La reivindicación de un moderno

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El año 2010 tiene también un lado afortunado, es un año de celebración musical. Las principales salas de concierto en todo el mundo incluyen en sus programaciones obras del autor de La canción sobre la tierra, Gustav Mahler, para festejar 150 años de su nacimiento. Compuesta entre los años 1907-1909, La canción sobre la tierra fue una salida creativa al dolor que significó la pérdida de su hija María, que concibiera con la también compositora Alma Schindler. La pasión, el dolor, la muerte, así como el rechazo de importantes grupos de artistas a su música, marcaron la vida y las composiciones de Mahler.

Tres veces extranjero
Gustav Mahler nació en 1860 en una pequeña aldea en Bohemia. Desde sus primeros estudios los intereses musicales de Mahler tienden al cambio, lo que lo llevó de algún modo a la incomprensión de sus creaciones, que muchas veces fueron calificadas de manera peyorativa como “modernas” e incluso “degeneradas”. Con apenas 20 años de edad, Mahler participó sin éxito en un concurso de composición con su cantata “La Canción del Lamento”. A partir de entonces supo que había pocos oídos que compartieran su sensibilidad. Mahler transforma el romanticismo que bullía en el espíritu creativo de la época, para llevarlo a su culmen a partir de impulsar la sinfonía. Heredero de la visión musical de sus maestros Anton Bruckner y Alfred Epstein, Mahler acelera la maduración y desarrollo musical con sus diez sinfonías hasta influenciar a compositores del siglo XX, como Arnold Schí¶nberg y Alban Berg. Además de la sinfonía, Mahler encontró en el género del lied muchas posibilidades creativas que incluso conjugó en una sola partitura. Consideraba que el respeto a la música siempre era más importante que el que habría de tenerse a la tradición.
Mahler usó a su favor la descomposición de los valores armónicos de su época, el resultado se puede apreciar en la estructura de sus sinfonías que viajan, muchas veces con violencia, entre el gozo y la dolorosa desesperación. Mahler hizo de la composición la construcción de un universo atrevido por su complejidad, cuya orquestación anticipa al siglo XX al estimular y provocar la coloración musical, así como la experimentación de distintas combinatorias entre los instrumentos. Llama la atención el desarrollo de su obra ya que si bien se mantuvo dentro del sistema tradicional de tonalidades y armonías, Mahler consigue cambios sustanciales en la composición sinfónica. Sin embargo, durante su vida el reconocimiento lo recibió más por su trabajo como director de orquesta y ópera, que como compositor. Las ciudades de Leipzig, Pest, Hamburgo, Kassel, Praga y sobre todo Viena, en donde fuera nombrado director artístico de la Ópera Imperial, aplaudieron su desempeño cuando dirigía sus orquestas para interpretar óperas de Mozart, Wagner y Gluck. Dicho nombramiento pudo recibirlo luego de cumplir con la condición impuesta de renunciar al judaísmo y abrazar el catolicismo. Mahler fue consciente del rechazo, sobre el que alguna vez señaló: “Soy tres veces extranjero: un bohemio entre austriacos; un austriaco entre alemanes y un judío ante el mundo”.

Compositor de verano
De personalidad recia y gran carácter, Mahler organizaba su vida creativa con una celosa disciplina. Fueron muchos y conocidos los conflictos que tuvo con las orquestas que trabajó. No obstante, los resultados en las salas de concierto dejaban satisfecha a una audiencia que no podía más que celebrar aquella música. La exaltación creativa tocaba a Mahler durante el verano, que pasaba concentrado en la composición, el resto del tiempo se encontraba dirigiendo conciertos. En enero de 1908 Mahler hace su debut en el Metropolitan de Nueva York, donde reorganizaría completamente la ópera metropolitana que habría de dirigir hasta que crece una afección cardiaca detectada de manera tardía y decide regresar a Viena a pasar sus últimos días. Gustav Mahler fallece en mayo de 1911. Una vez vencido el nazismo, la renovación creativa occidental cedió un espacio a las composiciones de Mahler, que hoy ocupan un lugar de merecido privilegio. Además del sinfín de conciertos que este año celebran al compositor, importantes museos y galerías reciben el retrato más famoso de Mahler, realizado por Emil Orlik, otro gran artista judío-alemán nacido en tierras checas.
El 2010 guarda motivos muy distintos para llenar nuestros días. Las composiciones de Mahler son una invitación extraordinaria para celebrar la vitalidad de la música y nuestra innegable fragilidad.

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