
Danza
Mi primer acercamiento con la danza fue a la edad de cinco años, recuerdo que mi madre me llevó a una clase de danza contemporánea y ahí nos pidieron que con nuestro cuerpo hiciéramos una semilla. Como niña recuerdo que ese momento se me quedó muy marcado, porque no sabía realmente qué hacer y volteaba a ver a mis demás compañeras y todas, ya estaban como en alguna forma con su cuerpo. Recuerdo que yo hice una postura fetal, y a partir de ahí creo que en ese momento conecté mucho con la expresión del cuerpo. Para mí fue un ejercicio muy valioso; que yo con mi cuerpo pudiera ser una semilla y después convertirme en una planta.
Hierbas para la tristeza
Cada bailarina (en la obra) encarna un arquetipo femenino inspirado en Mujeres que corren con los lobos de Clarissa Pinkola Estés. Cada escena, el espíritu de una hierba medicinal: romero, pachuli, flor sanjuanera, bergamota, damiana, geranio, entre otras. Una coreografía del dolor, el gozo, la raíz y la resistencia. Aquí la tristeza no se esconde: se hace planta, se hace hierba, carne y piel, se hace alquimia, se convierte en canto roto y en brote nuevo. Una cuerpa que se descoloniza danzando. Yo participo en esta obra como directora y como creadora escénica y me toca ser el arquetipo de la aulladora, que es la que grita hasta romper el cielo y su pena, así que vive e incomoda, abriendo un umbral donde lo sensible y poético se convierte en trinchera.
Aprender
Siempre fui una niña muy inquieta y eso hizo que mi madre me pusiera en diferentes disciplinas, muchas de ellas relacionadas con la danza: estuve en baile folclórico, gracias al tianguis cultural y sus tambores comencé con danzas africanas, mismas que mi familia desaprobaba. Estudié Nutrición pero por las tardes me iba a escondidas al CEDART, donde pude estudiar y especializarme en danza popular. En verano tenía tanta energía que estaba buscando clases gratis de baile y así encontré el Ballet de la Universidad de Guadalajara, hice una audición y me quedé, fui maestra de Hip Hop en Zapopan, donde pude conectar con pequeñas bailarinas y sus historias, hacer que a través de su cuerpo pudieran expresarse. Después dejé el ballet, a mi grupo de hip hop y me fui con la coreógrafa Lola Lince a Guanajuato, donde aprendí sobre mi cuerpo y la relación que tiene con lo que nos rodea. Después, con la pandemia y un poco buscando piso, revisando becas pude competir por una y así logré estudiar la maestría en Educación y expresión para las artes de la UdeG, la cual me abrió un panorama completamente nuevo sobre el aprender y enseñar.
Propósitos
Existe una necesidad propia de hacernos caso y saber cuáles son tus verdaderos propósitos, placeres y sentires en la vida, porque muchas veces estamos tan bombardeadas, te voy a hablar en femenino porque soy mujer, que tenemos que cubrir ciertas expectativas a cierta edad, en cierta clase social, con cierto estatus y vamos olvidando quiénes somos y qué es lo que realmente nos gusta. Yo invitaría a todo el mundo a que siga lo que realmente ama más allá de si esto es mal visto o si te van a criticar o si te van a poner juicios. Al final, todo eso no importa, lo que importa es que una sepa lo que hace. No nada más nos sirve a nosotras, sino que también tiene un impacto en quien nos ve, en quien crea con nosotras, en quien nos escucha. Me gusta una frase que dice Peri Rossi: “Yo no estoy transgrediendo, yo me estoy haciendo caso a mí misma”.
MÁS NOTAS