La primavera de los estudiantes es el invierno de los políticos

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Para muchos de nosotros es una grata sorpresa presenciar las movilizaciones estudiantiles recientes a favor de una contienda electoral justa, bien informada y propositiva. Ver en los noticiaros nacionales escenas llenas de jóvenes marchando en las calles para demostrar su hartazgo al sistema político es, sin duda alguna, una dulce esperanza sobre el futuro de nuestra nación. Las nuevas generaciones ilustradas ponen el ejemplo a millones de nosotros, y lo hacen desde demandas elementales de respeto a la voluntad popular y rechazo a la manipulación que las grandes televisoras llevan a cabo para imponer sus intereses, intereses que cuadran perfectamente con la clase política que nos gobierna.
Sin embargo, es justo ubicar estos acontecimientos en su real dimensión para que no caigamos en posiciones absurdas, como “por fin despiertan los jóvenes”. Primero hay que reconocer que estamos ante movilizaciones de jóvenes universitarios. No es toda la juventud la que protesta. Son sectores juveniles que gozan de la oportunidad de acceso a la educación superior. Sabemos perfectamente que no todos los jóvenes en este país tienen esa oportunidad. Que el modelo de nación que se ha impulsado durante los últimos años ha privilegiado otras cosas, antes que invertir en una educación universal de calidad. Que millones de jóvenes en México no estudian, simplemente porque nunca se les dio la oportunidad, y después vienen los burócratas descarados a calificarlos de “ninis”. Son estudiantes universitarios los que protestan. En la historia de México el movimiento estudiantil ha sido uno de los protagonistas centrales en la vida política nacional y, ¡no se olvida!, ha sido cruentamente reprimido por gobiernos autoritarios que se han caracterizado por cerrar sus puertas a las propuestas frescas de las nuevas generaciones.
Justamente gracias al acceso de estos jóvenes a la educación superior, y a las nuevas tecnologías, es que ha sido posible su organización masiva y la vinculación entre estudiantes de universidades tan variadas como la UNAM, el IPN, la UAM, la Ibero, la Anáhuac, el ITAM, el Tec de Monterrey, etcétera.
Sabemos que todo surgió en la Ibero, pero la tremenda indignación que provocó la visita de Peña Nieto a esa universidad fue demasiado “contagiosa” entre jóvenes universitarios deseosos de desempeñarse profesionalmente en un país más democrático, más justo, más libre.
No todos los estudiantes de esas instituciones están en las calles marchando, pero la transversalidad clasista que demuestra el movimiento “#YoSoy132”, habla de la tremenda incertidumbre que tienen en frente los jóvenes mexicanos que, como decía, son los más favorecidos entre sus pares. Ellos y ellas nos están evidenciando lo que millones sabíamos, pero no queríamos aceptar: ya no es posible seguir bajo el esquema actual de nación que insiste en impulsar la clase política. Los cambios son urgentes. Pero resulta indignante cuando desde la prepotencia del político (provenga de una trompa diazordazista, una calva salinista, las canas ramirezacuñistas, las barbas emilistas o de un copete peñanietista) se denigra, descalifica y “ningunea” a ciudadanos críticos que tienen todo el derecho a protestar. Es indignante que Televisa “pinte color de rosa” (cual telenovela) la campaña de Peña Nieto, menospreciando la potencialidad crítica y creativa de los estudiantes mexicanos. Es justo que surja un contundente “¡Ya basta!”
Hay que enfatizar la tramposa incongruencia en el discurso oficial (gobierno + medios de comunicación) sobre la apatía y falta de valores de la juventud contemporánea. ¿Apáticos? Si al menos en Guadalajara los gobiernos panistas han reprimido brutalmente expresiones disidentes de los jóvenes (Tlajomulcazo, 28 de mayo, Tianguis Cultural). Han demostrado que, con el abuso de poder, el disidente es fácilmente convertido en “delincuente”, “terrorista”, “saboteador”. ¿Sin valores? Si como bien decía Zeyda Rodríguez, profesora universitaria, son jóvenes que luchan por los valores más elementales de la vida democrática: derecho a la información veraz, alto a la impunidad, respeto a la voluntad popular, alto a la manipulación desde los medios. Más bien, es nuestra clase política la que carece de estos y otros valores elementales de la democracia.
Estamos ante un movimiento estudiantil apartidista, ciudadano, democrático, inclusivo. No cerremos nuestros ojos ante ellos y ellas. No volvamos a dejarlos solos y esperar a que solucionen el caos que nosotros hemos permitido. Es momento de poner atención a los sucesos que nos marcarán en los años que vienen. Es momento de actuar. ¡YO SOY 132!

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