LéaLA zona franca para el español

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En Los íngeles las calles parecen desiertas. No que no haya personas, las hay, algunas; pero la relación entre su cantidad y la vastedad del espacio compuesto por anchísimas banquetas, grandes avenidas de numerosos carriles, inmensos edificios con inmensos lobbies y también inmensas explanadas, resulta en una sensación de vacío. Como si la ciudad estuviera sola.
Solo también se ve el Centro de Convenciones de Los íngeles desde fuera, incluso en el primer vestíbulo surcado de columnas adornadas con los coloridos pendones de LéaLA, la Feria del Libro en español de Los íngeles, que organiza la Universidad de Guadalajara mediante su fundación filial en Estados Unidos, y que se inauguró con una pequeña muchedumbre reunida en el vestíbulo de entrada el viernes en plena hora laboral: las 11 de la mañana.
Ahí se congregaron funcionarios universitarios (Raúl Padilla, Marco Antonio Cortés…), del gobierno de Guadalajara (Francisco Ayón López, Myriam Vachez…), del federal (Consuelo Sáizar, presidenta de Conaculta), del condado de Los íngeles (Antonio Villaraigosa, alcalde) y algunas familias de visitantes latinos ansiosos de pasar al área de exposición, atentos a la hora en que se cortara el listón y pudieran pasar a ver el área de exhibición triplicada con respecto al año pasado en la primera edición.
Una vez franqueados el par de cientos de metros de piso pulido del recibidor y las escaleras eléctricas que conducen al ala K, ya se ve el movimiento: la gente entra y sale y se sienta a comer ensalada y pizza o comprar un café en el área de comida rápida que queda de pasada. No se detienen mucho a leer el programa de actividades, van a ver qué compran, y sí compran: los stands aquí no tienen escuadrones antirobo como en la FIL, y tampoco la parafernalia escénica de los grandes consorcios como Santillana y Planeta, que en LéaLA se conforman con vestir sus paneles de lonas impresas.
Es el segundo paso de esta feria recién nacida el año pasado y que para esta segunda edición creció exponencialmente, llena de conferencias, conciertos, lecturas, talleres infantiles, simposios académicos y demás actividades del más alto nivel intelectual.
Hay silencio. En las calles, el aire fresco, casi frío pasa apenas arrullado por el paso de motores nuevos y llantas bien pegadas al asfalto. La gente va en su propio mundo de audífonos o sin hablar, sencillamente. Y en los pasillos alfombrados de la feria, aunque la gente comenta y los encargados de los locales responden dudas, venden y saludan, no hay el alboroto y el ruido mixto e incesante que es la banda sonora de la hermana modelo de LéaLA, la FIL.
íšnicamente se alborota la sede cuando el grupo Zaikocirco irrumpe con sus trompetas, tambores y zancos, vestidos de arlequines, payasos y las más extrañas figuras de carnaval, y también un poco cuando suena un mariachi brevemente, y cuando en el homenaje a Eulalio González “Piporro” un remix de sus norteñas de taconazo acompaña la presentación de un libro precioso y muy completo en datos y frases de su vida y obra como actor, locutor y cantante.
La gente también se arremolinaba en torno a una celebridad: el alcalde Villaraigosa, quien accedía gustoso y se dejaba tomar la foto e incluso amonestaba a unos niños: “¿Hablas español? Entonces habla en español, hay que cultivar los dos idiomas”, dijo mientras los despedía con una palmadita y abrazaba a otra persona y sonreía a otra cámara.
Los verdaderos reyes son los niños: los visitantes vienen muchos más que nada para traer a sus hijos, para comprarles libros a ellos. El año pasado se agotaron todos los libros infantiles, y desde el primer día todo apunta a que el portento se repita. Hay que poner cuidado al andar, porque los niños van y vienen corriendo, y todo lo tocan con su curiosidad insaciable. Vienen grupos escolares enteros además de los padres con sus carriolas y pequeñitos tomados de la mano o revoloteando por ahí. Algunos piden en español que les compren tal o cual libro, preguntan cosas; todos entienden lo que ven, lo que leen en las portadas y lo que la gente a su alrededor dice, pero muchos comentan inglés, juegan a las palmas con una rima en inglés… Incluso los empleados del equipo local de la feria conversan entre ellos en inglés y solamente cambian al castellano cuando uno se dirige a ellos, por ejemplo, en las mesas de información.

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