Jean Meyer

1796

Aquella experiencia de un joven francés de 22 años recorriendo tres cuartas partes del territorio mexicano, fue una verdadera odisea. En ocasiones haciéndolo a pie y otras en el lomo de mula, Jean Meyer conoció las entrañas de un país donde, unos años antes, se había levantado el polvo de los combatientes y respirado el tufo de la pólvora de la Cristiada. Fenómeno que aún en 1965, cuando él llegó, no había sido estudiado a fondo. Lo que aquel muchacho buscaba, era crear un archivo histórico de la guerra para su tesis de licenciatura, lo cual le permitió viajar por toda la región donde se llevaron a cabo las batallas entre cristeros y federales. Sin embargo pasó algo que no esperaba: se enamoró de la que ahora es su patria adoptiva.

Cincuenta años después, Meyer estuvo en Lagos de Moreno para dictar la conferencia magistral “La Cristiada, ¿una vendetta mexicana?” y para recibir el galardón Carlos Terrés al mérito en las Humanidades y las Ciencias Sociales, que honra su actividad intelectual y le fue otorgado por el Centro Universitario de los Lagos (CULagos). Con la misma actitud de aventurero y cronista de pasajes históricos, habló de la realidad actual de México, y comparándola con la del país regido por fuertes figuras presidenciales anteriores, concluyó que el poder en esta nación, hoy día, no lo tiene el presidente, como pudiera parecer, sino los empresarios y el narco.

La Cristiada comenzó por una orden presidencial, ahora se habla de un nuevo presidencialismo y también se habla de que el presidente está fortalecido, ¿usted ve fuerte al Ejecutivo federal?
Creo que de repente lo que descubrimos con la alternancia en 2000 es que el presidencialismo no es tan fuerte como lo creímos. Los dos presidentes panistas no hicieron nada, porque no tenían la mayoría en el Congreso, pero el presidente actual tampoco es tan fuerte como podría parecer. Uno de los problemas en México es que tenemos que redefinir nuestro federalismo, que hoy en día significa el poder absoluto de los gobernadores, que curiosamente son los únicos que no rinden cuentas y no hay transparencia.

Reciben mucho más dinero que incluso hace 20 años. Todo esto abre un espacio a la corrupción mucho mayor. Cuando la figura del presidente era la del “Señor Presidente”, fue en el periodo de 1965 a 2000, pero eso no existió antes y no existe hoy día. Yo diría que el estado presidencial es muy débil y nuestro problema es redefinir el federalismo.

Ante esto, ¿cómo queda la figura presidencial?
Ahora la figura presidencial queda, más que nada, como chivo expiatorio. El poder real es el que no se ve, tanto el del narco como el del dinero y de quienes se reparten el botín. Cuando uno ve hoy en día la crisis en la que está sumido el IFE (Instituto Federal Electoral) —que por desgracia ya es el INE (Instituto Nacional Electoral)—, que tiene un presidente que estimo mucho, Lorenzo Córdova, quien para mí es un hombre muy inteligente y honesto, y vemos esa actitud de los partidos que se retiraron: es un sabotaje absurdamente inadmisible y una irresponsabilidad increíble cuando tenemos en junio elecciones.

Y con toda esta crisis y descontento social, ¿la democracia sigue siendo la respuesta a la inconformidad de la sociedad?
Yo sigo creyendo que, como dijo Winston Churchill, la democracia es pésima, pero de todos los regímenes es el menos malo. Ahora bien, en junio, por primera vez en mi vida, yo no sé por quien votaré, pero ése es un problema personal. No quiero decir que no deben votar, aunque sencillamente digo que el PAN está sumido en una crisis tremenda, el PRD se descalificó, MORENA ni quiero saber de él y los otros partidos deberían desaparecer, porque son una vergüenza para la democracia mexicana. Al mismo tiempo no soy pesimista. Recuerdo que cuando yo entrevisté a algunos cristeros, le decía a un amigo que me acompañó en aquellos años, que no sabía por qué el Estado mexicano era tan malo —porque me caía muy mal el Estado mexicano— cuando el pueblo es tan bueno, y él me decía que era la historia de México desde siempre. Hoy en día, toda esa parte de arriba nos obliga al pesimismo, pero abajo sigue existiendo el pueblo mexicano, y no me refiero a los malvados de Tepito y de la plebe que vive de los traficantes y narcotraficantes, hablo de esos trabajadores sencillos y honestos: policías, barrenderos, los obreros o los ingenieros. ¿Por qué crees que los Estados Unidos aprecian tanto la mano de obra mexicana? Eso es lo que me da esperanza, así como la gente que se organiza. Con todo y los problemas hay muchos recursos y no me refiero a economía, hablo de la gente.

¿Cómo ve el regreso del PRI?
Tengo un amigo priista que me decía que se veía que iba a ganar el PRI y que él trataba de convencer a sus compañeros del PRI que tenían que cambiar de política, nada de revancha. Y me decía: “Pero no hay manera que entiendan. No perdonan que durante 12 años estuvieron fuera del poder, lo sienten como una usurpación, como un crimen histórico, como que unos bandidos se llevaron el poder que ‘nos tocaba’”. Detrás de nuestro presidente está un partido que ni ha aprendido nada, ni ha olvidado nada.

¿Eso es el motivo principal por el que ya no existe confianza en el ciudadano?
Te puedo decir que en Francia la situación es la misma, igual que en España. En general sí creo que hay un desgaste de la democracia que es peligroso, porque la misma gente quiere tirar la democracia al bote de basura porque no ha resuelto sus problemas. El problema de la corrupción no sé cómo lo vamos a resolver, porque es tan antiguo que ya permeó a toda la sociedad. Mientras que en otros países la corrupción se mantiene en una esfera, en México está en todos los niveles. En Italia la mafia mataba jueces, aquí se nos olvida lo corrupto, no se le da seguimiento. La prensa mexicana no da seguimiento a los asuntos, en los periódicos anuncian que liberan a Hipólito Mora, pero nadie se preocupa por Mireles que está encarcelado e incomunicado desde hace meses: ¿por qué liberaron a Hipólito Mora y sigue preso Mireles? Es fácil, porque es un rebelde.

A nivel histórico, ¿encuentra alguna similitud entre Tlatelolco y Ayotzinapa?
Ninguno. El 2 de octubre lo veo como un asunto político, Ayotzinapa es un asunto criminal. Uno puede calificar el 2 de octubre como un crimen, pero en el peor de los casos es un crimen político que se puede explicar por una concepción de la razón de Estado en vísperas de los juegos olímpicos. En el caso de Ayotzinapa tenemos un crimen bárbaro, espeluznante, que no tiene ninguna justificación política y que señala lo que dije en un inicio, la ausencia o la debilidad del Estado mexicano. Mientras que en Tlatelolco se entiende una sobrepresencia y sobreactuación del Estado mexicano, entonces aquí hay lo contrario. Más allá de la muerte física de personas, no hay ningún elemento de comparación posible.

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