Expulsados de la nada

En un mundo hiperconectado es imposible decir, hacer o incluso, pensar algo sin que esto deje huella. En alguien, en algún lugar. Algo de nosotros queda flotando en el cyberespacio, como extrapolado por los hoyos negros de nuestro cosmos personal que, ilusoriamente, pensamos aún sea nuestro pese a que lo exponemos y exhibimos continuamente en ls redes sociales

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Foto: Geralt/Pixabay

[…] la mayor parte de la realidad social
es ilegible para la gente que trata de darle sentido.
Richard Sennett

Más de veinte años habían pasado desde entonces, cuando escuché por primera vez esto que dice: “Hoy en día, es casi imposible no dejar huella en los otros; los desconocidos”.

Están, más que hace veinte años, las condiciones electrónicas suficientes para gritar y dejar que el grito se expanda y se escuche por varias horas en los oídos de incontables cibernautas. Sin problema se pueden publicar toda clase de palabras, de ideas, de cuerpos y pesadillas. Todo se puede vender, y si no, que se lo pregunten a Bezos.

Lo extraño e idiota es que, de pronto, quienes más se obsesionan en multiplicar sus huellas en plataformas, sitios y redes digitales, son los mismos que exigen que se les respete su privacidad, que se les respete toda información que ponga en riesgo su identidad. Hacen uso de las redes para gritar que las redes son un riesgo para el ser humano, que son una porquería, que… No quieren ser vigilados ni manipulados. No quieren formar parte de los archivos de ninguna empresa, de ninguna institución, de ninguna marca, de ningún sitio digital.

¡Por favooor: no queremos recibir más mensajes, más basura!

¡¡¡Alto a la coerción!!!

¡¡¡Prohibido vigilar!!!

Gritan. Vociferan los tímidos personajes en las redes.

No obstante, están de acuerdo en darse de alta en tantas apps cuantas sean necesarias para poder exclamar sus mensajes de salvación o sus juicios sumarios; para levantar sus teatros de perfecta acústica; para modelar el cuerpo entero, casi desnudo, ante espejos mágicos que les aseguren que son las más hermosas / los más guapos de las redes.

Oigan…

Miren…

Lean esto…

Escuchamos lo que dicen que escribió el último premio Nobel de literatura. Miramos la última fotografía de Kim Kardashian. Leemos esta sentencia educativa: “Quien actúa apresuradamente, pierde el dominio de sí mismo”.

Luego, en las madrugadas y durante los fines de semana nos olvidamos, con extático gozo, de las teresas de Calcuta, de los cristos, de los budas y de los demás seres que sobrevivieron en pantanos pestilentes.

Un blues, por favor, y un Dark Jazz después.

¡¡¡Pero qué hermosa familia tienes!!!

¡¡¡Cuánta belleza brota de tu cuerpo!!!

¡¡ Felicidades!!

¡Qué cumplas muchos más!

Hoy más que nunca está quedando fielmente registrada la huella de lo que somos: Sansebastianes digitales. Monjes de preciosas túnicas. Generales estridentes. Santos guerrilleros. Psicópatas enfermos de humanismo. Humanistas desbordados de rencor y frustración. Ilustrados sin lustre. Poetas malitos…

Quizás, será de entre estos sensacionales encuentros virtuales -de todos los días y todas las noches, con madrugadas incluidas- desde donde emergerán otras literaturas, otras artes, otras escrituras electrónicas de-generadas, caóticas, bastardas, inclasificables, estridentes…

En tales expresiones, las voces pertenecerán a un presente colmado de sombras. Serán sombras que desbaratarán el valor de cualquier norma, de cualquier ley, de cualquier creencia. Será así como el tiempo mantendrá el territorio de un presente multidireccional, desde donde surgirán otras maneras de percibir otras existencias. Ya no será, tal vez, la secreta historia de fantasmas obedientes, temerosos y envueltos por sueños recurrentes y que abrumaban durante días, cuasi zombis, hasta que llegaba la noche y, pavorosos, imploraban que las pesadillas fuesen otras, menos horribles que la realidad de todos los días.

Un poema visual, por favor, y luego un Ballet al desnudo

¿Con música electrónica?

Alva Noto: Hadron Prototype, por favor.


MICRORRELATO

Entre una y otra réplica sonora aparecían imágenes en diferentes pantallas que daban cuenta de una catástrofe global. Rostros específicos en los que el dolor y la desesperación modelaban una agonía sin paraísos.


MICRORRELATO

Ryoji Ikeda: Data. Matrix

La oscuridad continuaría: punteada en el horizonte de los párpados. Entre susurros, una voz que iba diciendo y que alertaba con diferentes timbres de voz: “No… No quiero…No quiero morir…”

Y de pronto, el ambiente se expresaba inhóspito…


MICRORRELATO

Morton Feldman: Piano a tres manos

Lesionada la idea hasta no poder ser reconocible, vagaba sin rumbo alguno: acezante.

El pensamiento no dejaba de producir imágenes en quien iba allí vagando sin rumbo, con los labios apretados, con los puños apretados y con el cuerpo lleno de sinsentido.

Un minuto cortado con idéntica precisión no siempre ocurría en el isócrono transitar de los segundos. El reloj social no podía marcar exactamente el tiempo de los individuos. Era como si siempre se tuviera el presentimiento de que algo faltaba, de que algo se había extraviado por los agujeros negros del pequeño cosmos individual.

Expulsados de la nada. Expulsados.

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