La importancia de jugar

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Voy a comenzar con una cosa obvia: a los niños les gusta jugar. Digamos que para ellos jugar es el equivalente a trabajar. Lo que no es tan obvio es que la falta de juego, especialmente un juego imaginativo, es crucial para la adaptación social, el enfrentamiento ante el estrés y construir habilidades cognitivas para la solución de problemas.
Hoy las oportunidades que se dan a los niños de jugar, se han reducido. De acuerdo a un estudio realizado en 2005 en la revista Archivos de Pediatría y Medicina Adolescente, de 1981 a 1997, el tiempo que los niños le dedican al juego ha disminuido en un 25 por ciento, ya que los llevan a colegios caros que les absorben tanto tiempo en su estudio, que no les dejan tiempo para jugar. Se les llena con lecciones de música y deportes y pierden con ello la oportunidad de realizar juegos que les permitan ejercer su imaginación y cooperación.

Hay de juegos a juegos
Hay diferentes tipos de juegos. Por un lado están los juegos estructurados, que tienen reglas que deben seguirse, tales como el futbol o las damas chinas; pero por otro, los que carecen de reglas a priori, que son los que requieren más imaginación, pueden realizar nuevas actividades y asumir diversos roles. En este tipo de juegos se incluye jugar a ser doctor o las luchas (sobre todo entre hombres).
Estudios con ratas reportados en 1999 en la revista Behavioural Brain Research, encuentran que las ratas que crecen aisladas en el periodo de su vida en que más juegan (semanas 4 y 5), son menos sociables posteriormente en su vida que las que no son aisladas en ese mismo periodo. O que si crecen aisladas, al llegar a la adultez no huyen cuando se les pone junto a una rata que repetidamente las agrede, de acuerdo a Jennifer L. Arnold, del Departamento de Psicología del Colegio Gettysburg.
También se ha observado, en un estudio publicado en 2003, que cuando las ratas juegan “a las luchitas”, se segrega en su cerebro una proteína conocida como BDNF, la cual promueve el crecimiento de las neuronas, particularmente en las áreas cerebrales involucradas en las reacciones emocionales y el aprendizaje social.
En los humanos se ha observado que los niños que juegan de esta manera, son más adaptados en su vida posterior; en el estudio publicado por High/Scope Educational Research Fundation, en 1997, a la edad de 23 años, más de un tercio de los niños que jugaron bajo las instrucciones de sus maestros, habían sido arrestados por diversos delitos, comparados con los que jugaron de manera libre; también encontraron que al llegar a la adultez, menos de un siete por ciento de estos niños fueron sido suspendidos de su trabajo.

Salud emocional
Las anteriores investigaciones sugieren que jugar es crítico para la salud emocional. La razón puede ser que mediante el juego el niño maneja su ansiedad y estrés.
En 1984, Lynn A. Barnett evaluó los niveles de ansiedad de 74 niños en su primer día de preescolar y los separó entre ansiosos y no ansiosos; a todos los dividió en cuatro grupos, los que jugaron ya solos o en compañía, y a los que se les contó una historia, ya solos o con otros niños. Después de 15 minutos se volvió a evaluar sus niveles de ansiedad y encontraron que los que habían jugado estaban la mitad de ansiosos que los que solo escucharon una historia; pero los que habían jugado solos, estaban menos ansiosos que los que jugaron con otros niños.
La investigación con animales también apoya la idea de que el juego ayuda a manejar el estrés.

Más inteligencia
Los beneficios de jugar no terminan con tener una mejor salud. También hace más inteligentes a los niños. En un estudio clásico realizado en 1973, hecho por Joan Sieber, dividieron a los niños en tres grupos: uno al que se le dejó jugar libremente con objetos comunes (como desarmadores y clips), otro al que se les pidió imitar lo que hacían los adultos con esos objetos (desarmar con el desarmador y juntar hojas con los clips) y un tercero, los que simplemente dibujaron sin fijarse en los objetos.
Después de 10 minutos se pidió a los niños de los tres grupos que dijeran una serie de ideas de cómo los objetos podrían ser utilizados. El primer grupo, al que se le dejó jugar libremente, produjo tres veces más ideas creativas de cómo usar esos objetos de manera no convencional.
Jugar también ayuda a mejorar la capacidad para resolver problemas. Así mismo, parece ayudar al desarrollo del lenguaje.
Jugar, por lo tanto, es para los niños un complemento en su desarrollo; para ellos resulta divertido y negarles esta actividad tan placentera los dificulta ser inquisitivos y creativos.

* Departamento de Neurociencias
Centro Universitario de Ciencias de la Salud.

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