajeros.

 

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