Pirámides de identidad

1148

Dejamos la ciudad. El bambú perfila el camino donde el cielo se desdibuja entre el humo gris y blanco de la última fábrica. Son las diez de la mañana y mientras los hombres con sus manos tiznadas van a cortar la caña amarilla, marrón o verde, una calle angosta abre paso a un camión repleto de adolescentes que entre risas suben la colina para llegar a conocer a sus antepasados en las ruinas arqueológicas de Guachimontones, registradas en la lista de Patrimonio Mundial de la UNESCO, y ubicadas en Teuchitlán, a 40 minutos de Guadalajara. No está etiquetado como “pueblo mágico”, a pesar de ser reflejo de México con atributos simbólicos, leyendas, historia y hechos trascendentes. Pero cada mirada generosa de sus habitantes, su implícito agradecimiento, la riqueza histórica y cultural, lo catalogan de esta manera.
En la meseta de las pirámides circulares, esperan varios voluntarios que no reciben dinero alguno de la Secretaria de Turismo del estado ni del INAH, esperan la dádiva de algún turista ante la oferta de sus servicios como guías de esa zona, avalado por un diplomado que recibieron por parte del Centro Universitario de los Valles, de la Universidad de Guadalajara. Efraín Carrillo Lozano dice que al día reciben 200 turistas, el fin de semana la cifra se incrementa a casi dos mil o más, recibiendo en los mejores casos hasta mil pesos por persona en la semana.
La región ha cobrado auge por la gastronomía, los balnearios y ahora con la ruta arqueológica. La mayoría de los visitantes son de la zona conurbada de Guadalajara. Seguro aumentará la afluencia con la construcción del Museo de Teuchitlán, que sigilosamente, con el sol a cuestas, edifican con ladrillos grises y rojos, más de 15 trabajadores en la parte posterior de las pirámides y que esperan esté culminado a finales de este año, según el testimonio de Carrillo Lozano, quien asegura haber escuchado que será parte del recorrido turístico para los Juegos Panamericanos de Guadalajara en 2011.
Son las 11 de la mañana, siempre el dios del viento está presente, el Sol ya hace su entrada sobre la segunda pirámide circular, diminutas mariposas amarillas revolotean por cada huella que abandonamos para buscar la mejor panorámica de la antigua laguna de La Vega que se plasma desde la colina, repleta de árboles frondosos de cerezos.
En la base de la pirámide mejor conservada está el otro guía, Salvador Villalobos, quien ilustra y busca la reflexión en los jóvenes a través del significado de los bailes ancestrales y la importancia de conocer la identidad del mexicano: “Si no entienden qué significa cada danza, cada elemento, no van a entender parte de nuestra identidad como mexicanos. No importa qué tan gí¼erito o prietito estás, sino cuánto entiendes de tu gente, porque cuando te cuestionas sobre tu pueblo, lo más malo es la ignorancia, no que sepas bailar sino el para qué de cada baile. Hay que tener cuidado con lo que tienen en su pueblo y estudiarlo a fondo”.
Con este pensamiento descendemos del lugar sagrado. Ya en la ciudad, el maestro en turismo del Centro Universitario de Ciencias Económico Administrativas de la UdeG, especialista en comunicación de la cultura, Juan Evangelista Venegas Pérez, enlista los arquetipos que existen en torno al caso de la zona arqueológica de Teuchitlán, una zona que rompe los paradigmas sobre Mesoamérica, por lo que el museo que se construya deberá romperlos también.
Otro punto está relacionado con la academia, ya que se ha tenido poco conocimiento sobre la cultura prehispánica. Con esta gran zona se evidencia una cultura regional marcada. Guachimontones es el espacio donde comenzarían los jaliscienses a alfabetizarse sobre historia prehispánica. No entendemos ni reconocemos la riqueza ni la profundidad del antepasado prehispánico. Y colocamos al turista una vitrina y los aproximamos a Mesoamérica con una visión particular.
Agrega que Teuchitlán tiene que ver con la revisión de la historia, de la promoción cultural, la recreación y la revisión de los programas educativos. Y en términos de turismo se debería retomar una capacitación de guías.

Peligro para el murciélago
Recrea el arqueólogo Venegas Pérez que antes esta zona describía un paisaje de agua con manantiales y bosques, no era un paisaje agavero. Pero a través del cultivo del agave ha sido alteado el medio ambiente, no se toma en cuenta a naturaleza, hasta el propio murciélago agavero que viene desde Texas, al no encontrar el fruto porque es cortado antes, ve alterado su ecosistema.
“No es desidia por parte de las instituciones, pues tampoco podemos dejar en sus manos toda la responsabilidad, la sociedad civil hace su trabajo por medio de las asociaciones civiles buscando abrir conciencia de que todos somos responsables de cualquier peligro en Guachimontones. El peligro en esta zona radica en no formar una nueva conciencia sobre el valor del patrimonio cultural prehispánico en equilibrio con el patrimonio del paisaje agavero”.

Artículo anteriorDictamen de Centros Universitarios Calendario 2009 A
Artículo siguientePrograma de estimulos al desempeño docente 2009-2010