Un hombre en el mundo

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REFILE - CORRECTING DATE Swedish poet Tomas Transtroemer is pictured at his home in Stockholm in this file photo taken March 31, 2011. Sweden's most famous living poet, Tomas Transtromer, won the Nobel prize for literature on October 6, the first time in more than 30 years the award has gone to a native of the Nordic country. The Swedish Academy, which awards the prize of 10 million crowns ($1.45 million), said the poet had won "because, through his condensed, translucent images, he gives us fresh access to reality". REUTERS/Jessica Gow/Scanpix/Files (SWEDEN - Tags: MEDIA SCIENCE TECHNOLOGY TPX IMAGES OF THE DAY) NO COMMERCIAL OR BOOK SALES. THIS IMAGE HAS BEEN SUPPLIED BY A THIRD PARTY. IT IS DISTRIBUTED, EXACTLY AS RECEIVED BY REUTERS, AS A SERVICE TO CLIENTS. SWEDEN OUT. NO COMMERCIAL OR EDITORIAL SALES IN SWEDEN NOBEL-LITERATURE/

En medio de una expectación más agitada que de costumbre por las altas apuestas a favor de Bob Dylan, el anuncio del Premio Nobel de Literatura de 2011 a Tomas Transtrí¶mer cayó en seco, al menos aquí. Los medios de comunicación y las revistas literarias se apresuraron a improvisar tras la primera estupefacción, y en las redes sociales los comentarios o brillaban por su ausencia o se preguntaban entre desconcertados e irónicos que quién era ese poeta sueco y cómo se pronunciaba su nombre. Hernán Bravo Varela ­turnaba declaraciones en uno y otro programa noticiero y periódico, y escribía el artículo de ocasión para Letras Libres. Al parecer era el único poeta en todo México que había leído alguna de las antologías traducidas por Roberto Mascaró, editadas por la española Nórdica Libros e importadas por Sexto Piso, cuyas mínimas existencias en librerías se esfumaron apenas se esparció la noticia a principios de octubre.
Durante meses, no hubo más material para saber de esa poesía que según la Academia Sueca, ofrece “en imágenes densas y diáfanas, una nueva vía de acceso a lo real”. Con el revuelo habría de salir a cuento la Antología del Primer Festival Internacional de Poesía Morelia 1981 de Joaquín Mortiz, en el que participó un Transtrí¶mer ya entonces reconocido y laureado fuera de Escandinavia. Pero antologías, candidaturas reiteradas durante la última década y todo, la verdad es que Transtrí¶mer nos era casi absolutamente desconocido.
Sin embargo, su obra ha sido traducida a más de 60 idiomas, y la prensa internacional lo señala como el poeta más influyente de un idioma que cuenta con 10 millones de hablantes y que es ampliamente inteligible entre el noruego y el danés, sus hermanos más próximos en el grupo lingí¼ístico norgermánico, del cual es el más extendido.
Sus libros han gozado de una entusiasta recepción de crítica y lectores desde su debut a los 23 años con 17 poemas (1954), y a todo lo largo de su lenta pero acompasada bibliografía constituida por otros 15 poemarios como Secretos en el camino (1958), El cielo a medio hacer (1962), Visión nocturna (1970), Senderos (1970), Para vivos y muertos (1989), Góndola fúnebre (1996) y El gran enigma (2004); así como por su autobiografía Visión de la memoria (1996), su labor como traductor en Interpretaciones (1999) y la colección epistolar Correo aéreo 1964-1990 con Robert Bly, publicada en 2001.
Transtrí¶mer aparece silencioso en su silla de ruedas o frente al piano tocando bellamente con la mano izquierda. Por la ventana se ve un trozo del cielo y los techos a doble agua de algún punto de Estocolmo. Las paredes son claras como la luz que entra a borbotones, y están forradas repisas llenas de delgados tomos. Su esposa Monica es quien responde a la prensa en el video del archivo del sitio nobelprize.org, y desde 1990 cuando Tomas Transtrí¶mer sufrió un ataque que lo dejó hemipléjico e impedido para hablar. Pero no para acariciar las teclas blancas y negras que ha practicado toda su vida ni para pensar y escribir y continuar su trabajo de poeta, un oficio que parece estar retomando cierta atención, por lo menos en el signo de este premio que no tocaba el campo de la poesía desde que en 1996 fuera para Wislawa Szymbroska.
Un oficio paralelo a su trabajo de tiempo completo como psicólogo en centros penitenciarios juveniles. De niño había querido ser naturalista, botánico, entomólogo, explorador. Pero “Siendo joven, reconocí que no podía mantenerme ni alimentar a una familia con la escritura de poesía; de modo que elegí una profesión que no perturbase la escritura, sino que le agregase experiencia. Por esto elegí la profesión de psicólogo, de lo cual nunca me he arrepentido”, dijo a Juan Antonio González Iglesias por escrito a en un diálogo que se publicó en el diario español El País.
Guiados por esa falsa estrella, algunos críticos han dicho que su poesía “da un orden al mundo” como el que debía ayudar a trazar en las mentes de los reclusos. Quince años antes, en 1986, había dicho a su amigo y traductor Robert Bly y el Washington Post que lo curioso es que nadie le preguntara la vía contraria, cómo la poesía afectaba su trabajo como psicólogo. “En Estados Unidos, la gente siempre está diciendo que su trabajo es nada más algo que hacen para poder escribir poesía. No es de ningún modo tan importante como la poesía. Lo que él [Transtrí¶mer] dice es que es difícil decidir cuál es más importante”, narraba Bly.
Por supuesto hay verdad en eso del orden. El lenguaje, ya se sabe, es en sí mismo un orden. Dar nombre es dar orden. Transtrí¶mer se valía de esto para tratar a los jóvenes con los que trabajaba: “Habían cometido algo, pero lo expresaban de manera pasiva […] El crimen les había ocurrido a ellos, ellos eran víctimas, no responsables”, explicó en aquella visita a la Howard County Poetry and Literature Society. “La forma en que te expresas es la forma en que experimentas las cosas”, siguió.Â
Para iniciarse en su poesía, quizás sea mejor guía esta última frase que las retahílas de temas que mencionan paisaje, naturaleza, mar, música y surrealismo ensartados en frases genéricas pretendidamente elogiosas.
O la observación final de ese perfil de Elizabeth Kastor en el Post, cuando dice que “Transtrí¶mer es un hombre presa de distracciones”. Un hombre que pone atención al trino de los pájaros, al aspecto de la luz al despertar, a la penumbra del invierno, las hierbas, las flores, que imagina a las estrellas del firmamento como en un establo haciendo el sonido de los caballos cuando exhalan, pero que también retrata al tráfico lento que se adentra en la ciudad de noche, a una mujer mientras tiende ropa o a la frialdad de los aeropuertos.
La naturaleza, ciertamente, es el gran tema que permea su obra. Uno de esos temas de siempre. Pero sin la mayúscula inicial que se le daba en el romanticismo, que veía en las tormentas o los remansos un reflejo del estado del ánima del poeta. Sin la contraposición de los decadentistas que le daban la espalda embelesados por la ciudad, ese nuevo hábitat gris e iluminado con farolas por las noches. La naturaleza como una línea paralela que observa al poeta tanto como el poeta la observa, la atestigua en una contemplación ajena de afectaciones y desciframientos. La ciudad es parte integral del paisaje. El poeta también. Se lee en “Contexto”, en 17 poemas:

Mira el árbol gris. Fluyó el cielo
por sus fibras hasta la tierra
–una nube arrugada sólo queda
cuando bebió la tierra. Espacio
robado se retuerce en trenza de raíces,
se trama en verdor. Breves instantes
de libertad se alzan de nosotros, remolinean
por la sangre de las Parcas y aún más allá.

Pero más que por su relación innovadora con los elementos naturales, Transtrí¶mer queda resonando en la cabeza por sus imágenes, por la ligadura a largo plazo que esas imágenes tienen con el paso del tiempo y en cómo este paso transforma el aspecto de todo. Es en esa característica en la que sus poemas atraviesan idiomas, culturas y fronteras. En lo que se puede reconocer una extraña falta de estridencia en las metáforas más insólitas que describen y participan del mundo. Este ha sido su modus operandi a lo largo de tanto tiempo de escritura, también de forma paralela a su participación del devenir de la historia, no haciendo poemas de compromiso político: “Se refiere a un sentimiento más general el hecho de que necesito el sentimiento de ser real […] Es un contrapeso a un mundo que sólo lidia con la ficción o la poesía. Tengo un poco de miedo de quedarme atrapado en él”, dijo en el mismo artículo del Post.
Por este motivo, la poesía de Tomas Transtrí¶mer da cuenta de lo que es ser real. No es, como en el surrealismo, un escape hacia la sub o inconsciencia, sino un paseo por los bordes, una descripción del tránsito cotidiano de un lado a otro, sobre todo de la vuelta.

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