Hispamérica 40 años de alimentar cronopios

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En septiembre de 1972, Julio Cortázar fumaba frente a su máquina de escribir, mientras redactaba en tono categórico pero franco y cordial, una carta a Saúl Sosnowski, editor de Hispamérica, revista de literatura. “No me parece bien abrir eso que llaman una polémica sobre la base de un reportaje”, decía Julio en respuesta a las declaraciones que David Viñas había hecho a Hispamérica un mes antes, en el primer número de la revista que hoy celebra su cuarenta aniversario. La polémica estaba abierta.
Sosnowski, de 26 años, recién había ido con Adolfo Bioy Casares a pedirle un cuento inédito para la revista que estaba por editar. Sin dudarlo, Bioy Casares le entregó “Una guerra perdida”, texto que apareció en el primer número. Han pasado 117 ediciones desde la inicial, mientras el mundo y el idioma se nos han transformado a la sombra de sus fronteras.
Así comenzó la historia de una revista peculiar que en su quinto aniversario tuvo de jurados en un concurso de cuento nada menos que a Roa Bastos, Cortázar y Vargas Llosa, que había surgido porque “no me gustaban las revistas académicas, un conglomerado de ensayos puestos entre tapas”, dice su editor; “quería mostrar las diferentes etapas de la producción literaria, de ahí secciones como taller, entrevistas, textos de ficción, ensayos, poesía, notas”.
Lejos quedó el boom de García Márquez, Vargas Llosa, Cortázar y Fuentes, reyes Midas de la escritura, que convertían en oro cada historia. Cinco décadas después, advierte Sosnowski, “no somos exóticos para nadie, ya se incorporó la literatura latinoamericana a los anaqueles de cualquier universidad”.
¿Por qué una revista concebida en medio de la censura que acechaba a cada linotipista, sigue vigente? Por fidelidad a la lectura honesta. “Ha habido hechos históricos, desde la utopía de los años 60 o las peores dictaduras, del exilio hasta el narco y la violencia. Pero ahora –dice Sosnowski–, como lo expresó Monsiváis en una ocasión: ‘ya nadie habla de revolución, ya todos hablan de democracia’. La muerte sigue siendo la misma, sólo las formas han cambiado”.
Abrir un ejemplar de Hispamérica es darse cuenta que no fue producto de la espontaneidad, como tampoco es carnada de famas con piel de esperanzas. Puede distinguirse la huella de Sur, de Victoria Ocampo, o de Cuadernos Hispanoamericanos, a fin de cuentas también ha dado vida y marcado la pauta del oficio literario del siglo XX. No hay ilustraciones, porque no las requiere, un poco para “evitar que el mundo académico la descarte y al mismo tiempo como la mejor manera de presentar textos que se defiendan por su cuenta”.
Entre la avalancha de revistas, cada una más alejada de la sencillez que otra, Hispamérica es un prodigioso miligramo, en el que todas las voces latinoamericanas, desde las graves como Rulfo, Asturias, Ribeyro hasta las de Ferré, Yurkiévich, Sarduy o Atahualpa Yupanqui se han escuchado al unísono, en defensa constante del arte y el saber, tan humanos como la libertad atropellada innumerables veces y de tantas formas en la América hispana.
Sus primeros 22 números se editaron en Argentina, para después emigrar al norte en compañía de su editor. Así llegó a Estados Unidos, pero se mantiene, dice Sosnowski, “con la mirada siempre puesta en América Latina; a pesar de que es una revista de consulta en centros universitarios de todas partes del mundo en las que se difunde, hace su propio recorrido, sin ninguna injerencia angloparlante”, desde donde emerge cada abril, agosto y diciembre, “a veces con un par de meses de atraso, como cualquier revista literaria que se respete”.
Tras 118 números, luego de crear su propia editorial, con el acervo disponible en la web a través de www.jstor.org, esta revista se ha vuelto objeto de culto, con un índice de antología, en el que a cada mirada retrospectiva se asoma una especie de parnaso.
Si el Grandísimo Cronopio atestiguara este 40 aniversario, seguramente volvería a cerrar su carta con la sentida alegría de huésped: “Lo importante, en el fondo es que sean otros los que nos lean y saquen sus propias conclusiones, y por eso van estas líneas, junto con mis mejores deseos para HISPAMÉRICA y para usted”.

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