Hidalgo los mitos de la excomunión

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Hidalgo sí incurrió en delitos que la Iglesia castigaba con la excomunión, como perseguir y acechar la vida de sacerdotes y frailes. Además, cuando inició el movimiento armado, el Tribunal de la Santa Inquisición lo mandó llamar y lo amenazó con la excomunión si no se presentaba. Hidalgo hizo caso omiso a la orden, explicó el historiador Jaime Olveda Legaspi.
El doctor en historia por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), fue entrevistado por La gaceta después de la petición del director del Archivo Histórico del Arzobispado de México, Gustavo Watson Marrón, para que en los libros de texto aclaren que los dos cabecillas del movimiento independentista en México (Hidalgo y Morelos) no murieron excomulgados.
Watson Marrón afirma que Morelos e Hidalgo se confesaron antes de morir y fueron enterrados en terreno eclesiástico, por lo que no murieron excomulgados.
La excomunión a Hidalgo es un tema confuso, explicó el académico de la UdeG, porque ésta fue expedida por Manuel Abad y Queipo, un obispo electo, pero no consagrado. El motivo: haber iniciado una rebelión, lo que no era causa de excomunión, la que fue reconocida por el arzobispo de México. Éste le dio validez y otros obispos también la reconocieron, entre éstos el de Guadalajara, Juan Ruiz de Cabañas y Crespo. El documento se hizo público.
Posteriormente, cuando Hidalgo fue sometido a juicio en Chihuahua, lo exoneraron de esa pena y murió reconciliado con la iglesia. Esta institución quiere aclarar esto, señaló el también investigador de El Colegio de Jalisco.
No sólo Hidalgo estuvo excomulgado, sino también los demás caudillos que continuaron con la rebelión, pero finalmente se reconcilian con la institución eclesiástica. Algunos se retractaron, otros no, pero a pesar de ello mueren dentro del seno de la iglesia.
“En aquella época la excomunión era un asunto muy delicado. Todos querían morir reconciliados con la iglesia, y así fallecieron todos”.

La iglesia puede tener razón
La iglesia católica encuentra la oportunidad para aclarar las posiciones que tomó durante la guerra de independencia. Esta institución ha sido desvirtuada por la herencia que dejó la historiografía del siglo XIX.
El historiador Jaime Olveda explicó que la historiografía liberal del siglo antepasado presenta una imagen distorsionada de la iglesia católica, como enemiga del progreso y que actuó mal en todos los sentidos. Esa idea tiene que ser superada. Es válido que la iglesia pida que se hagan aclaraciones sobre su actuación. “Esta institución puede tener razón”.
El discurso cívico exalta a las figuras de los caudillos de la independencia, las cualidades de los insurgentes y minimiza al bando realista, y hereda a la posteridad ideas distorsionadas sobre los hechos históricos. El concepto que se tiene de la guerra de independencia es maniqueo: los buenos del lado de los insurgentes y los malos en el bando de los realistas. La iglesia queda ubicada dentro del segundo.
“A la iglesia hay que entenderla como una institución conformada por seres humanos. Entre sus funciones está conservar la integridad de la religión católica. Es tradicionalista. Así lo fue y lo seguirá siendo. Entonces, cuando ésta siente que un movimiento, ley o decisión amenaza los valores que defiende, reacciona, cuida sus intereses, como todas las instituciones”.

El bicentenario
La iglesia católica no quiere quedar fuera de las celebraciones del bicentenario de la independencia y busca los espacios para acomodarse en éstas, señaló Francisco Javier Moreno, académico del CUCSH, quien externó otra opinión sobre el tema.
Esta institución quiere ubicarse en los procesos de la historia de México y que los niños al leer los libros de texto no tengan una visión deformada, según su punto de vista.
Javier Moreno afirmó que la iglesia católica mexicana desestimó el papel que tuvo durante el movimiento independentista. Trató de acercarse a los nuevos gobiernos del México independiente que hacían profesión de la fe católica. Primero lo hizo con Agustín de Iturbide, más tarde con Guadalupe Victoria.
Dos posiciones destacan por parte de la iglesia en el proceso de independencia: la que tomaron sus jerarcas de 1810 a 1820, como enemigos abiertos del movimiento y la posterior, cuando Agustín de Iturbide la consuma en un contexto político y social diferente al que enfrentó Hidalgo.
Resalta el caso del obispo Cabañas, quien termina apoyando a la independencia. Incluso la diócesis de Guadalajara aportó 25 mil pesos oro para la causa.
La primera constitución mexicana, promulgada en 1824, en su artículo tercero establecía como única y exclusiva la religión católica: no había libertad de cultos.
“Este privilegio de las leyes y los gobiernos mexicanos de las primeras décadas de la independencia, obligaba a los líderes de la iglesia a estar bien con estos nuevos poderosos, que ya veneraban a Hidalgo, Allende, Morelos y los habían hecho héroes.
“Imaginemos a los jerarcas de la iglesia, como el arzobispo primado de México o los diferentes cardenales, excomulgando a Hidalgo. Obviamente no lo harían, pero Abad y Queipo, como obispo de Michoacán y Juan Ruiz de Cabañas y Crespo, como obispo de Guadalajara, sí excomulgaron a Hidalgo”.

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