Un cruce tortuoso

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Juan Carlos deambula por la vía que lleva los trenes a Nogales y a Mexicali,  en el sur de Guadalajara, a su lado pero más atrás lo sigue “el Mora” un costarricense mulato, luego, “Chichino”, salvadoreño y Jorge, otro chapín paisano de Juan. Los cuatro miran al suelo mientras caminan y cuando alguien pasa junto a ellos disimulan no verlo, no alzan la cabeza.
Al llegar a un viejo furgón se detienen, y entonces sí se yerguen y miran hacia todos lados y de un salto se meten a el.
Adentro, solo hay cartones y restos de envolturas de comida chatarra. Envases de leche y jugos, el hedor a humedad se penetra hasta los ojos. Una luz distante de un arbotante ilumina el rostro de Juan Carlos: “Yo venía de Querétaro y veníamos en el tren carguero y cuando apenas nos dimos cuenta, ya teníamos encima a los policías, a unos señores de azul y yo alcancé a saltar y me caí y el policía… él sí salto bien, nos llevó a una casita. Nos encerraron, nos quitaron el pantalón y todo y nos dejaron así desnudos y a una muchacha que venía con nosotros se la llevaron para otro cuarto”.
De acuerdo a organismos independientes de derechos humanos, miles de centroamericanos utilizan tres rutas para irse al norte de “trampas” en los trenes: Piedras Negras, Coahuila, la ruta del Golfo que desemboca en Brownsville y la del Pacífico Mexicano, por donde la mayoría de los que tienen como destino Los íngeles, utiliza. Este último camino pasa por Guadalajara.
Todos tienen que bajar del tren que los trae del Distrito Federal, esperar tres días y subir al de Nogales. Por Guadalajara, transitan más de 10 mil centroamericanos y sudamericanos al año rumbo a los EU. César Martínez vocero de la cancillería de El Salvador, calcula que la deportación anual de centroamericanos es de 33 mil en las entidades del interior del país que se encuentran más al norte de Chiapas.
Juan continúa. “Está en la mera línea del tren, ahí está la casita, ellos tienen un pick up blanco, allí nos acostaron y no dejaron que levantáramos la cabeza, ellos decían que nos iban a regresar, que eran de migración, y cuando me encontraron el dinero, entonces yo les dije que me dejaran algo, pero ellos dijeron que eso iba a quedar para ellos, pa´ sus refrescos, por pasar en territorio mexicano, por no contar con documentos, por ser ilegales”.
En los cuatro años anteriores al 2004, seis mil 519 migrantes centroamericanos fueron deportados desde Guadalajara a sus destinos de origen, asegura el delegado estatal del Instituto Nacional de Migración en Jalisco José Luis Gutiérrez Miranda, quien agregó: “no tenemos ninguna queja de violación a sus derechos humanos, a veces están ahí, en el momento de la detención, visitadores de la Comisión Estatal de los Derechos Humanos, pero no, no hay ninguna queja considerable”.
Por su parte el Director de Quejas y Orientación de la Comisión Estatal de Derechos Humanos en Jalisco (CEDHJ) César Alejandro Orozco Sánchez, confirmó que, efectivamente en esa dependencia no existe ninguna queja de algún organismo independiente y especializado que haya expuesto una iniciativa así.
“Era una casa normal, de láminas y de cartones, no decía nada de seguridad, ni nada, no nos pidieron los nombres, nos dijeron que éramos de la Mara Salvatrucha, finalmente. Cuando ya nos habían robado el dinero, entonces ya nos dejaron, la única que se quedó fue la muchacha y ya no la miramos. Eran hasta unos ocho o 10 policías los que estaban ahí. Si pensamos en quejarnos pero nos dio pena, como somos migrantes no sea que nos agarren y nos regresen”.

La CEDHJ no reporta ninguna queja
El sostenido incremento de la migración por la frontera sur de México ha implicado un aumento de las cifras de atención a indocumentados por parte de los grupos de derechos humanos.
 En los primeros cinco meses del año pasado, los servicios que han requerido los ilegales centroamericanos representan ya 61 por ciento del total de los reportados durante 2003, de acuerdo con cifras del Instituto Nacional de Migración (INM). Pero, la Comisión Estatal de Derechos Humanos en Jalisco (CEDHJ) no reporta, ni oficiosamente, ni por parte de organismos especializados de filiación independiente ninguna queja sobre la  violación de los derechos de los indocumentados centroamericanos que vagan por las vías y colonias aledañas, mientras reúnen comida y dinero para nuevamente emprender su viaje al norte.
“Tenía como 18 años, de buena apariencia, era canchita, o sea cánche, como dicen acá en  México, gí¼era, gí¼erita, era bonita de ojos verdecitos, pero como le digo no puedo decir si abusaron de ella pero me imagino que sí, porque nos sacaron ya de noche  de esa casa y la muchacha no salió, estuvimos esperando a que saliera, pero para evitar problemas mejor nos fuimos”.
El doctor Juan Manuel Sandoval Palacios, coordinador general del Seminario permanente de estudios chicanos y de fronteras (DEAS-INAH) dice que el hecho de que más de un millón de centroamericanos haya huido al “norte” en la década de los 90, es resultado de la política económica, principalmente por el endeudamiento excesivo, y de la política militarista e intervencionista estadunidense.
Cifras del censo de EU indican que para 1979 solo 50 mil salvadoreños indocumentados se encontraban en esa nación, pero para principios de la siguiente década había ya un millón de ellos y centenas de miles de guatemaltecos, nicaragí¼enses, hondureños y panameños.

Mi sueño es llegar hasta Los íngeles
En las inmediaciones de Las Juntas y Las Juntitas, llamado así porque en ese punto  se “juntan” las vías del tren en los suburbios de la mancha urbana tapatía, donde los migrantes chapines no quieren volver, ni siquiera acordarse, las casuchas se forman una tras otra junto a los rieles. Ahí, matan y fríen cerdos en rastros clandestinos.
Muy pocos quieren hablar, los comentarios aislados aseguran que son los vigilantes de los trenes del Ferrocarril Mexicano, los responsables de los abusos a hombres, mujeres y niños migrantes:  “es la guardia de los ferrocarriles, yo no he  visto a otros, a las vías solo entran ellos”, dice doña Elena quien habla mientras pesa enormes trozos de chicharrón en una balanza, “Ay mire, mejor ya no me pregunte, dicen que hacen muchas cosas con los centroamericanos que vienen por aquí, pero yo no los he visto”.
Solo el aullar y ladrar de los perros y el ruido lejano de maniobras ferroviarias sucumbe a las confidencias de Juan Carlos: “donde nos logramos conjuntar fue en ese lugar que le llaman Tonalá en Chiapas, ahí nos juntábamos y nos ayudábamos a comer, cuando paraba el tren nos bajábamos y como podíamos comprábamos algo, así juntos hasta acá. Mi sueño es llegar hasta Los íngeles trabajar y primero Dios, uno o dos años, tan siquiera hacer mi casita y un terrenito para dejarle algo a mis hijos y comprarme mi carrito pa’ ponerlo a trabajar allá, en vender verdura, eso es lo que deja más allá, en Guatemala, la verdura”.

El peso de las remesas centroamericanas
En el Taller sobre migración y desarrollo regional “Centro América 2020”, llevado a cabo el año pasado en San Salvador, se dijo que en el último año las remesas centroamericanas totalizaron mil 672.7 millones de dólares, de los cuales mil 086.6, corresponden a El Salvador que contribuye con el 65 por ciento del total regional, 362.7 a Guatemala, 128.4 a Honduras y 95 millones de dólares a Nicaragua. El peso que representan las remesas en los diferentes agregados económicos de los países, especialmente en el Salvador, son impactantes.  
Otra de sus dimensiones significativas es el choque que tienen en los ingresos familiares y en la superación de la pobreza de esos países, aseguraron los participantes ahí.
De acuerdo al Consejo Nacional de Población (CONAPO), las cifras de migración de América Latina y el Caribe, principalmente a los EU, alcanzaron los 12 millones de personas y demostró un crecimiento de 15 puntos porcentuales entre 1990 y el año 2000.

El estigma de los migrantes
Jorge Durand, investigador del Centro Universitario de Ciencias Sociales y Humanidades de la Universidad de Guadalajara, asegura que ahora los centroamericanos, “están saliendo de manera masiva hacia los EU y esto ha generado un problema muy serio porque en el tránsito no tienen recursos y son perseguidos de manera sistemática por la policía”.
Y apunta, “a esto hay que agregar a la Mara Salvatrucha que es una banda que asalta a migrantes en su camino y los indocumentados llevan escondido forzosamente algo de dinero, esto ha estigmatizado mas a los migrantes de origen centroamericano y su única defensa es mimetizarse y hacerse pasar por mexicano”.
Durand explica que la irrupción de la migración masiva que pretende atravesar México, ha tomado por sorpresa a los organismos, ya sea institucionales o independientes que pudieran tomar en sus manos la defensa de sus derechos. ”Yo creo que cada vez hay más, conozco algunas casas del indocumentado en San Luis Potosí, otras en Puebla, pero que se conocen poco y no son muy difundidas excepto por los Scaladrini, una orden religiosa.
“Por otra parte, este un problema serio para México, porque nuestro país ha recrudecido el combate al tránsito de migrantes indocumentados en ruta hacia los EU, al parecer en una especie de convenio con los norteamericanos, que se derivaría de lo que iba a ser el acuerdo migratorio, pero México es el tapón de la migración centroamericana y está ejerciendo esa labor para los estadunidenses”, finaliza.

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