Crimen castigo y literatura

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En México, periodismo, literatura y país, surgen al mismo tiempo. Se consolidan entre sí y dan origen a la comprobación de las teorías de Roberto González Echevarría (Mito y archivo. Una teoría de la narrativa latinoamericana) sobre la génesis de la literatura hispanoamericana desde los archivos de las Crónicas de Indias y su relación con el poder.
Bernal Díaz del Castillo atestigua con Historia verdadera de la conquista de la Nueva España, que el mexicano es un pueblo que nació de la conquista, el mestizaje y la narración de todo ello. Hernán Cortés mismo relató para el rey Carlos V las conquistas de una tierra que desde su historia precolombina tenía enraizada la tradición de la sangre.
El periodista Sergio González Rodríguez lo expone así en De sangre y de sol: “Los sacrificios masivos de prisioneros de guerra servían para sembrar el pánico entre los vencidos, pero sobre todo reafirmaban la supremacía del vencedor a partir de la fuerza mágica de la sangre derramada”. ¿No son acaso similares en intención los asesinatos modernos y los sacrificios aztecas? ¿Qué lo puede explicar mejor, la literatura o el periodismo? La respuesta está en la evolución del periodismo nacional y en la participación de sus literatos en la construcción del mismo.
De la historia de México, literatura y periodismo puede dar cuenta el llamado Libro rojo, compilación de Vicente Riva Palacio y Manuel Payno, que cubre el tema desde la época colonial hasta finales de la Reforma, y que se ve complementado por el Nuevo libro rojo, editado por el Fondo de Cultura Económica este 2009.
En Los mil y un velorios. Crónica de la nota roja en México, Carlos Monsiváis indaga en la persistencia del género en el país, a la vez que retrata las pulsiones tanto literarias como veniales, del ser nacional. Sobre la atención que sigue demandando de los mexicanos el género de nota roja, la sangre en la tinta, Monsiváis dice: “El público ve en la nota roja una de las prolongaciones del sentido de la religiosidad popular. Idénticos los juegos entre fantasía y realidad (demonios y llamas voladoras visitan asesinos y pecadores en trance de muerte); idénticas las conclusiones morales”.
El periodismo pasó entonces de su etapa de gacetilla a la de la construcción de país durante la guerra de Reforma y la ocupación francesa en México. Nombres como el de Guillermo Prieto elevaron la calidad del periodismo mexicano, al tiempo que prepararon la formación de públicos, que se vendría abajo posteriormente con la llegada del porfiriato y su paz empobrecedora del pueblo mexicano, que daría una segunda época de oro a la nota roja, después de su primera forma en la época colonial.
Monsiváis explica: “En la nota roja la tragedia se vuelve espectáculo, el espectáculo adquiere características sermoneras, se extravía el regaño moral en la fascinación por la trama, el relajo aparece como cuento de la tribu, brota el suspense de sobremesa… también, en un nivel, se protegen las fortalezas judeocristianas, y la sacrosantidad de la monogamia (aplíquese sólo a mujeres), mientras se prohíben los Bajos Apetitos. Hay en la operación entera un premio soslayado y tolerado: el ejercicio de fantasías brutales y ceremonias de la represión sexual”.
Impulsos primarios, bajos instintos que se multiplican, al igual que el número de habitantes y que no hacen más que reafirmar que ahí donde habita el ser humano habrá crímenes y personas que los narren. Como lo sugiere en diálogo con el periodista Ryzard Kapuscinski, el crítico de arte, narrador, documentalista y poeta inglés, John Berger; la narración continuará su primacía, a pesar de las transformaciones sociales derivadas de las tecnológicas y económicas: “La información se ha convertido en un bombardeo continuo. Los Viajes, se hagan por placer o por necesidades económicas, como en el caso de la emigración, se han convertido en un lugar común. El mundo se ha convertido, por tanto, en algo inmenso. Y, sin embargo, ya no podemos sentirlo como nuestra casa. Esto significa que los relatos se vuelven extraños. La imaginación ha ocupado su lugar. Las sensaciones han sustituido al sentido del destino, que constituye la parte esencial de un relato. (…) Sin embargo, sigue produciéndose fiction, pero, por regla general, hay algo que no funciona, porque las palabras y las expresiones son demasiado grandes y demasiado cercanas a nosotros, y lo que está más allá de ellas, muy a menudo, en realidad, carece de cuerpo. Mientras que cualquier historia, en su significado más profundo, es algo que le sucede a los cuerpos: hombres, mujeres, caballos, incluso naves, que son como cuerpos. La diferencia que separa a la información de las historias verdaderas, las historias que le suceden a los cuerpos, está en la perspectiva, en la óptica de los hechos. La cuestión radica en cómo se narra una historia” (Los cínicos no sirven para este oficio).
En México no hay historia más claramente escrita en los cuerpos, que la de la violencia. Nada mejor para explicarla, que la mente y pluma de sus periodistas y escritores. El V Encuentro internacional de periodistas, de la FIL, tendrá una conferencia sobre estos temas.

“El crimen en México. Periodismo y literatura”.
3 de diciembre, 11:30 hasta 13:30 horas.
Salón Elías Nandino, planta alta, Expo Guadalajara.

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