El olor del queroseno

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    La literatura ha sido siempre el reino de lo imposible. En ella la “realidad”, como quería Nabocov, siempre termina por escribirse entre comillas.
    Incluso ahora, en un tiempo en el que es necesario construir la realidad, la literatura sigue siendo el reino de lo irreductible. “Cuando no se puede tener la realidad, bastan los sueños”, escribe Ray Bradbury en un cuento de sus Crónicas marcianas. Y es la ciencia-ficción el vehículo predilecto de la fantasía, y la única –por más paradójico que suene– capaz de dar certidumbre a esta humanidad rebasada por la ciencia y la tecnología.
    Bradbury continúa la serie de distopías que comenzaron con Los viajes de Gulliver, de Jonathan Swift, y siguieron con obras como Un mundo feliz (Huxley), y 1984 (Orwell). La novela Fahrenheit 451 –aunque insertada en la tradición de la ciencia-ficción– es más una premonición de un mundo gobernado por fanáticos. Los bomberos que incendian bibliotecas son una clara alusión a la quema de libros hecha por los nazis y a las persecuciones ideológicas que comenzaron con la destrucción de los acervos de Alejandría y se perpetuaron hasta las hogueras en la Edad Media.
    Y siempre aparece la televisión (que “¡le da a uno la forma que desea!”) como una especie de soma que todo lo aligera. Incluso en Fahrenheit 451 el propio Jesucristo es un personaje de culebrón.
    Ray Bradbury fue uno de los primeros en detectar el advenimiento de un pensamiento maniqueo, ejemplificado en su Sociedad de Represión de la Fantasía. Devela también el uso futuro que le darán los Estados al miedo. En su cuento “Usher II” habla de esa “mayoría que tenía miedo de la oscuridad, miedo del futuro, miedo del presente, miedo de ellos mismos y de la sombra de ellos mismos”. Sus personajes huyen de las ciudades y de los planetas. Tratan de escapar del exterminio, pero siempre cargan con la semilla destructora en el bolsillo.
    “La visión es el arte de ver las cosas invisibles”, escribió Swift. Y nadie como Bradbury para ver, como Proteo, el futuro a través del espejo de la literatura.

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