Rafael F. Muñoz (Chihuahua, 01 de mayo de 1899 ─ Ciudad de México 02 de julio de 1972) carga sobre su escritura el mote de periodista en el sentido peyorativo: prosa rápida, falta de revisión, incluso improvisación. Esos críticos lo han dicho como si todo el periodismo tuviera esos defectos; nada más falso. Se precisa que cierto tipo de periodismo o periodistas las manifiestan.
En el caso de la prosa de Muñoz sí se perciben algunas de esas deficiencias y más en su novela Pancho Villa. Rayo y azote según lo ha demostrado la crítica. Al respecto, le confió a Emmanuel Carballo en una entrevista incluida en Protagonistas de la literatura mexicana: «Yo salté, como otros muchos, del periodismo a la literatura. Mejor: con las herramientas del periodista, con sus vicios y virtudes me adentré a las letras«. A pesar de estas, digamos, deficiencias, la obra de Muñoz es recomendada por Juan Rulfo, Juan José Arreola y Emmanuel Carballo, por citar a tres jaliscienses.
Antonio Magaña Esquivel afirma que Muñoz «pudo tratar a Pancho Villa personalmente como periodista, redactor de un periódico de Chihuahua; se entrevistó con él y quedó sobrecogido, impresionado por la tremenda personalidad del guerrillero…». En 1923 publica Memorias de Pancho Villa, que eran reportajes sobre el guerrillero, escritos primero por el doctor Ramón Puente y finalizados por Rafael F. Muñoz.
«Es un libro de oportunidad ─le comenta a Emmanuel Carballo en la entrevista citada─. El 20 de julio de 1923 asesinaron a Villa. El Universal me envió a Parral. ‘Pancho Pistolas’ le había dictado al doctor Ramón Puente episodios de su vida hasta el año de 1915. Lanz Duret me dijo: ‘Escriba lo que falta’. A partir de ese momento empecé a redactar las Memorias, de 1915 a 1923. Escribí de prisa, sin consultar apuntes, libros, atenido tan sólo a mis recuerdos». Estas Memorias fueron después el libro Pancho Villa, rayo y azote «sin enmendaduras».
La primera novela de Muñoz, Vámonos con Pancho Villa (1931), tiene, según el decir del autor, un origen periodístico: publicó un cuento cada domingo en El Universal, seis en total. Al suspenderle la publicación, se quedó con esos cuentos y un sólo personaje vivo: Tiburcio Maya. «A los otros los había matado en igual número de domingos». Con seis cuentos y un personaje vivo se aventuró a escribir una novela. «Escribiré ochenta cuartillas ─me dije─ y ya tendré una novela (…) Por estos datos juzgue usted [Carballo, idem] la idea que tenía yo de la técnica novelística».
Juan Rulfo en un texto publicado en La Jornada (2010), justifica el aspecto técnico de la novela: «Sin abandonar su tarea periodística, Muñoz publica su primera novela, ¡Vámonos con Pancho Villa! Aunque tratada en forma anecdótica, limitada a episodios breves, tal parece como si estuviéramos ante una serie de cuentos; con todo, la acción sigue una secuencia lógica y novelada, y su personaje central, Francisco Villa, no abandonado en ningún momento, le da la unidad requerida».
Sobre la segunda novela de Muñoz, Se llevaron el cañón para Bachimba, considerada la literariamente más lograda, opinó Rulfo: «Bachimba es, a mi parecer, la mejor novela escrita sobre la Revolución. Su atmósfera, su lirismo, la intensidad de su acción son llevados mediante una prosa bien estructurada hasta conseguir el ambiente literario, quizás espontáneo, pero logrado de modo magistral«.
Otra faceta de Rafael F. Muñoz es la de cuentista. Es autor de Oro, caballo y hombre, considerado su mejor cuento y uno de los representativos de la literatura de la Revolución Mexicana. Otros de citar son: El feroz cabecilla y El repatriado.
Carballo le preguntó a Muñoz sobre «el ejercicio de las letras». Categórico, contestó: «La primera frase de la gramática de Rafael Ángel de la Peña: ‘La gramática es el arte de hablar y escribir un idioma con claridad, precisión, pureza y elegancia’. Cuando la oí, abandoné la clase. Era lo que yo necesitaba. Allí estaban las instrucciones de cómo escribir. Claridad, llamar las cosas por su nombre, lo más sencillamente posible. Precisión, encontrar el vocablo único, insustituible para nombrar las cosas y a los hechos. Pureza, eliminación de extranjerismos, localismos… Elegancia, adecuación perfecta del fondo y la forma.»
Rafael Felipe Muñoz falleció días antes de ingresar a la Academia Mexicana de la Lengua. En su trabajo de ingreso, escribió: «¿Qué responsabilidad tiene la libertad de información? (…) no estar encadenada a las veleidades de los magnates internacionales que manejan la información en el mundo. Porque ellos dan órdenes según los bienes que poseen…».
El poeta Hugo Gutiérrez Vega lamentó: «Muchos hemos olvidado a Rafael F. Muñoz. Los cinéfilos tal vez lo recuerden por la película Vámonos con Pancho Villa«. Años antes, expresó Juan José Arreola: “Quién ha leído o se acuerda de Rafael F. Muñoz, sabe que no ha recibido el reconocimiento que merece».