Guadalajara estas ruinas que ves

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    Da mucho coraje. Sólo fotografías, eso es lo único que queda de muchos edificios que si no los hubieran derrumbado serían parte importante del patrimonio arquitectónico de Guadalajara, una ciudad que dilapidó mucha de su riqueza cultural. El arquitecto Cuauhtémoc de Regil hace ese señalamiento mientras me muestra por computadora imágenes de esta ciudad anterior a 1945.
    “Alguna vez dije que Guadalajara se había convertido en la Ciudad Michael Jackson porque no queda nada de lo original. Si hay algo que debemos reprocharnos es no haber logrado construirle un futuro a esta urbe preservando la herencia del pasado”, añadió el arquitecto, urbanista y escultor Fernando González Gortázar.
    A finales de los años noventa, el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) y el Ayuntamiento de Guadalajara, entre otras instancias, hicieron un inventario de fincas patrimoniales. Contabilizaron alrededor de 7 mil en el Centro Histórico de la ciudad. “No se ha hecho una actualización todavía, pero puedo afirmar que ha habido una pérdida considerable”, indicó Cuauhtémoc de Regil, arquitecto perito en conservación y restauración del INAH.
    Guadalajara, dijo, es una de las ciudades de la república en donde menos se ha observado la protección del patrimonio arquitectónico. Esta ciudad, de manera constante, lo depreda, destruye, transforma y altera.
    Algunas de las causas: “Una serie de acciones erráticas y erradas por parte de los gobiernos que han sucedido desde Jesús González Gallo”, además muchos propietarios de edificios coloniales no entienden la importancia de sus inmuebles como patrimonio de Guadalajara.
    La destrucción hormiga de los edificios es muy común, agregó el arquitecto Salvador de Alba Martínez, “muchos propietarios abandonan el edificio y dejan que se destruya poco a poco”. El año pasado antes del temporal de agua, la prensa reportó alrededor de 300 fincas en riesgo.
    Para De Alba Martínez, uno de los motivos es el desconocimiento. “Si hiciéramos un estudio veríamos que muchos tapatíos no conocen su historia, y no hablo de la historia erudita de fechas y datos sin ton ni son. Esta implica conocer los elementos que han definido a esta ciudad para conocer el patrimonio y que tenga un significado”.

    Patrimonio arquitectónico
    Cuauhtémoc de Regil señala que el patrimonio arquitectónico es parte de la cultura de un pueblo. Comprende aquellas edificaciones que reúnen las antiguas tradiciones artesanales y constructivas. Estas datan, en el caso de la capital de Jalisco, desde la Colonia.
    González Gortázar contempla al patrimonio arquitectónico dentro del patrimonio cultural. Este abarca, entre otros aspectos, todo aquel producto artístico que sin ser particularmente relevante tenga una alta significación para nuestra historia, nuestra tradición o para la identidad fisonómica de nuestras poblaciones o paisajes. “Es nuestro patrimonio cultural todo objeto o vestigio importante, del tipo que sea, íntimamente relacionado con, o producido por, personajes destacados de la vida nacional o de la historia y la cultura universales”.
    También lo son las poblaciones y ciudades, o bien secciones de ellas, de alto valor histórico, documental, estético, artístico o paisajístico. La armonía del espacio urbano en que vivimos también es patrimonio cultural. Por lo tanto debe ser considerado violatorio de éste todo aquello que lo deforme, agreda o pervierta, dice González Gortázar.
    Hay edificios que son importantes por su carácter contextual —agregó Salvador de Alba—aquellos que no tienen en sí un valor arquitectónico muy importante, pero que generan contextos y ambientes urbanos.

    Guadalajara bombardeada
    En la administración municipal pasada, encabezada por Alfonso Petersen Farah, el INAH solicitó la suspensión de las obras de remodelación de fachadas de los edificios del Centro Histórico, y no sin razón. El ayuntamiento permitió que personas que no conocían nada sobre la materia hicieran el trabajo. Estas embadurnaron con cemento las construcciones, alteraron las obras, las dañaron de manera irreversible, denunció Cuauhtémoc de Regil. “Las columnas de los Portales que están frente a Palacio Municipal fueron encapsuladas de cemento pintado, eso es un verdadero insulto para la conservación de nuestro patrimonio arquitectónico”.
    Para este arquitecto, la administración de Petersen Farah ha sido una de las más depredadoras del patrimonio arquitectónico.
    “Nuestra Perla Tapatía sufrió una gran desgracia por la destrucción inmisericorde iniciada bajo el auspicio del gobernador González Gallo, en una pretendida intención de modernizar la ciudad, pero con esquemas mal entendidos”.
    En aras de esa trampa denominada modernización la traza urbana de Guadalajara fue alterada sustancialmente —continuó González Gortazar—, tuvieron que demolerse todos los edificios que se interponían. Todo ello bajo la dirección de algunos arquitectos y urbanistas más prestigiados del país. Entre ellos Carlos Contreras, José Villagrán García, Ignacio Díaz Morales e incluso el propio Luis Barragán participó indicrectamente, al haber sido él quien aconsejó al gobernador González Gallo que escuchara la propuesta de Díaz Morales para la llamada Cruz de Plazas.
    “Aquellos actos, juzgados con los criterios de hoy resultan casi inadmisibles. En algunas ocasiones dieron a cambio otros valores urbanos. Por ejemplo, no hay duda de que pese a lo destruido, la Cruz de Plazas convirtió el centro de Guadalajara en uno de los más atractivos del país, pero hubo infinidad de casos en los que simplemente perdimos y perdimos sin recibir ninguna compensación. Fueron derribados edificios insignes como el Genoveva, en sustitución del cual fue construido un estacionamiento, también fue tirado el Hotel Imperial. El inmueble que lo sustituyó carece de valor”.
    Cuauhtémoc de Regil compara lo que sucedió en Guadalajara con un bombardeo. “Guadalajara sufrió efectos muy semejantes a los de muchas ciudades europeas que fueron bombardeadas durante la Segunda Guerra Mundial”.
    “En épocas posteriores —agrega González Gortázar— cuando la ciudadanía empezó a tomar conciencia del problema fue derrumbada la Escuela de Música de la Universidad de Guadalajara, la cual fue suplantada por un horripilante y antifuncional edificio. También fue tumbada la Casa Aguilar, obra magistral de Luis Barragán”.
    La mayor barbaridad, para González Gortázar, fue la Plaza Tapatía que destruyó el corazón de la Guadalajara popular y creo uno de los espacios urbanos más malogrados que se puedan concebir.
    Y qué decir del presbiterio de la Catedral de Guadalajara y sus valiosos elementos, González Cortázar manifestó su indignación por su destrucción, que implicó “hacer gala de prepotencia, actitudes tramposas y desprecio por la ley”.
    Para González Gortázar la obra maestra de la arquitectura y el patrimonio es la ciudad misma, no las piezas individuales que la componen. Hay casos en que las acciones urbanas interfieren en las pocas tradiciones que sobreviven y son parte de la vida de la ciudad. “Por ejemplo, yo me pregunto cómo afectaría la circulación del macrobús por ívila Camacho a la Romería de Zapopan, que tiene un gran valor como parte de la cultura popular.”
    En Guadalajara no existe la planeación integral a mediano y largo plazo, no cuenta un diagnóstico, proyecto y estrategia de vialidad y transporte. Las acciones son aisladas, coyunturales, frecuentemente caprichos del gobernante en turno.
    Un punto que no se ha tomado en cuenta, la propuesta de hacer un túnel por avenida Alcalde “no sabemos como afectará la estructura de la catedral y otros edificios vecinos”.

    Pleitesía al poder económico
    Existen planes parciales de desarrollo que contemplan al patrimonio arquitectónico, pero no se han respetado. “Las administraciones municipales que están de rodillas ante el poder económico hacen y deshacen a la ciudad, cambian y modifican los planes al antojo de los particulares”, manifestó Cuauhtémoc de Regil.
    Ley Federal sobre Monumentos y Zonas Arqueológicos, Artísticos e Históricos, publicada en el Diario oficial de la federación el 6 de mayo de 1972, castiga los atentados contra el patrimonio arquitectónico. “Sin embargo, hay un relajamiento por parte del Estado cuando éste es dañado. Hay debilidad del Estado ante el ejercicio pleno de sus atribuciones en esta materia… y si la Ley Federal del Trabajo no se respeta, ¿qué podemos esperar de la que regula la protección del patrimonio urbano y arquitectónico?, eso ya es demasiado sofisticado”, añadió Cuauhtémoc de Regil.
    El Estado no actúa, estamos en la selva y los propietarios hacen lo que les da la gana. Muchos dicen: “Si me quieren multar que lo hagan. Por una demolición tengo que pagar una multa de cerca de 50 mil pesos… no hay ningún problema”.

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