Woodstock: huella indeleble

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Sidney Westerfeld, un tabernero del valle Mongaup, fue certero para definir el Festival de Música y Arte de Woodstock: “Resultó demasiado grande, algo que jamás se había visto”. Los días 15, 16 y 17 de agosto de 1969, Westerfeld atestiguó la llegada de medio millón de jóvenes a Bethel, Nueva York. El motivo: presenciar tres días de música y paz en lo que a la postre se denominó popularmente sólo como Woodstock.
El encuentro incluyó rock, psicodelia, folk, soul y blues. En el mismo participaron: Jimi Hendrix, Janis Joplin, The Who, Santana, Joan Baez, Jefferson Airplane, Joe Cocker, Crosby, Stills and Nash, Creedence Clearwater Revival, Canned Heat, Country Joe McDonald, Grateful Dead, Arlo Guthrie, Richie Havens, The Band, Mountain, John Sebastian, Sha Na Na, Sly and The Family Stone, Ten Years After, Paul Butterfield Blues Band y Johnny Winter.
Estos músicos poseían el reconocimiento suficiente para conformar un cartel sólido. Janis Joplin emprendía nuevos vuelos tras haber formado parte de la agrupación Big Brother and The Holding Company, y el guitarrista Jimy Hendrix había girado por las bandas The Isley Brothers y Curtis Knight and the Squires, para después ser aclamado como una superestrella.
Entre las revelaciones derivadas de Woodstock, apareció Joe Cocker. Su interpretación espasmódica del tema “With a little help from my friends”, original de John Lennon y Paul McCartney, le valió un momento significativo. Por su parte, Santana capturó la atención con su combinación de ritmos latinos y rock.
Las actuaciones de The Who, Joan Baez, Jefferson Airplane y Grateful Dead, son recordadas como memorables.
En Woodstock ocurrió lo inesperado. En un primer momento Michael Lang, Artie Kornfeld, John Roberts y Joel Rosenman, organizadores del festival, consideraron la asistencia de 200 mil personas. Esta cifra fue rebasada por mucho.
A través de revistas como Rolling Stone y Village Voice y anuncios en los diarios The New York Times y Times Herald Record, Michael Lang y compañía se encargaron de promover un encuentro que unía significaciones ineludibles para esa generación: música, paz y libertad.
A cuarenta años de su realización, Woodstock es recordado como un festival trascendente, el más importante de la historia por marcar un momento crucial en la sociedad, ideología y cultura de Estados Unidos e incluso más allá.
Sin su rastro sería imposible entender el movimiento y despliegue de los grandes escenarios en la actualidad, entre éstos, Lollapalooza y Coachella.

La aventura y el viaje
La década de los sesenta se caracterizó por una ruptura entre la sociedad estadunidense. Hubo un total desencanto en una generación de jóvenes que creció en medio de la guerra fría, acentuada por la prolongación del conflicto en Vietnam. El discurso de supremacía y control emitido por la clase política alejó los ideales de igualdad y paz.
En 1969, Michael Lang, quien fue productor del Festival Pop de Miami; Artie Kornfeld, ejecutivo de la compañía Capitol Records; John Roberts y Joel Rosenman, ambos inversionistas, emprendieron una aventura llamada Woodstock. El proyecto consistía en la inclusión de los exponentes más destacados de rock. Estos actos se llevarían a cabo en tres días, en un festival que tendría como punto medular el contacto con el medio ambiente y el espíritu antibélico.
Tras varios inconvenientes para su organización, el festival irónicamente no se efectuó en la pequeña villa de Wallkill, cerca de Woodstock, sino en Bethel.
Los campos de alfalfa propiedad del granjero Max Yasgur fueron arrendados para albergar a cientos de miles de jóvenes inmersos en las creencias hippies. Michael Lang declaró que la mayor dificultad para su realización fue la política y agregó que si funcionaba, haría otro.
Woodstock no sólo evidenció el poder de convocatoria de la música: se convirtió en un viaje definitivo en búsqueda de identidad y libertad.
En la película Woodstock: 3 days of peace and music, del director Michael Wadleigh (un documento imprescindible) aparece el testimonio de un viajero: “Gente que está perdida ha venido aquí buscando alguna clase de respuesta que no existe. Sesenta mil o setenta mil, ciento veinte mil o trescientas mil personas no vinieron solamente a escuchar música. La gente no sabe cómo vivir y qué hacer y cree que aquí encontrarán la solución”.
El precio del boleto para ingresar a Woodstock fue de ocho dólares por día. Sin embargo, pocas cabinas colocadas y una carretera congestionada, ocasionaron que los accesos fueran insuficientes. Las cercas para delimitar los campos de Max Yasgur no pudieron contener a la multitud, que sin disturbios comenzó a ubicarse dentro del festival. Michael Lang comprendió en ese momento que Woodstock representaría un fracaso financiero, al convertirse en un festival gratuito. Aún así, los organizadores prefirieron continuar con el plan. La inversión de dos millones de dólares no se recuperaría.

Sexo, drogas y rock and roll
Woodstock guarda momentos únicos para la historia. Medio millón de personas lograron convivir en un ambiente donde persistió la concordia. A manera de una ciudad, hubo servicios médicos y de alimentación –una labor titánica posible gracias a los vecinos del lugar y la participación del ejército–. Incluso ocurrieron nacimientos y decesos.
Hombres y mujeres, algunos en compañía de sus hijos, pasearon desnudos por los campos, sin prejuicio alguno. Algunas personas no durmieron a lo largo de 30 horas y no faltó quien lanzó llantos de desesperación por estar entre la multitud.
Drogas asociadas a la ampliación del conocimiento y la captación de la realidad, fueron utilizadas por la mayoría de quienes asistieron. La marihuana, mezcalina y el LSD, se emplearon como medio para traspasar las puertas de la percepción.
A través de la música (en particular con el rock), una generación pudo hacerse escuchar. Michael Lang declaró a un periodista de la cadena de televisión ABC: “La música siempre ha sido un medio de comunicación. Si escuchas las letras y el ritmo, te darás cuenta de lo que está pasando en la sociedad”.
Para arribar a Woodstock, los músicos fueron trasladados en helicóptero. El primero que apareció en el enorme escenario fue Richie Havens, con su guitarra acústica y marcando el ritmo con su pie, dijo a los convocados: “Todo el mundo leerá sobre ustedes y sabrá lo grandioso que es esto”.
En medio de la oscuridad, Joan Baez interpretó “Joe Hill”, una canción que dedicó a su esposo, encarcelado por rehusarse a ir a la guerra de Vietnam.
La presencia de The Who resultó imponente al interpretar “My generation”. Fue el instante para glorificar el sentido de rebeldía inmerso en la juventud de los sesenta.
Así, tres intensos días de música, lluvia y lodo, tuvieron su momento culminante con la presencia de Jimi Hendrix. El repertorio incluyó canciones como “Voodoo child”, “Purple haze” y la interpretación psicodélica y electrizante de “The Star-Spangled Banner”, himno de Estados Unidos que volcó su manifiesto de discrepancia ante el estilo de vida de esa nación.

¿El fin de una era?
Rich Hanley, profesor de periodismo en la Universidad Quinnipiac, mencionó: “En 1971 ya todo había terminado. Las protestas cesaron. La generación Woodstock salió a buscar trabajo y el trabajo puso fin a la diversión”.
Estas declaraciones contrastan con lo publicado por el diario The New York Times refriéndose a la toma de protesta de Barack Obama como “un momento Woodstock”.
Cuarenta años del festival de música más relevante no pasan inadvertidos. En múltiples formas Woodstock se aleja de la nostalgia, para mostrar un legado perdurable. Los ideales de libertad y paz de una generación, la música como lenguaje catalizador y emancipador de emociones, figuras y momentos inmortales del rock y la experimentación con las drogas, son parte sustancial de esta historia.

Conmemoración
Los 40 años de Woodstock se conmemoran con una serie de documentos de colección. Rhino Records reeditó y remasterizó el soundtrack que encierra algunas de las célebres actuaciones. Esa misma compañía lanzó el box set Woodstock 40 years on: back to Yasgur’s farm, que contiene seis discos compactos, un total de 95 canciones que respetan la cronología del festival.
Por si fuera poco, la película Woodstock: 3 days of peace and music, de Michael Wagleigh (versión del director) es presentada en un paquete de lujo con tiraje limitado. El box contiene un DVD extra que muestra episodios musicales inéditos y algunas reproducciones, como mensajes escritos de quienes asistieron, el boleto de ingreso y la revista Life.
En la pantalla grande, el cineasta Ang Lee rinde tributo con Taking Woodstock. La cinta está basada en el libro de Elliot Tiber, un personaje fundamental para que Michael Lang y Max Yasgur se conocieran. Será estrenada el 28 de agosto en Estados Unidos. Para México el estreno se realizará el 11 de diciembre.
Woodstock ha sido recordado en varias ocasiones. En su XXV aniversario estuvieron algunos de sus participantes originales, junto a Nine Inch Nails, Porno For Pyros, Blind Melon, Cypress Hill, entre otros. Incluso intervino Bob Dylan, quien fue invitado en 1969, pero nunca apareció.

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