Del haikú al SMS

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En Japón, tierra de proporciones épicas, una forma breve siempre servirá a grandes propósitos. Así son sus casas, así ha sido su desarrollo tecnológico que, basado en la simplificación, ha impulsado a su economía hasta convertirla en una de las más grandes. Así cobra sentido el que un texto como el que sigue sea parte de una novela leída por millones:

Kin Kon Kan Kon
Suena la campana escolar
Sigh, nos estamos perdiendo la clase.
Dice ella con una expresión de molestia.

La escena proviene de Para amarte de nuevo, una novela escrita enteramente desde su celular por Satomi Nakamura. Y tiene sus propios códigos, escribe Yukari Iwatani, para el diario The Wall Street Journal: “Los espacios y a veces dobles espacios entre una oración y otra indican una convención, esto señala que los personajes están sumergidos en grandes introspecciones”. El texto es también un ejemplo de las escenas que un lector japonés puede encontrar en Maho i Land, la página web que ha dado a más de un millón de nipones la oportunidad de convertirse en narradores y llegar a un público ávido de historias adecuadas a su vida rápida, portátil. Y es que el cuarto mercado mundial para la telefonía celular se encuentra en Japón, país donde la tradición literaria se encuentra íntimamente ligada a la brevedad. Por algo es el principal editor de poesía a escala mundial.
En el siglo XVII, el poeta Matsuo Basho popularizó el haikú como una forma más lírica de la poesía uniendo a la tradición literaria japonesa las formas breves típicas de la literatura china. El haikú proviene así de una forma más antigua de escritura conocida como haikai, un poema compuesto por tres versos de cinco, siete y cinco sílabas de corte satírico. El Haikú tomó temas más espirituales y de corte lírico como ejes de su desarrollo, separándose así de sus antecedentes más populares. Junto con Basho, otros haijin destacados (nombre con el que se conoce a los escritores de haikús) son Taniguchi Buson, Kobayashi Issa, ambos del siglo XVIII. Y aunque parecería un género anticuado, la vigencia del haikú se extiende más allá de Japón, llegando incluso a ser practicado por escritores tan sui géneris como el estadounidense Jack Kerouac, quien llegó a publicar un libro con este tipo de poemas. En Inglaterra, por ejemplo, la artista conceptual japonesa Yoko Ono fungió como juez en un concurso de haikús donde el verano londinense resultó como inspiración. Y es que tanto fuera como dentro de Japón el haikú siempre aparece como un elogio de la naturaleza y la introspección.
La educación en Japón liga la enseñanza de las formas literarias con la de la “empatía” social de acuerdo a Masahiko Minami y Alisa McAbe en su artículo “El Haikú como un dispositivo de regulación del discurso” (en el número 20 de la revista Lenguaje en la Sociedad de la Universidad de Cambridge). “En la sociedad japonesa tradicionalmente se ha desaconsejado la verbosidad; proverbios como ‘el silencio es oro’ y ‘las aguas calmas corren profundas’ son usados favorablemente. Los niños japoneses no son alentados frecuentemente a narrar experiencias detalladas que los adultos no puedan tomar empáticamente”, dicen los investigadores. Además de esta característica educativa, los japoneses cuentan con otras características que los han empujado a la producción y consumo de novelas escritas en celular. “En las PC’s tal vez sea más fácil teclear, pero yo he tenido un celular desde la primaria y para mí es más sencillo de usar”, dijo la autor japonesa Satomi Nakamura al The Wall Street Journal.
La propensión social y cultural del actual Japón a este tipo de bienes culturales proviene —dicen los nuevos autores de novelas para celulares—, de los mismos maestros de la narrativa nipona. Incluso de los consagrados como Yasunari Kawabata, cuya primera línea de su libro El país de la nieve (“El tren salió del largo túnel y se internó en el país de la nieve”.) es citada por Mika Naito, autor de Love link, como una de sus inspiraciones.
La periodista Dana Goodyear de la revista The New Yorker, señala otra posible razón para la vigorosa participación de este nuevo género en el país del sol naciente. En su artículo “I love novels” la norteamericana entrevista a un grupo de autoras de novelas para celular, la constante, el perfil: mujeres solteras, en la mitad de sus veintes con una reciente experiencia de desengaño amoroso y una alta propensión al melodrama. Goodyear ejemplifica el fenómeno de las mujeres jóvenes japonesas autoras de novelas celulares a través del caso de “Mone”, una joven autora que a sus 21 años escribió una novela por entregas a través del sitio Maho i Land, sin preocuparse por la elaborar una trama. “No sabía cómo hacerlo, no tenía la energía para pensar en ello”, le dijo “Mone” a la periodista norteamericana.
Esa experiencia nacida como un desfogue personal terminaría en el ranking de los diez libros más vendido en Japón en el año 2007. Un editor leyó la historia escrita por “Mone” en el sitio de internet y decidió publicarlo. No estuvo solo en la aventura ya que ese año novelas escritas originalmente para y desde un celular se hicieron de cuatro de los cinco primero lugares de ventas en el país asiático. Un bálsamo para una industria que reportaba una caída acumulada del 16 por ciento de 1996 hasta 2006. Sin embargo, en Japón hay pocas tendencias que no pasen por el ritual de enfrentarse a las añejas tradiciones del país. A finales de 2007 el crítico Yumi Toyozaki dijo que ni siquiera merecerían el título de “literarias” cuando las librerías las colocaran en su mesa de “novedades literarias”. Mas, en un país donde el 80 por ciento de los ciudadanos entre 10 y 21 años tienen celular, las novelas escritas en este formato parecen tener más lectores potenciales que el Genji Monogatari, la primera narración considerada como novela japonesa escrita en el siglo XXI.

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