El teatro en casa

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El quehacer teatral en Guadalajara se ha constituido por una comunidad artística poco vinculada entre sí, muchas veces confrontada y en autoconstrucción permanente. Si bien muchos de los proyectos surgen bajo el auspicio de las instituciones, éstos comparten con quienes se mantienen al margen de ellas, la lucha por hacer crecer un público que sigue siendo escaso en las salas. Nuestro teatro aún aspira a convertirse en un espacio de convergencia social y cultural. Ante un proyecto económico que ha castigado al sector cultural en México, el concepto compañía teatral —que supone presupuestos de producción, mantenimiento de un teatro, honorarios de creativos, nómina de actores y tramoya, derechos de autor, gastos de promoción, difusión y publicidad— ha sido desdibujado frente a colectivos y grupos que lentamente se definen bajo esquemas productivos más o menos alternativos. En algunos casos, esta dinámica se traduce en la creación de lugares propios para la presentación de sus obras.
Durante la primera mitad del siglo XX, surgen en Jalisco espacios de particulares que hacían teatro de manera casi ingenua. La insuficiencia de infraestructura oficial, así como una necesidad expresiva fueron el impulso para la creación de estos lugares. Desde esos años y hasta las décadas de los 60 y 70 surgieron algunos espacios como el Teatro Arlequín y el Máscaras, con gente como Miguel Portilla, Waldo ílvarez y Tufic Marón, entre otros. A finales de los años 50 y principios de la siguiente década se construyen el Teatro Experimental de Jalisco, la Casa de la Cultura jalisciense y el Teatro Guadalajara del IMSS. Esto significó un freno para que los teatristas echaran a andar espacios, puesto que los nuevos escenarios oficiales satisfacían buena parte de la demanda. Para el investigador y actual jefe del Departamento de Artes Escénicas de la UdeG, El doctor Efraín Franco: “Quienes estaban al frente de estas iniciativas tenían una formación teatral. Ernesto Pruneda y Diego Figueroa, por ejemplo, se habían formado con el japonés Seki Sano, importante creador escénico. Ellos trascendieron la escena orientándola hacia posibilidades reales para formación de públicos. La Escuela de Artes Plásticas tenía un público cautivo de donde surgió el grupo que se convirtió en la Compañía Universitaria”. Otro de los espacios importantes para la escena local fue el Goethe Institut, que desde finales de los años 70 promovió el teatro en lengua alemana, especialmente la obra de Brecht. En los años 90 los principales espacios independientes de teatro fueron El Bodegón, El Pentauro y El Venero, proyectos que no consiguieron la permanencia por motivos económicos principalmente.

Del Caminante al Carromato
En los últimos diez años la cartelera teatral ha crecido cuantitativamente. Además del notable desarrollo de la infraestructura escénica, que ha permitido la llegada de espectáculos internacionales, encontramos algunos grupos locales que junto a la búsqueda de un discurso estético propio, se aventuran en la constitución de nuevos espacios para sus creaciones. A partir del año 2000, Héctor Monteón, quien se formara en el Taller de Teatro de la Escuela Normal de Jalisco y en la Compañía titular del Instituto Jalisciense de Bellas Artes, en la década de los 60, renta un espacio en el Centro de Guadalajara y comienza a acondicionarlo para la representación escénica, así nace El Caminante. Para Monteón la casa es resultado “de un proyecto personal. Ante el ayuntamiento estamos como centro cultural, así es como empezamos. En el 2004 tuvimos una beca del CECA y un apoyo de la SC que nos permitió la remodelación. En la actualidad, a pesar de tener un público cautivo, no es el suficiente para mantener temporadas largas cuando sólo éstas consiguen que el actor y el director tengan realmente un aprendizaje, mantener un espacio es muy difícil”.
Sara Isabel Quintero está al frente de La Casa Suspendida, otro de los espacios que ha ido consolidándose en la escena local. Quintero, reconocida figura del teatro en Jalisco, comenzó su camino independiente en 1999, año en que adquirió el inmueble de avenida Alcalde. “Al principio mi único interés era tener un lugar para ensayar, así que acondicioné un foro de cámara. Aquí ensayábamos obras que se montaban en el Experimental y en espacios de la Secretaría de Cultura. Cuando pretendí abrir en 2007 no pude hacerlo porque no había un giro adecuado. Fue hasta el 2009, cuando conseguí la licencia para operar como centro cultural. Ahora La Suspendida está cobrando un perfil, establecimos un criterio artístico. Pretendo que el público que nos acompañe sepa que encontrará trabajos de calidad, que cada montaje cumple con ambiciones y objetivos. Asumo los riesgos que esto implica. Me abrí a otras disciplinas como eventos de danza y música, creo que una de las estrategias para mantenerse es la diversificación y el establecimiento de alianzas”.
El diplomado de teatro impartido por la Secretaría de Cultura de Jalisco en 2004, da origen a la sociedad creativa que en 2006 se convierte en Inverso Teatro. Este grupo de jóvenes encabezado por Manuel Parra, abre un espacio para la escena en 2007. Curiosamente el mayor temor de Parra es que Casa Inverso sea considerada un teatro. “Cuando un espacio escénico se convierte en teatro se corre el riesgo de formar un coto. Lo que aquí buscamos es un lugar para el intercambio, pero sobre todo para la experimentación y la propuesta. La vocación de esta casa es la de favorecer, a partir de distintos cursos y actividades, la reflexión sobre la teatralidad, discutir con aquellos creadores que de diversas maneras rompen con la estructura del teatro desde la dirección, la dramaturgia y la producción”.
El grupo Tespis luego de seis años de trabajo, abre la casa de teatro El Carromato. Tespis, fundado y dirigido por Humberto Armas y Diana Alvarado, egresados del Cedart, comienzan este proyecto como una apuesta por la independencia. Mario Iván Cervantes, uno de los miembros del grupo señala: “Nuestro foco es la actuación y a partir de ahí formamos alianzas, identificamos nuestras debilidades y hacemos la estrategia, convocamos para que otros se acerquen y nos apoyen. El Carromato es un café, galería, librería, un espacio abierto para diferentes disciplinas artísticas, por el momento se mantiene gracias a cursos y talleres, pero esperamos se consolide con nuestro teatro”.
Si bien la trayectoria escénica de Fausto Ramírez es larga, ahora con A la Deriva Teatro comienza la empresa de la independencia gracias a la casa que lleva el nombre del grupo que encabeza. Para Ramírez: “A partir de contar con este espacio que rentamos y que eventualmente recibirá apoyos institucionales, comenzamos el camino para constituirnos legalmente, además de ser nuestro centro operativo, se abra formalmente al público”. Luego de pertenecer por muchos años a la extinta Compañía de Teatro de la UDG, Ramírez apunta: “La orfandad sirve para hacerte cargo, para experimentar cosas que en una estructura institucional no se podría pues su ritmo exige producciones nuevas.”.
Si bien estos grupos creativos comparten estrategias de producción escénica desde la independencia que da un espacio, siguen contando con la participación de subsidios oficiales. La libertad se manifiesta en la ruta estética que cada uno construye, cuya cercanía con el teatro tradicional o conservador varía generacionalmente. En nuestra ciudad, como en el resto del país, las tendencias de vanguardia son pocas y se encuentran lejos de ser las dominantes. Entre los más jóvenes hay una intención notable por romper las barreras entre la ficción y la realidad, por cuestionar desde varias fronteras a la representación, así como por la integración de diferentes disciplinas. A partir del trabajo de estos grupos, es posible decir que hay proyectos de gestión pensados y con prospectiva. Si bien la consolidación de sus espacios sigue siendo incierta, es posible advertir que la mayoría de ellos poseen herramientas conceptuales y prácticas que esperamos se traduzcan en una auténtica reflexión estética, en un cambio cualitativo en la escena de Jalisco.

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