El punto G de la realidad

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Astrid avanza bailando entre nopaleras. Lleva un pasamontañas zapatista y se cubre el pecho con un perro xoloescuintle, al que abraza mientras huye de la realidad nacional. Como si se pudiera. Astrid Hadad, cabaretera, creadora del neoranchero y del heavy nopal, es también una vocera de la causa feminista y de la recuperación histórica de la mujer mexicana a través del humor. Adelita, bataclana, Madre Patria, puta y virgen, esposa mal amada, llorona y procuradora de placer, así es como se describe y busca retratar al género femenino que desde tiempos inmemoriales ha poblado, ésta, la que llama como su nuevo disco: Tierra misteriosa.

La multimamada
Como si fuera poca desgracia tener como madre de la patria a la muy castigada Malinche, el cine nacional nos heredó una tipología dolorosa y moralina de la mujer, misma que lamentablemente sigue vigente en la televisión y las calles mexicanas. Hadad atrapa al vuelo esas caricaturas para llevarlas al límite a través de sus canciones y de un juego escénico que guarda todo el corazón del cabaret mexicano y sus rumberas, el de las inolvidables Meche Barba, María Antonieta Pons y Rosa Carmina. Hadad viste lo mismo una falda de corazones mexicas sacrificados, que un vestido-retablo sevillano para coronarse con el sistema solar o de plano con un sombrero charro que sostiene un campanario barroco y poblano. Hadad aparece en escena y su figura es ya un performance feminista que con gritos y retobos a la historia, al machismo, al conservadurismo y a la clase política, termina presentando al público un auténtico e incendiario coctel que arranca carcajadas. No tiene que buscar mucho: Hadad sólo abre su aguda mirada a la vida cotidiana en México y ahí, en la superficie de nuestra vida social, se exhiben los prejuicios, la discriminación, la injusticia y también la falta de amor y de gozo que pueblan los lechos de los mexicanos. Lo que hace Hadad es envolverlos en elaboradísimos y espectaculares trajes, para luego cantarlos públicamente: Soy la multimamada, siempre doy todo y no me dan nada, soy la piñata brillante, raspada, golpeada, rota y regalada.
Si bien el espectáculo de La Hadad está poblado de folclor, su voz y presencia van más allá de la pirámide maya que lleva como falda. Como los conquistadores, se equivocan quienes buscan en ella juegos vocales deslumbrantes o un show de robóticas y despliegue tecnológico de asombro. El Dorado de su espectáculo está justamente en que su apuesta escénica sigue siendo de cabaret: se concentra en el discurso crítico, en la actualización de su mirada y sobre todo en el performance de su vestuario. Cada uno de los trajes es una escenografía completa, un viaje histórico, geográfico, cultural. Cada tocado y cada enagua ofrecen un chiste legendario y universal.

El punto G
Astrid Hadad educó el oído desde muy pequeña gracias a las voces de Toña la Negra, María Luisa Landín, Lucha Reyes y Edith Piaf, siendo las dos últimas sus favoritas. Ahora con una voz propia, Hadad entona el lastimero canto de un calcetín que suplica le zurzan su agujerito, para luego compartir la tristeza que producen los encuentros amorosos fallidos. En su disco Tierra misteriosa, séptimo en su carrera, Hadad vuelve al amor carnal con un delicioso y jocoso tango-rumba para burlarse de la ignorancia y falta de pericia de algunos hombres, que abandonados, no pueden sino justificarse ante la mal amada: No le encontré el punto G, no sé ni donde lo dejé, yo ortografía reprobé. Así vuelve a uno de los asuntos que más provocan el humor en este país de mustias deseosas y torpes amantes.

Concierto
El concierto de Astrid Hadad será el domingo 19 de junio, a las 19:00 horas, en el Teatro Diana. En esta ocasión Hadad estará acompañada por la banda tapatía Pumcayó. El costo de los boletos va de los 200 a los 450 pesos.

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