El puerquito de la clase

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ESTUDIANTES DE LA PREPARATORIA NO. 6

El que no denuncia cuando hay un acto de violencia, discriminación o de burla, es también partícipe y nosotros hemos aprendido en nuestra cultura política a quedarnos callados. Eso es terrible y nos habla de una falta de solidaridad con el prójimo, de que no hemos aprendido ni educado a nuestros jóvenes en esa participación, en esa denuncia de lo que está sucediendo”, reconoció la doctora Mercedes Palencia Villa, investigadora del Departamento de Estudios de la Educación, del Centro Universitario de Ciencias Sociales y Humanidades de la Universidad de Guadalajara.
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Encuesta
En días pasados, una encuesta del Instituto Nacional de Salud Pública 2007, llevada a cabo a nivel nacional y aplicada a jóvenes de entre 15 y 19 años, mostró que de 13 mil 104 casos representativos, quedaron de manifiesto altos niveles de intolerancia a la diversidad. Por ejemplo, más de la mitad de los entrevistados dijo que no le gustaría tener como compañeros a enfermos de Sida. En la misma tabla, siguieron homosexuales, capacidades diferentes, indígenas, ideas políticas diferentes, otra religión, extranjeros, baja condición socio económica y otro color de piel.
Los resultados sin duda son alarmantes, de acuerdo a la doctora Mercedes Palencia, quien señaló que se trata de un fenómeno social que se está dando a nivel mundial y una de las causas más importantes para explicarlo es que se da a partir de la globalización y de las tecnologías. En este sentido, citó el uso de las computadoras, celulares y aparatos que se consideran medios de distracción para los jóvenes, pero que les permiten el uso de la violencia y la burla. “Estos resultados se han reflejado en actos que hemos visto en países como Estados Unidos, casos donde los chicos cansados de ser discriminados son capaces de generar una violencia con toda la crueldad contra su escuela”.
Es importante señalar que este tipo de fenómenos sociales pone de manifiesto la relevancia que tiene la escuela y la educación, ya que en la cultura mexicana no está arraigado el compromiso de la denuncia y es en donde se tiene que involucrar a los jóvenes. Así, es preciso saber que esta violencia que se da en las escuelas es una violencia cuya responsabilidad recae también sobre el espectador que la presencia.
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Apodos y traumas
En la encuesta levantada por el Instituto Nacional de Salud Pública, también se muestra que a primera impresión no se está de acuerdo con la violencia sin embargo, un alto porcentaje ha abusado de sus compañeros con insultos, poniéndoles apodos ofensivos, rechazos, escondiéndoles sus cosas y hasta con golpes; todas estas áreas dominadas por los hombres. Los únicos renglones donde las mujeres consiguieron más alto porcentaje son aquellos donde refieren que los ignoran y hablan mal de sus compañeros.
Actualmente se le da muchísima importancia al cuerpo, a la individualidad, “le dan tanta importancia que podemos ver en televisión que anuncian no estar gordo y es como la meta de todos los jóvenes”. Es algo muy estigmatizado de esta época, entonces evidentemente eso hace que la crítica sea aún más severa.
También algo que propicia esa “carrilla” es la diferencia en la educación sexista: los chicos aprenden a no ser mujeres, así construyen la virilidad o la masculinidad, al estar demostrando que no son “viejas”; el mayor insulto a un joven es decirle “vieja”, o decirle atributos femeninos, esta interacción de la cultura patriarcal influye de manera substancial en las discriminaciones.
 Lo fundamental es educar en una cultura de participación  política y eso implica que los jóvenes aprendan a no quedarse callados cuando están frente a un acto de discriminación; lo más difícil es que puedan establecer esta solidaridad y que puedan intervenir en casos injustos. “De cualquier manera los resultados son alarmantes porque es casi el 40 por ciento de la población ha tenido o ha sufrido esa violencia de sus compañeros”.
El sondeo exhibe niveles altos de estrés y de depresión, en menor medida entre los hombres que entre las mujeres. Destaca que en el último mes previo a la encuesta, las mujeres sintieron ganas de llorar, revelaron tristeza, soledad, temor, que su vida era un fracaso, no les apetecía comer y 79.6 por ciento de ellas estuvieron tristes.
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En casa con los padres
El entorno social tiene una influencia primordial: predomina una sensación de rechazo y nerviosismo que se acentúa en el entorno familiar… por ejemplo, 84.9 por ciento siente que muchas cosas los ponen nerviosos, otros se asustan con facilidad, les es difícil hacer amigos y se sienten criticados en casa. 61.8 por ciento afirma que nunca se lleva bien con sus padres, no les prestan atención, nunca les expresan sus verdaderos sentimientos y 34.2 por ciento señala que nunca les es fácil hablar de sus problemas.
La doctora Mercedes Palencia subrayó que la relación con los amigos se vuelve más importante que la relación con los padres, y esa situación provoca una brecha generacional con los adultos.
La encuesta habla de educación media superior y el problema es justamente que esto se está dando en mayor grado y se ha estudiado más en el nivel de secundaria. “En bachillerato, los jóvenes tienen un poco más de independencia y autonomía que les permite actuar ante situaciones violentas, pero en secundaria es donde se presentan índices mayores y donde está el peligro de integridad de los jóvenes. Esto es motivo casi de quererse suicidar”.
 Precisó la investigadora que el problema no es menor, por el contrario, y los padres tienen que trabajar y observar con atención cómo se comporta su hijo, pues el primer apoyo que tiene un joven para denunciar una problemática de esta índole, es su familia, “si no tiene ese apoyo con los más cercanos va a ser muy difícil que pueda actuar solo”. Ese sería un primer paso, porque muchas veces los padres ni se enteran de lo que están viviendo sus hijos, de ahí que deban estar atentos a los primeros síntomas de aislamiento, de depresión.
 Enfatizó que el apoyo de los padres puede desencadenar otro tipo de ayuda como el de los amigos, sobre todo si forman parte de un grupo, aunque el mayor problema que desencadenaría es más violencia. Por ello, se pronunció porque algunas dependencias de gobierno se involucren más con estos temas, caso concreto el del Instituto de la Juventud, que está obligado a generar programas de prevención y políticas que les permitan tomar cartas en el asunto y actuar.

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