Soy totalmente Tianguis

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Cualquier día, con apenas 100 pesos, uno puede hacerse de un cambio de ropa completo de “buena marca”. Es cuestión de buscarle, de estar dispuesto a pasar una mañana entre cerros de ropa amontonada, pero también de conocer los trucos.
De 100, 50 30 y hasta 15 pesos, las prendas que uno puede encontrar en los 10 tianguis de ropa de segunda que existen en Guadalajara, no le piden mucho a las que se exhiben esos esqueléticos maniquíes en aparadores de los almacenes.
Hay para todos: de temporada, tallas extras, juveniles, ropa interior, para la playa, para dormir y hasta para una fiesta de etiqueta. Cientos de personas acuden a ellos cada semana en busca de algo barato, pero que impresione a los amigos y la familia.
La de “marca”, es la más solicitada: Abercrombie, Hollister, Gap y Tommy Hillfiger están al alcance de la mano sin tener que ahorrar tres meses de sueldo para comprarlas.
Todo, o casi todo, viene de los outlets o rebajas de las tiendas gringas y hasta europeas. Los dueños de los puestos compran paquetes con ropa que les venden por toneladas en el otro lado. Muy pocas prendas son usadas.
El visitante también puede encontrar zapatos, joyas o perfumes. Lo que uno necesite. Cualquiera puede irse de “shopping”. La moda está al alcance de todos los bolsillos. Un paraíso terrenal en tiempos de aguda crisis económica no sólo para el que compra sino también para los comerciantes.
El tráfico alrededor de la calle de Federalismo y Jesús García indica que es martes de tianguis. Junto a la entrada de la Estación Mezquitán del tren ligero, los usuarios de ese medio de transporte se confunden con los compradores. Es inevitable pasar y no voltear a ver los letreros que ofertan pantalones de mezclilla en 80 pesos o blusas en 50.
Hace unos años las lonas y fierros de los puestos más grandes llegaban a la mitad de la cuadra entre la avenida Maestros y José María Vigil. Hoy, abundan también pequeños espacios que, desparramados en el suelo, extienden el tianguis a casi el doble. Son casi 300 puestos.
Jóvenes y amas de casa ofrecen en esa segunda sección ropa, zapatos, bolsas, revistas y juguetes que sus conocidos o familiares les regalan para que saquen un poco de dinero. Uno que otro aprovecha el espacio para vender películas piratas.
Carlos Estrada es chofer particular. Desde octubre va todos los domingos, llega al baratillo de la calle 38 y pone un pequeño puesto. Vende las chácharas que consigue en la semana: tenis, un gimnasio, un mueble o llantas que le regalan sus compañeros de trabajo. Ese martes decidió probar suerte en el de Mezquitán, porque “se vende bien; la gente siempre viene a gastar a estos tianguis”.
A su lado, Mayra Rivas se cubre del intenso sol con una gorra y una pequeña sombrilla que apenas le alcanza para ella y sus dos hijas sentadas en el suelo. Cada martes y jueves se prepara para una jornada en la que puede sacar hasta 500 pesos.
Trabaja como educadora en un kínder. Trabajar en los tianguis le da la oportunidad de juntar un poco más de dinero, “porque me pagan una miseria”.
“Empezamos vendiendo las ropa que ya no nos gustaba o no le quedaba a las niñas y como vimos que se vendía decidimos quedarnos y vender lo que nos fueran regalando”.
Con dos años de antiguedad en el tianguis de Mezquitán lo ha visto crecer rápidamente. “Aquí viene gente de toda, hasta los que tienen más dinero. Esos eran antes los que te regalaban la ropa, pero ya también se vienen a vender, porque la crisis está dura ya no es tan fácil como antes”.
Cuando uno se adentra en la estrechez de los pasillos del tianguis parecería que el tiempo no transcurre. Entre improvisadas mesas de pacas enormes con ropa arrugada, el comprador puede pasar horas eligiendo algo que sea al gusto y a la medida.
Algunos dueños de tiendas de ropa aprovechan para vender sus productos en ese escaparate en donde es válido tocar y hasta comprar con tarjeta de crédito y a meses sin intereses, como lo ofrece uno de los puestos de la orilla.
Una indígena con dos niños pequeños se acerca a un puesto. El vendedor le ofrece una blusa Old Navy. Ella se niega y le pide algo para niño. Después de esculcar minuciosamente la mesa que él le indica elige unas pequeñas camisetas. Pide una rebaja “porque están manchadas”. Al final la mujer paga 25 pesos por cuatro prendas.
Dos lugares más adelante un joven de lentes oscuros y cabello engomado elige el color de una camisa Hollister. “Esas son más caras, pero sí es original, dice el vendedor. Una mujer de bolso elegante, tacones altos y cabello rubio se acerca. Le da el visto bueno, le mide la prenda y saca el dinero: 150 pesos.
Carmen Hernández, con 40 años de antiguedad, cuenta que en sus inicios el tianguis estaba dedicado a vender ropa usada, joyas y bonetería pero poco a poco fueron llegando más dueños que traían ropa de California, nuevecita y con etiqueta. “Por eso ahora sólo vendemos saldos. Antes llegaba de Los íngeles, ahora la traen desde Laredo, Nueva York, Florida e incluso de Europa que la meten en las pacas revueltas con las americanas”.
Aquí también gana el más fuerte, es decir, el que tenga más recursos para invertir: “Yo vendo lo que mis familiares de allá me mandan. Eso lo han aprovechado los que son mayoristas y pueden ir hasta allá a comprar tienen contratos con las tiendas y les compran por toneladas”.
Entre ganchos y ropa colgada Carmen Rodríguez elige una blusa de tirantes para aguantar el calor de primavera. Cada año aprovecha sus únicas vacaciones para ir al tianguis a surtirse de ropa para sus hijos. En su bolsa negra llevaba nueve prendas para niño y niña. En total gastó 300 pesos.
“Aquí es mucho más barato y las cosas están igual que en las tiendas. Yo compro puro nuevo. Sólo elijo las que tienen etiqueta y que no esté gastada, porque las otras me dan desconfianza”.
Pero Carmen tendría que desconfiar igual. De acuerdo con el presidente de la Cámara de la Industria de Vestido de Jalisco, Sergio López de la Cerda, la ropa de segunda que viene empaquetada es un “foco de infección” al traer en sus tejidos larvas, bacterias y demás infecciones que se concentran, incluso por la humedad. (EL Informador 15/10/09).
Hasta ahora, la Secretaría de Salud federal no cuenta con una norma que regule la venta de ropa usada. Lo cierto es que los tianguis de segunda que se instalan igual en colonias marginadas de la ciudad o en zonas residenciales como Ciudad del Sol, representan una fuerte competencia para el comercio formal, pues los ambulantes están obligados a pagar sólo los 6 o 10 pesos por metro cuadrado que ocupen de espacio.
“Al final terminamos pagando igual o más que uno establecido porque a nosotros nos cobran el derecho de plaza diario aparte que a muchos les rentan el pedazo hasta en 150 pesos el metro”, apunta Fernando Hernández, uno de los comerciantes fundadores del tianguis, hace 45 años.
Se queja de que las administraciones panistas dieron permisos a diestra y siniestra y hasta quitaron lugares a los antiguos compañeros para dárselas a sus amigos o conocidos.
Pocos locatarios como él, acceden a hablar sobre el trabajo que realizan. Observan a la reportera como una intrusa que está investigando quien sabe qué cosa. Y no es para menos, pues en octubre pasado y apenas a principios de marzo de este año, autoridades federales y estatales realizaron operativos en diversos puntos donde se vende ropa de segunda, en busca de productos piratas.
En ellos aseguraron no únicamente ropa sino también perfumes, calzado, medicamentos apócrifos, productos para bajar de pesos, ingresados al país de contrabando, además de cajetillas de cigarros en mal estado (Público-Milenio 6/3/10).
A pesar de ello los mercados de este tipo siguen existiendo. Incluso hay empresas que se anuncian por Internet y ofrecen las pacas de ropa traída directamente de las bodegas de tiendas en Estados Unidos. Otros ofrecen prendas para niños, bebés y adultos desde cinco pesos.
De acuerdo con la Cámara Nacional de la Industria del Vestido, en enero de 2009, la ropa usada proveniente de Estados Unidos incrementó 24 por ciento en comparación con la misma fecha de 2008. (La Jornada Jalisco 18/3/10)
La variedad y el ahorro que representan para miles de familias de la ciudad no son menores. Mientras haya ganas de estrenar y estar a la moda, pero sobre todo poco dinero en los bolsillos, tianguis como el de Mezquitán continuarán siendo parte de la historia y de las costumbres tapatías.

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