Construir el futuro desde hoy

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En la antigí¼edad, fue Tales de Mileto quien intuyó la posibilidad de que existiera un solo elemento del cual estuviera hecho todo en el universo, decantado por el líquido del mar Egeo: “Todo es agua”, sentenció. Demócrito –siguiendo a su maestro Leucipo– propuso la existencia de una partícula material básica: el átomo. ¿Cómo es posible que todas las cosas hayan sido creadas a partir de un mismo material, si son tan diferentes ante nuestros sentidos?
Los filósofos de la Edad Media escucharon a Aristóteles: había que observar los movimientos, las transformaciones, los cambios. Así surgieron los alquimistas, que confiaban en convertir cualquier objeto en oro.
Durante la Ilustración germinaron los planteamientos de René Descartes y Christian Huygens sobre el movimiento de los cuerpos; las aportaciones de Gottfried Leibniz e Isaac Newton sobre las fuerzas; las conclusiones de James Prescott Joule, Robert von Mayer y Ludwig von Helmhotz sobre el calor.
Hacia finales del siglo XIX, los físicos distinguían claramente dos entidades en la naturaleza: la materia –todo aquello que ocupa un lugar en el espacio, afectada por fuerzas gravitatorias, caracterizada por tener masa y estar compuesta por átomos– y la energía, sin masa y sin capacidad para llenar el vacío.
Más que un objeto, un proceso que daba cuenta de las transformaciones ocurridas en la materia, y con una cualidad común: ni la materia ni la energía podían crearse o destruirse, sino que ambas cumplían cabalmente una inquebrantable ley de conservación.
A partir de esa perspectiva de imponente certidumbre, la física había logrado edificar una asombrosa síntesis de explicaciones relacionadas con la naturaleza. Y hubo quienes pensaron que la tarea estaba terminada. Pero el siglo XX fue inaugurado con la revolución de la física moderna, encabezada por Max Planck, Albert Einstein y Niels Bohr, entre muchos otros, y nuestro concepto de energía aceleró más su historia de transformación infinita. Ahora, por ejemplo, reconocemos variadas formas de energía: eléctrica, calórica, cinética, gravitatoria, elástica, potencial, química y nuclear.

El derecho a la energía
sostenible
Vivimos al pendiente de la energía. Nuestra vida diaria gira alrededor de ésta. Basta dirigir la mirada al entorno cotidiano: la iluminación de las calles y las casas, las baterías de las computadoras y los teléfonos, las hornillas de las estufas, los motores de los refrigeradores, automóviles y camiones. Sin embargo, se estima que en el mundo existen más de mil 500 millones de personas que no tienen acceso a la electricidad, además de otra cantidad semejante de personas en condiciones de pobreza que, a pesar de que los servicios eléctricos estén disponibles en sus comunidades, no alcanzan a pagar el costo de los mismos.
No son pocas las voces que se han alzado para advertir sobre la necesidad urgente de contar con fuentes de energía, eficientes y menos contaminantes, económicamente viables, socialmente aceptables y ecológicamente racionales, no sólo para causar un impacto menor en el ambiente, sino también para combatir la pobreza.

Nosotros y el futuro
Bajo estos argumentos, la Organización de las Naciones Unidas ha puesto en marcha una iniciativa global llamada: “Energía sostenible para todos”, que pretende fomentar la colaboración entre los gobiernos, el sector privado y la sociedad civil, para alcanzar tres objetivos fundamentales hacia el año 2030: garantizar el acceso universal a servicios energéticos modernos; reducir la intensidad energética mundial en un 40 por ciento; incrementar el uso de la energía renovable a nivel mundial al 30 por ciento.
Una de las primeras acciones de trascendencia mundial ha sido la proclamación de 2012 como Año Internacional de la Energía Sostenible para Todos, según la resolución 65/151 de la Asamblea General de las Naciones Unidas.
El objetivo es convocar a “la toma de conciencia sobre la importancia de incrementar el acceso sostenible a la energía, la eficiencia energética y la energía renovable en el ámbito local, nacional, regional e internacional”, evidenciando que “los servicios energéticos tienen un profundo efecto en la productividad, la salud, la educación, el ámbito climático, la seguridad alimentaria e hídrica y los servicios de comunicación”. Es decir, se trata de imaginar y construir desde este mismo momento el futuro que queremos.

*Sociedad Mexicana para la Divulgación de la Ciencia y la Técnica

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