Claudia Perenzales

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La obra La posibilidad de crear vacíos de Claudia Perenzales, artista plástica egresada de la Universidad de Guadalajara y con más de veinte años de experiencia, está expuesta en una galería de Barcelona, España, desde el jueves pasado. Se trata de una serie de veinte cuadros abstractos (óleos) sobre el vacío existencial y sus posibilidades creativas. La obra de Perenzales se ha distinguido por su relación entre la poesía, —que en este caso se encuentra en los títulos de las obras—, y la pintura.

¿Cómo surge este proyecto?
El proyecto surge a partir de una reflexión personal sobre la sensación de “sentir constantemente un vacío existencial”. Luego surgen mis planteamientos filosóficos y técnicos de cómo lograría plasmar con pocos elementos ese sentimiento. Me siento gratamente satisfecha de mi búsqueda planteada en La posibilidad de crear vacíos.

¿Qué dicen sobre ti misma estos cuadros?, ¿Qué descubriste en este proyecto?
Estos cuadros son totalmente autobiográficos, eso es una constante en mi obra: tengo mis obsesiones fundamentales. Cada uno es una catarsis. En particular, en este proyecto pude descubrir cuán lúdica y pasional es mi búsqueda, aunque surja de memorias dolorosas; logré transmutar el vacío en algo bello.

¿Por qué decidiste inclinarte por esta perspectiva, este análisis sobre la pintura abstracta?
Mi perspectiva sobre el arte abstracto es como la poesía que la acompaña. Me gusta el juego libre de las interpretaciones que varían momento a momento según el estado de ánimo de quien lee y contempla un cuadro.

¿Cuáles son las cualidades que más disfrutas y cuáles las que más sufres en la pintura abstracta?
Disfruto de la pintura abstracta, que el cuadro logre comunicar con pocos elementos toda su intensidad y hacer vibrar al espectador con una fuerza contundente de formas, textura y color. Sin contar una historia obvia o “fácil de digerir”, porque en ella hay figuras reconocibles. Lo que me hace “sufrir” es que se considere también como algo fácil, incluso simple de lograr o se limiten a considerarla como muy igual a la de otros pintores abstractos. Es decir, que el público mismo crea que en la pintura abstracta no hay nada innovador más allá de las manchas decorativas. Es necesario “educar el ojo” para ver más allá de lo evidente, ese es el reto al que me enfrento.

¿Cómo fuiste eligiendo el color?, ¿fue un impulso?
El color está deliberadamente pensado en cada cuadro. En este proyecto busqué con todo propósito lograr una variedad más amplia usando colores que antes nunca había utilizado, por ejemplo dorado, plata, cobre, el negro no tan negro que te da un carboncillo. La luz en cuadro a través de una línea blanca, pura, sin variación de tono.

¿Concebiste tus cuadros en una especie de espejo, de comparación entre un pensamiento y sus distintas formas de entenderlo?
La dualidad de conceptos y formas que funcionan como un espejo es una obsesión constante. Como el eterno yin y yang; positivo y negativo siempre coexistiendo…no en contraposición sino complementándose. Ese es mi manifiesto, es el pensamiento que plasmo en muchas de mis obras.

Aquí hablas de “la relación subjetiva y autónoma entre el título y la representación de la obra”; ¿cómo es que nace esta relación?
En mi proceso artístico juego con las palabras, las redacto en un cuaderno y a veces busco unirlas en una frase sin pensar demasiado si tendrán un sentido claro…esas palabras   muchas veces ayudan a que me surja una imagen en la forma de una línea, incluso en color. Si pienso en el enojo, por ejemplo, me viene la imagen de una línea curva, gruesa…o en un bloque sólido y pesado, etc. Luego busco componer y dialogar con la idea y así van surgiendo formas y borrándose  otras. Acompaño el cuadro con una reflexión añadida, complementaria, no aislada pero libre de ser disociada de la imagen aunque se convierta en un título.

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