La destrucción como una de las bellas artes

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Guadalajara ha sufrido tantos cambios que ya no se parece a la de antes, dicen con añoranza los que tienen memoria. Desde su fundación hasta estos tiempos, la ciudad se ha conservado muy poco en comparación de urbes como Querétaro, Zacatecas o Guanajuato.
La ciudad fue alguna vez centro de la vanguardia arquitectónica; albergó la primera Facultad de Arquitectura del país con catedráticos europeos y contó a lo largo de su historia con destacados artistas como Luis Barragán, Rafael Urzúa e Ignacio Díaz Morales. Sin embargo, los edificios que recuerdan nuestro pasado y patrimonio cultural han quedado en añicos, por la modernidad y el comercio, o simplemente por la ignorancia o apatía de una sociedad que no defendió a su ciudad.
Alfredo Alcantar, coordinador de investigación y posgrado del CUAAD, recordó que hace más de 500 años cuando era la Nueva Galicia, el primer cuadro de la ciudad fue trazado en retículas, conceptos que en ese entonces estaban de moda.
La arquitectura era meramente religiosa porque la gente aspiraba a alcanzar la vida eterna a través de ser buenos con sus semejantes y asistir a actividades religiosas.
Se construyeron decenas de templos y varios edificios de estilo barroco para albergar a jesuitas, carmelitas, dominicos y agustinos. Se edificó el icono religioso histórico más importante: la Catedral, un edificio monumental del siglo XVI de elementos góticos, renacentistas y medievales.
“La Catedral es el edificio más importante de todo el obispado de Guadalajara, tan importante como la de México y Puebla. La Catedral era para la zona de los Altos, Colima, Aguascalientes y Nayarit. Era una zona dominada políticamente por la religión y el hito arquitectónico era este edificio”, indicó el investigador.
El arquitecto Alarife Martín Casillas comenzó su construcción en 1618, luego se fue modificando con la implementación del Sagrario Metropolitano y con las nuevas cúpulas, después de que el terremoto 1818 destruyera las originales.
Las exageraciones religiosas (siglo XVII y XVIII) llegaron a su límite y la arquitectura se interesó por lo grecorromano, con tendencias más terrenales.
La moda eran las academias humanistas, que teorizaban y repensaban las artes; así surge la Academia de San Carlos en la Ciudad de México a fines del siglo XVIII, de donde egresaron artistas con influencias europeas.
Manuel Tolsá, un catedrático español de San Carlos se encargó de crear los planos del Instituto Cultural Cabañas con estilo neoclásico, mientras que el ejecutor fue el arquitecto José Gutiérrez.
Pero en los albores de la Independencia decayó la producción arquitectónica a falta de recursos económicos, guerras y pestes. El género arquitectónico con más auge fue el funerario. Se construyeron panteones tan importantes como el de Belén, que nace en el positivismo, época en la que la sociedad aspiraba a la libertad y creía en las posibilidades científicas para alcanzar la plenitud humana.
El panteón de Belén fue elaborado por Manuel Gómez Ibarra, que revaloriza todos los estilos de la arquitectura occidental: gótica, romántica, bizantina; es una fusión de formas y una ensalada de estilos.
En el Porfiriato, Guadalajara se convirtió en punta de lanza para el comercio, se construyeron casonas de estilo renacentista como la Casa de los Perros. La moda también era el art noveau es decir, implementar formas orgánicas y enrejados con movimientos de hierro y vidrio, como se aprecian en el quiosco de la plaza mayor de Guadalajara.
El Teatro Degollado fue un elegante edificio neoclásico construido por Jacobo Gálvez en 1856, también en tiempos del Porfiriato; al igual que las casonas y hoteles en Chapala, que en ese entonces era el Cancún de la época.
En los años 30, Guadalajara llegó a su auge arquitectónico, la Escuela Libre de Ingenieros logró una generación de artistas que no tuvo precedentes y uno de los más influyentes fue Luis Barragán, quien logró conjuntar estilos arquitectónicos internacionales pero rescatando materiales regionales como el adobe, la madera y las artesanías de Tonalá y Tlaquepaque e integrarlos con las áreas verdes. Un ejemplo de ello, es la Casa Iteso Clavijero. “Se produjo arquitectura con tanta calidad que no se parece nada a las otras”, dijo el conocedor Alfredo Alcántar.
A finales de los años 40 se edificó la Facultad de Arquitectura de la UdeG, fue un boom en ideas y vanguardias, ya que la planta académica estaba conformada por maestros europeos. Se construyen en esa época el Mercado Libertad y el Parque Agua Azul.
“En esos años la arquitectura logró grandes avances, la colonia Chapalita y algunos centros comerciales fueron producto de esa época, la facultad marcó un punto de referencia en la historia de la arquitectura de Occidente”.
Ya en los años 80 se construyen espacios como el Planetario o Expo Guadalajara, donde se usan estructuras de hierro en forma de estrellas que reparten las fuerzas.
Alcántar indicó que el tequila, el mariachi y la arquitectura de Luis Barragán son elementos representativos de la gran cultura que tiene el Occidente de México. El problema es que no se ha valorado, incluso a causa de los intereses personales se destruye el patrimonio cultural, sobre todo en el Centro Histórico, donde las plantas bajas de las casonas del siglo XIX ahora quedaron como espacios para el comercio.
“La destrucción es un atentado con la tradición, con los recuerdos de nuestros antecesores, uno ve con nostalgia el siglo XIX, si la comparamos con este tiempo, denota la falta de capacidad de la sociedad de poder defender lo que tenía y del gobierno que no recapacitó en las consecuencias de la pérdida cultural; de seguir así vamos a quedarnos sin patrimonio”.

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