Persépolis otra vez

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La línea
Una línea es capaz de expresarlo casi todo. No hablo ahora sobre la línea de un texto, como la que sigues en este momento con tus ojos. Hablo de esa línea que todos somos capaces de iniciar, pero muy pocos somos capaces de terminar, dotándola además de sentido. Esa línea que es un dibujo. Sí, todos somos capaces de dibujar; pero muy pocos podemos, al hacerlo, reflejar la realidad transfigurándola. Para ello es necesaria una mano conectada, no sólo anatómicamente sino también intelectual y emocionalmente, al cerebro. Es para ello necesaria una mano como la de Marjane Satrapi, y dos colores capaces de fusionarse en cualquier medio para transmitir un mensaje: el blanco y el negro.

El mensaje
Difundida de manera internacional debido al éxito de su adaptación cinematográfica (2007, Vicent Parannaud), Persépolis es un cómic (o novela gráfica como la gustes llamar) escrito y dibujado por una joven de origen iraní que recuerda una Teherán cosmopolita y una clase media que habla farsi, pero detenta un ánimo universal tanto en sus aspiraciones como en su vida cotidiana. Publicada originalmente en Francia en el 2001, ganó diversos premios por su originalidad visual, pero también por su argumento. Fue desde sus inicios una publicación arraigada entre el amplio exilio iraní en Europa. Persépolis cuenta en su primer tomo los recuerdos de Marje, álter ego transparente de la autora en una Teherán que va experimentando esos cambios en el ambiente que se dan de manera imperceptible, pero insondable en una sociedad al borde del cambio. Marje al final del tomo tiene que dejar su país natal impulsada por el deseo de protección de sus padre y porque su clase, la media ilustrada, está en el filo más riesgoso de ese cambio, demasiado progresistas para los nuevos regidores religiosos de la revolución iraní, y muy extranjerizados para los conservadores que apoyan al Sha Palehvi. La presencias de las mujeres no está sólo en el punto de vista de la narradora, sino también en la mirada, que reflejada en la narración, reciben las mujeres tanto en el mundo islámico como en el europeo. Una especie de continuo desprecio y de la subordinación a lo masculino encarnado en las leyes progresistas europeas, como en la guerra civil en Irán que dio como resultado un régimen que prohíbe a las mujeres lucir sus cabelleras en público. Manuel Barrero, editor, ensayista y director de la revista Tebeosfera, se pregunta en su artículo “La ceremonia de la confusión” (La Tempestad, 67): “¿No es más sencillo abrazar el cómic, o la historieta en nuestra cultura como un medio más?” Y lo hace porque el mensaje que transmite es uno que se vale de un medio nuevo para lograr algo que la voz humana, la prensa, la radio, la televisión e internet han intentado y logrado antes: esparcir el pensamiento humano de manera más eficiente y a una mayor cantidad de personas. Aunque nunca ha logrado escapar de su contexto.

El escenario
Teherán era un lugar cosmopolita, lo había sido siempre. A pesar de los vaivenes totalitarios, la población de esta ciudad chií siempre buscó acercarse al pensamiento universal del cual nunca se han sentido ajenos. Así caracteriza el escritor español Juan Goytisolo el carácter universal de los iraníes con motivo de las protestas poselectorales de 2009, en su artículo “Irán, tres décadas después” (El País, 5 de julio de 2009): “En corto y por derecho: la juventud urbana —muy especialmente las mujeres— no soporta ya un sistema anacrónico que manipula de forma sectaria su profundo sentimiento religioso.”
El escritor y viajero mexicano Temoris Grecko se encontró con una realidad similar. “Las mujeres iraníes son las que encabezan el movimiento de resistencia y lo hacen luciendo sus bellos ojos enmarcados por complicados peinados que exhiben aquello que la policía religiosa —los temibles basiyis— no les puede prohibir exhibir, sus ideas”. Irán es un país, nos recuerdan Goytisolo y Grecko, donde no se puede ignorar que dos tercios de su población son menores de treinta años. Son los pares históricos de aquella generación de chinos que se enfrentaron a los tanques en la plaza de Tiananmen.
Ellos son los mensajeros

El mensajero
Quienes rescribieron las viñetas fueron dos jóvenes iraníes exiliados, identificados tan sólo como Payman y Sina, quienes recibieron la autorización de Satrapi para modificar sus viñetas con nuevos textos. De esta manera los jóvenes se acercaron a la actualidad de su país, seleccionaron un mensaje con repercusión internacional, eligieron el medio y resignificaron un mensaje que toma de nueva cuenta su fuerza del contexto en el que se genera, desafiando las intenciones del filósofo Marshall Mcluhan, que definía a los medios de comunicación como medios de oportunidad antes que de conciencia.
Payman y Sina han dicho de su experiencia en la adaptación de Persépolis: “Hemos recibido visitas de 120 países hasta ahora, y ha sido genial. También hemos recibido grandes cantidades de e-mails de personas preguntando cómo pueden apoyar a los iraníes. Esto nos ha inyectado energía y estamos trabajando en vías adicionales para esparcir el mensaje”. Esa es precisamente la idea, hacer del medio una oportunidad para reflexionar, para esparcir la palabra a través de la imagen.

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