Bailar fuera de la pobreza

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Cerca del cruce de Periférico y Mariano Otero, en Zapopan, se encuentra la colonia El Rehilete. Sin los servicios básicos de vivienda, en las casas de cartón, lámina, tablas de madera y algunas de ladrillo, sus habitantes sobreviven con letrinas y plagas de garrapatas que dejan los perros, cuentan algunos vecinos.

Ahí no es común que los niños vayan a la escuela, y unos cuantos estudian la telesecundaria. Sus padres trabajan en llanteras o se dedican a la albañilería, y las jefas de familia recolectan y venden cartón. Por eso el apodo de la colonia: “Las cartoneras”.

A las diez de la mañana de un miércoles de agosto, Melody Stefanie Díaz García, egresada de la licenciatura en artes escénicas para la expresión dancística, de la UdeG, llega a impartir una clase de baile a los niños. Ese día les enseñará bases de ballet y de danza contemporánea al ritmo de “Le moulin”, de Yann Tiersen. Son unos 15 bailarines de entre dos y 16 años, pero algunos faltaron a la clase de ese día porque no se levantaron: “Y si no se despiertan temprano, pues es mejor, porque me puedo ahorrar una comida. No me alcanza para darles las tres”, dice la señora Sandra, una de las mamás que ese día llevó al más pequeño de sus cinco hijos a la clase.

“Estos niños tienen mucho qué decir y con la danza contemporánea, libre y expresiva, pueden encontrar un camino”, explica Melody, quien desde hace un año asiste de manera voluntaria a El Rehilete. Quiere formar en los niños habilidades que les lleven a tomar mejores decisiones y a ser más felices a partir de la danza, “que no es sólo una forma de comunicación artística y de expresión de emociones o un medio de entretenimiento, sino una actividad benéfica en su formación”.

Con su proyecto “Danza con el alma Rehilete”, intervenir artísticamente en la colonia era la primera intención, pero “después de ver que hay niños talentosos, pienso que se pueden hacer muchas cosas. El proyecto a futuro es formar una compañía con estos niños, llevarlos a festivales de danza y que tengan la oportunidad de conocer otros países”.

“Las primeras clases quería verlos bailar y les ponía la música que ellos me pedían: salsa, reguetón y corridos. Eran agresivos, se golpeaban e insultaban”, cuenta Melody, mientras da la clase. Los bailarines, atentos y obedientes, atienden cada indicación de su maestra durante más de dos horas.

“Venir a las clases es divertido, porque te enseñan a hacer cosas que no sabes y no haces tarea. Estaría bien que vinieran a enseñarnos a hacer manualidades”, afirma Leonardo, quien tiene 12 años y quiere ser doctor.

Sandra, de 11 años, una de las bailarinas más entusiastas, le agradece a Melody: “Se siente mucha alegría que a usted le importó y viene desde su casa a darme una clase”.

Las clases son posibles gracias a la líder de la colonia, Teresa Hernández Sandoval. Los vecinos la llaman “Madrina” o “Sheriff”, porque acuden a ella cuando hay robos o violencia intrafamiliar. Vive desde hace seis años en El Rehilete y, como líder, es la responsable de entregar los apoyos que aportan asociaciones civiles, religiosas o instituciones de gobierno que de vez en cuando acuden a la colonia, ya que ninguna de esas instancias entrega apoyos fijos.

La Madrina, quien vive en la calle Fresno, realizó un censo en la colonia. Contabilizó unos 2 mil niños en 22 manzanas de 32 casas cada una.

“Antes los niños peleaban mucho, eran distraídos y acomplejados. Aún algunos no quieren ni platicar. Ahora se ve que tienen más confianza en ellos mismos, los ves más alegres, madrugan para la clase de danza a las diez de la mañana y ya casi no pelean”, dice la Madrina, quien sueña con colaborar para crear la Casa de la Cultura El Rehilete, en la que la educación pueda cambiar el rumbo y las expectativas de estos niños.

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