El rostro plástico de México

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Las costumbres, la variedad humana y racial mexicanas son los sujetos de la muestra Rostro y tradiciones de México, que expone en Instituto Cultural Cabañas hasta el 17 de julio. Una exposición colectiva de tipo costumbrista centrada en aquellos pintores que abordaron en sus obras las tradiciones y escenas de la vida cotidiana mexicanas a finales del siglo XIX y que después de una transición modernista en los primeros años del XX, se orientaron a un realismo social durante la consolidación del gobierno revolucionario.
Diego Rivera, José Clemente Orozco, María Izquierdo, Frida Kahlo son algunos de los artistas que realizaron las 53 pinturas que componen la muestra, que es una de las tres colecciones propiedad de la empresa ING.
Retratos, tanto de indígenas como de mestizos, de trabajadores como de niños, naturalezas muertas, escenas de charrería y extractos épicos de los más grandes muralistas del país, componen esta exposición, la que nos conduce a través de más de medio siglo de arte mexicano, subdividiéndolo en siete cédulas que corresponden a diferentes épocas y estilos pictóricos.
El recorrido inicia con obras clásicas del costumbrismo del siglo XIX, para pasar al periodo de la Academia de San Carlos, con pinturas de alumnos de Antonio Fabrés, que dio clase en la Escuela de Bellas Artes, influidos por el impresionismo del mismo pintor catalán, como por ejemplo Rosario Cabrera.
La tercera cédula abarca los años que van de 1920 a 1938, en los que el arte mexicano adquiere un nuevo rumbo; es el periodo heroico, legendario y utópico, en que se verifica el “renacimiento mexicano”, cuando José Vasconcelos clamaba por un arte público e incorporaba en la academia a creadores de la talla de Diego Rivera, José Clemente Orozco y David Alfaro Siqueiros.
De estos tres grandes muralistas se ha dicho que sus estilos eran tan diferentes que se contrapondrían si no los animara, en el fondo, similares objetivos políticos: imbuir en el pueblo la conciencia de su historia, sus tradiciones y de su condición ante los retos del presente y el futuro. Las obras expuestas en el Cabañas son una pequeña muestra de esta ideología que subyace en la filosofía creativa de estos artistas.
Francisco Goitia y María Izquierdo son los exponentes principales de la sucesiva etapa de la muestra, que integra a los artistas que buscan hacer de la pintura una declaración política e ideológica. Más atentos, en cambio, a las vanguardias europeas del siglo XX, creían que la mexicanidad de sus obras se daría por sí sola.
La segunda generación de muralistas está incluida en la cuarta cédula, con obras de artistas como Frida Kahlo, José Chávez Morado y Raúl Anguiano, con sus temas indígenas; mientras que la siguiente es un paréntesis dedicado a la singular condición de la pintura de Jesús Reyes Ferreira.
Una sala entera está dedicada a su obra, expresión de la esencia mexicana, que se manifiesta por medio de su vivacidad de colores y la aparente trivialidad de sus motivos, como gallos, caballos, calacas y ángeles, lo que eleva el arte popular al nivel de arte universal.
La última parte de la exposición recibe el nombre de “La ruptura”, que se da en el arte mexicano con Rodolfo Morales, quien con su retrato de la realidad oaxaqueña logró capturar la atención internacional sobre México más que la pintura sobre temas políticos.
Otros dos artistas, exponentes de este movimiento y vinculados por sus estilos, forman parte de esta séptima cédula: Rafael Coronel y Francisco Corza, que se identificaron con las vanguardias europeas y estadunidenses.
Además de los pintores citados, forman parte de la muestra, entre otros, Saturnino Herrán, Agustín Arrieta, Emilio Baz y Viaud, Ernesto Icaza y Carlos Orozco Romero.

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