La pluma una bayoneta

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En el otoño del Bicentenario, Luvina deja de lado las composiciones laudatorias y el revisionismo histórico para concentrarse en el germen de toda revuelta: la rebeldía. Temática como siempre, los textos que integran esta nueva entrega buscan construir un mosaico de reflexiones en torno a la actualidad de “esa necesidad humana de romper esquemas, salir de la tradición, y encontrar nuevas formas de vida, de expresión, nuevas formas estéticas”, explica Silvia Eugenia Castillero, directora de la revista.
“Tiene que ver con el Bicentenario, pero no se trata en concreto de eso. No podríamos haber hecho un número así, porque como concepto ya no existe ese sentimiento que motivó a los héroes de la Independencia y a los revolucionarios. La guerra hoy no tiene ideal: son las matanzas de los narcos que todos los días vuelan cabezas”, continúa.
Por el lado de la no ficción se encuentran un ensayo de Vivian Abenshushan sobre la evolución de los piratas de barco a los piratas de internet; otro contra la contracultura, del “replicante” Rogelio Villareal; uno más de Josu Landa sobre las diferencias entre el separatista Lope de Aguirre y el humanismo de los insurgentes; un panorama literario del fin de sií¨cle en la decadente Europa y sus bohemios indómitos de traje con chaleco, y una descripción etimológica de lo gay y su aplicación a la literatura como si constituyera un subgénero.
En la otra vera, José María Cumbreño firma un texto sui generis sobre Jean Michel Basquiat (el pintor, el personaje); Jean-Pierre Vallotton retrata en un pequeño poema en prosa al maldito, Baudelaire; Miguel Tapia Alcaraz escribe un cuento ambiguo sobre una guerra y todas las guerras; Feli Dávalos versifica un poema sin metro, rima, pureza de lenguaje ni deferencia alguna por la Patria, sino lleno de ironía que denuncia el estado actual de las cosas. Se llama “Bicentenario”.
A este último aplica también lo que dice Castillero sobre la plástica de Daniel Guzmán —esculturas como rejillas con mensajes tipográficos, imágenes de un video aparentemente sobre zombis, dibujos en torno al rock impregnados de mala caligrafía—: “El tema puede ser fuerte y hasta escandaloso, pero a fin de cuentas todo es realidad, realidad intervenida con un sentido artístico, pues hay belleza en ello incluso si parece desagradable”.
De un polo a otro, la rebeldía termina por balancearse entre las páginas; ni los héroes ni lo contrario, ni la efigie ni lo contestatario, ni una apología de la trasgresión ni una reconstrucción de los próceres.
El secreto de este equilibrio estuvo en la selección de las plumas, comenta la directora: “Para lograr un espectro amplio, hicimos la convocatoria a los autores que consideramos que están prendidos con ese tipo de literatura, y luego se corre la voz y llegan propuestas inesperadas y de sorprendente calidad. Lo curioso es que la mayoría son gente muy joven, y eso nos da gusto porque es una de las misiones de Luvina: darle espacio a esas voces que van empezando”.
Por último, en la sección “Páramo” se incluyen reseñas de Víctor Ortiz Partida sobre una novela de Cecilia Eudave, y de Daniel Orizaga Doguim sobre Grano de sal y otros cristales, de Adolfo Castañón; una nota sobre Orozco a propósito de la retrospectiva de su obra que se presentó en el Hospicio Cabañas; una crítica de Ana Paula Santana a la disolución de la rebeldía en una cantante surgida del underground capitalino, y las columnas de Antonio Deltoro y Jorge Esquinca.
Tras ensancharse 100 folios en el número 59, Luvina vuelve a su extensión regular de 150, más que suficientes páginas para ocupar con lecturas y alimentar la conversa de aquí hasta que empiece la Feria Internacional del Libro. Sin embargo, los impacientes pueden ir calentando motores si buscan textos de Antonio Gamoneda, Arturo Colinas, Juan Pedro Aparicio y José María Merino, que son los nombres que poblarán el próximo número, dedicado al invitado de honor de la FIL: Castilla y León.

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