Metamorfosis en espiral

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De aquellos terrenos olvidados no queda nada. Hace algunos años, atravesando las saturadas avenidas que conducen al poniente de esta ciudad, aún se vislumbraba aquel sitio de paisaje apagado, con escasos árboles, en donde se erguía una vieja tienda cubierta de láminas (comercio en que trabajadores universitarios adquirían productos básicos). En la actualidad ese panorama ha desaparecido por completo y está enmarcado en primer plano por un majestuoso auditorio que guarda entre sus muros las reverberaciones de múltiples propuestas musicales (inolvidables conciertos como el de Daft Punk o Massive Attack). De esta forma, la metamorfosis en la zona no se detiene.
Así, el paraje (que topa con los linderos de la zona metropolitana) ahora se encuentra en una transformación progresiva y traza una fisonomía distinta, con destellos de modernidad que abren paso a nuevas edificaciones que integran el llamado Centro Cultural Universitario.
En el corazón de este espacio, el tiempo y la concentración son elementos que se conjugan con una buena porción de velocidad. Eso lo conocen a la perfección decenas de trabajadores que arriesgan la vida en las alturas con el fin de concluir una imponente biblioteca que pretende albergar más de tres millones de ejemplares.
Juan de Dios es un maestro de la construcción que se desliza entre andamios y elevadores. Día a día utiliza sus manos y diversos artilugios para dar enérgicos golpes en las paredes de la futura biblioteca. “De vez en cuando el trabajo se pone pesado y da miedo estar arriba, pero… tenemos que comer”, dice con gesto aparentemente resignado. No obstante, el trabajo es interrumpido y las ruidosas máquinas gradualmente enmudecen con los últimos minutos de la tarde.
Con delicadeza, el viento comienza a rozar las hojas de los copales que flanquean la Plaza del Bicentenario, lugar situado frente a la biblioteca y que tiene como propósito estimular la creación artística local a través de música en directo, exposiciones de pintura, escultura y fotografía, además de ofrecer puntos de encuentro para la poesía, presentaciones de cine al aire libre y un área dedicada al comercio, que contará con un amplio estacionamiento subterráneo.
A la apertura de la Plaza del Bicentenario arriban autoridades universitarias, políticos, empresarios, profesionales de la comunicación y público en general, que cruzan una serie de pasajes en forma de caracol o espiral, segmentos que pretenden invocar la representación que otorgaron los aztecas al lenguaje.
Como si fuera una perfecta bailarina, una pequeña, ataviada de gitana, corre, da giros con su cuerpo y ríe en medio del rocío que brota del suelo –efecto que es provocado por diminutos conductos que se distribuyen a lo largo del sitio–. La escena es fragmentada por la presencia de miembros del ejército, soldados que, con rigor, marchan en dirección al estrado que se localiza en la parte central de la plaza.
El retumbar de los tambores sirve como prólogo que deviene en las notas musicales del Himno nacional. Y comienzan los discursos y galanteos entre universitarios y políticos que encabezan el panel de honor. “La Plaza del Bicentenario es un punto de encuentro para las ideas”, advierte con serenidad Mauricio de Font-Réaulx, director general del Centro Cultural Universitario.
Héctor Vielma, presidente municipal de Zapopan, hace oficial la inauguración y señala: “Esta plaza significa un cambio para la faz norte del municipio”. Entre tanto –con singular compulsión– el síndrome de oprimir botones (en su Black Berry) mantiene distraídos a varios de los funcionarios.
Como si fuera un centinela, una cámara robótica sobrevuela la noche y registra los pasos de los inquietos asistentes. La Plaza del Bicentenario enciende sus fuentes y es cubierta por los acordes de la canción “Paloma negra”, interpretada por Lila Downs, melodía que inevitablemente desata cierta dosis de euforia.
A manera de cápsula del tiempo, la plaza es un monumento que intenta perpetuar –y quizá reflexionar– sobre los acontecimientos de dos eras en México. Así, entre pasajes en espiral con evocación histórica, surgen voces y miradas que, sólo por hoy, son testigos de una transformación urbana latente.

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