“Los países con ciencia son los de primer mundo”

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Argentino avecindado en México desde principios de los 70, cuando se empezaban a institucionalizar la producción científica de nuestro país, Marcelino Cereijido actualmente es miembro de nivel tres del Sistema Nacional de Investigadores (SNI), y maestro emérito del Centro de Investigación y Estudios Avanzados (CINVESTAV), del Instituto Politécnico nacional. La muerte y sus ventajas, La ignorancia debida, ¿Por qué no tenemos ciencia? y Ciencia sin seso, locura doble, son algunos de los títulos que ha publicado a lo largo de su labor como divulgador. Actualmente está en prensa La ciencia como calamidad.
En la siguiente entrevista, este bonaerense doctorado en fisiología explica desde su atalaya el panorama científico de México en la actualidad.

¿Qué es la ciencia?
La ciencia es una forma de interpretar la realidad sin recurrir a dogmas, milagros, revelaciones ni el principio de autoridad. Su modelo es tan eficaz que los países que tienen ciencia son los de primer mundo, que son un 10 por ciento de la población de la humanidad y el resto la gente se comunica, se transporta, fabrica, se cura y se mata con inventos de esa minoría. Es como si el tercer mundo no tuviera cerebro.

Pero no es así…
No. Lo que hay es analfabetismo científico. Así como hay el analfabetismo común y silvestre que consiste en no saber leer y escribir, el científico consiste en no saber interpretar la realidad de manera científica. Y tiene varios dramas. Primero, que dependes del otro. Segundo, que al revés de lo que sucede con otras calamidades, como cuando no hay agua y alimento, el primero en señalarlo no es el afectado: no lo puede entender ni si se lo explicas. Tercero, que tampoco sabrías qué hacer con ella si la tuvieras. Si voy a la sierra y digo “¿A quién le falta ácido fólico?”, nadie va a levantar la mano.

¿México ha hecho algo para remediarlo?
Hace 40 años México intentó desarrollar una comunidad científica y en eso andaba, pero veo que en los últimos dos sexenios está recayendo en una teocracia cognitiva. Hace cinco o seis presidencias juntaron a los 40 mejores científicos para crear el Consejo consultivo de ciencia del presidente. Y en el sexenio pasado lo disolvieron. Entonces Leopoldo Zea, el filósofo, les preguntó si estaban seguros de que no necesitaban consejeros científicos. Dijeron que sí. Y quedó en la nada todo el esfuerzo.

¿Cuál es el estado actual de la ciencia en México?
En general la visión del mundo y de la ciencia que tienen en México está en un error y no me puedo basar en ella. Hay muchos investigadores, pero pocos científicos. La diferencia está en que el investigador es un tipo que trabaja en el límite entre lo que se conoce y lo que no se conoce. Toma algo desconocido y cuando lo entiende recorre el límite más para allá. Nosotros nos ganamos la vida en eso. Y necesitas tener creatividad, originalidad, tener ideas sobre algo qué investigar. Pero en muy poco se superpone ser científico y ser investigador, aunque la gente lo usa indistintamente.
La investigación hay que hacerla con una visión científica, como dije. Toleramos la ignorancia, pero no el milagro. Tampoco las revelaciones: si tú pides un donativo para estudiar algo y pones que lo haces porque anoche vino el ángel mondongo y te dijo que lo hicieras, no te lo dan. Dogmas tampoco: no puedes decir que esto es así por que lo dice fulano, lo cual se mezcla con el principio de autoridad, en que la verdad depende de quién lo diga: el Papa, el presidente, tu jefe… Idealmente el científico y el investigador tienen que ser la misma persona. Pero yo tengo un montón de colegas que son brillantes, creativos y están llenos de ideas y adelantos, pero son judíos o católicos.

¿No es compatible la religión con la ciencia?
Con la interpretación religiosa. Después de salir del laboratorio te puedes ir a donde quieras. Es como en el futbol: no me dejan agarrar la pelota con la mano, pero durante el partido nada más, saliendo me la llevo bajo un brazo. Además, la religión es parte de la evolución del conocimiento. Los mismos sabios religiosos generaron la ciencia. No se lo propusieron, pero hacia el siglo XII, en el norte de Italia y sur de Francia, la gente muerta de hambre, a merced del clero, se rebeló y el Papa mandó una cruzada contra los albigenses y los cátaros. La orden fue “maten a todos que ya Dios sabrá escoger a los suyos”. Entonces nacieron dos órdenes mendicantes: los dominicos y franciscanos, que se quejaban de los lujos y se comprometían a ser pobres y frugales, que es desprenderte de todo lo que no te es muy necesario.
Así, un monje franciscano del norte de Inglaterra, William de Ockham lo incorporó a su filosofía. Un ejemplo: tenemos una caja y no sabemos qué hay adentro pero salen ladridos. Creas un modelo explicativo, dices “me parece que hay un perro”, y yo te digo “un perro y un pingí¼ino”, “¿pero por qué un pingí¼ino?” “Es que me caen simpáticos los pingí¼inos”. Ockham te diría que recortaras ese pingí¼ino que no se necesita para explicar los ladridos. Si aplicas eso a la interpretación de la realidad, acabarás generando un modelo laico que es la ciencia, que es enormemente eficaz.
Pero no todos tienen acceso a él. Es como alguien que tiene un BMW y se pregunta por qué hay gente que todavía anda en vochito… para acceder a la ciencia necesitas tener cierta capacidad, inteligencia y cultura.
El país tiene que generar una cultura compatible con la ciencia. México no sólo no la tiene y tampoco está en vías de desarrollarla, si no todo lo contrario.

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