The global house is burning or Apocalipsis: ¡now!

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Para mis padres

Productos altamente tóxicos. Su consumo no supervisado puede causar pandemias económicas. Se recomienda usar bajo estricta prescripción económica”. Éstas serán algunas de las leyendas a imprimir en aquellos productos o servicios financieros, para advertir de sus riesgos a sus diversos consumidores. Esa será tan sólo una de las repercusiones de la pandemia financiera que se extiende de manera virulenta. Otras tendrán que provenir de la necesaria reestructuración de la arquitectura institucional, que rige los intercambios económicos internacionales y en particular los referidos a los flujos de capital. Otras más, acaso las más urgentes, tendrán que diseñarse e implementarse en los planos de la política económica.
Lo que preocupa es que frente a ese escenario la crisis financiera internacional es negada por el presidente mexicano y sus colaboradores más importantes en la conducción económica. Esa actitud se extiende a gobernadores y presidentes municipales de distinta laya y signo ideológico: lo que importa son las elecciones políticas del próximo año. Para eso hay que gastar. ¿Cuál crisis? Esa es la preocupación de los ciudadanos. Pero ¿tienen éstos motivos para preocuparse por los efectos que pueda tener la crisis financiera internacional? ¿Cómo le afectará? ¿Qué clase de efectos debemos esperar? ¿Qué hay que hacer? ¿Qué se está haciendo por parte de las dirigencias públicas nacionales, estatales y municipales para encarar ese problema? ¿Realmente podemos hacer algo para protegernos?
En el contexto de la crisis financiera, México, igual que la inmensa mayoría de los países de América Latina es todo un caso: mientras en Estados Unidos de Norteamérica y Europa las acciones de los bancos centrales se hacen notar, en los países de la región latinoamericana brilla la ausencia de medidas de política económica y de propuestas o fórmulas de solución a nivel internacional.
En la hora de la discusión del anteproyecto de presupuesto fiscal para el próximo año, los diputados omitieron el impacto de esa crisis: para ellos no existe. Lo mismo que para el terco secretario de Hacienda y Crédito Publico. Todos los gobernadores se han aprestado para solicitar un mayor monto de recursos presupuestales de los excedentes fiscales provenientes del petróleo. ¿Cuál acción proponen para proteger el empleo y a la mayoría de las empresas mexicanas (es decir las micro, pequeñas y medianas)? Ninguna realmente significativa.
¿Podemos hacer algo? Creo que la crisis financiera ocasionada por algunos de los principales intermediarios financieros de los Estados Unidos, constituye la oportunidad para orientar las reformas económicas que se discuten actualmente, en favor de las mayorías trabajadoras, población en pobreza extrema y clases medias.
En este sentido, no se trata de discutir si el petróleo se privatiza o no, si la “reforma fiscal” se subsume en la mejora de la eficiencia recaudatoria o el mejor ejercicio y asignación del gasto público, sino de realinear el sentido y el carácter de las reformas económicas. Reformar las reformas para alcanzar una transformación e inserción económica con equidad. Así, habrá que reposicionar las variables macroeconómicas y la vigencia de precios correctos, con objeto de establecer un escenario económico “amigable” para el desarrollo de las actividades productivas.
Con las políticas económicas populistas implementadas por los regímenes tanto priístas como panistas —de Luis Echeverría, José López Portillo, pero también Vicente Fox— empeoró el entorno para las actividades productivas: en ese contexto, tanto las firmas, como empresarios y fuerza laboral, han encarado a menudo, un escenario interno no amigable, con macro precios desalineados (fuera de una trayectoria sostenible); entre ellos la tasa de interés y el tipo de cambio. Es evidente que, en lo interno, resulta necesaria la construcción de ese escenario amigable para que una economía de mercado alcance el desarrollo. Para ello es indispensable actuar sobre varios temas que resultan clave:
Debe otorgarse prioridad a las actividades productivas y al empleo, como señala Davis en su libro Reformas para América Latina: “Es imposible, en términos generales, tener buenos consumidores que sean malos productores”.
En contraste, con frecuencia el otorgamiento de prioridad a actividades productivas puramente financieras ha redundado en el desalineamiento de las tasas de interés y de los tipos de cambio y en una demanda agregada volátil, todo lo cual ha redundado en un entorno “no muy amigable” con las actividades productivas.
Otro factor clave lo constituye el coeficiente de inversión productiva. El magro crecimiento económico de México como el de algunos otros países de América Latina, estuvo y está asociado con un bajo coeficiente de inversión productiva, que tuvo sus mayores registros en la producción de bienes y servicios exportables, lo que contrasta con el escaso o nula inversión registrada en el resto de la economía. Para alcanzar y mantener un crecimiento vigoroso se necesita que el resto de la economía (el PIB no exportable) también se expanda rápidamente. Consecuentemente, la búsqueda de una mayor tasa de inversión en los sectores no exportadores aparece como un factor clave para expandir la función de producción nacional.
Otro rubro es la formación bruta de capital. La insuficiencia de ésta constituye una debilidad que es necesario corregir en las políticas dirigidas a completar mercados de factores productivos —capacitación laboral, tecnología— e inversión suficiente y de calidad en infraestructura y bienes públicos.
Y por último, habrá que partir de la estricta supervisión y regulación de los intermedios financieros. Ya no pueden seguir pagando justos por pecadores. Y menos cuando se juega con la economía: tanto por los especuladores como por funcionarios torpes e ineficientes, obnubilados e ingenuos ante las maravillas del comportamiento y ajuste de los mercados que requieren para su funcionamiento y dinámica —¡oh!, decepción—¿ de la intervención pública… claro que nos referimos a la inteligente, pragmática, maliciosa y hasta nacionalista y no de la otra: la que prevalece en México y toda América Latina.

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