En colectivos se trabaja mejor

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    El camino del artista suele ser difícil, principalmente durante sus primeros pasos en el competido mercado del arte tapatío. Es así como pintores, escultores, fotógrafos, dibujantes, muralistas, arquitectos, videoastas y artífices de arte objeto o conceptual, se han organizado en diferentes colectivos para promocionar sus obras, ayudarse en la creación o exposición de sus piezas o presentar un frente común ante la comunidad.
    Scott Neri, director del colectivo Tomarte, uno de los más representativos de la ciudad, y que desde hace cinco años agrupa a cerca de 140 diferentes autores locales, calcula que existen en nuestra ciudad alrededor de 35 o 40 colectivos, entre los que destacan Mamarantus, Puertas abiertas, Artefactuo, Artetitlán, Arte Los Cabos, Mentes torcidas, Absolute arts.
    Explica que el objetivo principal de crear estas agrupaciones es el de darse a conocer, promocionarse y organizarse para proyectar sus obras con mejor calidad en diferentes galerías de la ciudad y del extranjero.
    “Ha sido bastante gratificante la agrupación a la que pertenezco, porque nos permite interactuar entre otras que están comprometidos e involucrados en lo mismo. Hemos podido hacer amistades, aprender unos de otros y hasta recibir cursos particulares de gente que nos ha dado algunas clases privadas”.
    Las reuniones entre artistas de su grupo y otros son frecuentes, tanto para reuniones informales, como para participaciones conjuntas en algún proyecto o galería.
    “Nunca hemos estado los 140 artistas juntos, pero hay colectivos fuertes de 30, 20 o 15 personas que se reúnen con frecuencia para organizar mejor su trabajo y luchar por mantenerse vigente en el medio”.
    —¿Cuáles serían las ventajas de pertenecer a este grupo?
    —No hay ninguna garantía segura, pero ha habido artistas como Rita Vega, Humberto López Trejo o Carlos Larracilla, que aunque se han incorporado en fechas recientes han podido darse a conocer en corto tiempo.
    —¿Hay algún requisito para ser miembro?
    —Tenemos un consejo artístico que es el que pone los mismos. No se trata de bloquear a las personas, sino de mantener cierta calidad. Buscamos que los nuevos miembros tengan un compromiso serio y ciertas bases técnicas y artísticas. Tenemos gente bastante experimentada, pero la mayoría somos jóvenes menores de 35 años.
    Scott Neri explica que además de la página electrónica que tienen, Tomarte tiene fuerza y prestigio porque imprimen 20 mil postales mensuales, por la que ya suman desde su fundación 300 mil distribuidas en varias partes de la ciudad.

    Puertas abiertas y Mondragón
    Gabriela Tolentino duerme dos horas. Y es que además de pintar tiene que atender las múltiples actividades en los dos grupos que participa: Puertas abiertas, que cuenta con 30 socios, pero ha llegado a reunir a más de 600 en algunos eventos, y Mondragón, que tiene ocho integrantes.
    Puertas abiertas, como asociación civil cumplió dos años. Hay pintores, escultores, fotógrafos y grabadores. Mondragón, integrado por pintores, tiene año y medio de formación. “Si no nos reuniéramos de esta manera, resultaría más difícil sonar de manera individual. La fuerza se adquiere con mucha gente”, señala Tolentino.
    Otra de las ventajas del colectivo es que es más fácil recibir apoyos y ayuda. En caso de montar una exposición, la variedad de temas presentados por un equipo multidisciplinario puede tener más éxito por abarcar diferentes líneas de expresión artística que un solo individuo.
    Explica que suele haber diferencias entre algunos de los miembros del grupo, pero conforme “vas conociendo a la gente la cosa es más tranquila. Ya no hay competencia, sino más apoyo, por lo menos es lo que veo que sucede en Puertas abiertas que nos hemos organizado muy bien, sobre todo cuando se trata de participar en algún festival”.
    Gabriela Tolentino conoce por lo menos 20 colectivos consolidados en la ciudad. “Sucede que muchos estudiantes de artes plásticas suelen asociarse durante la carrera, con más iniciativa que con una buena planeación, pero acaban pronto”.
    “Yo pertenecí a dos colectivos en mi época de estudiante que terminaron por desaparecer. Cuando la gente sale de clases y empiezan a conocer un poco más del medio, es cuando suelen consolidar nuevos proyectos o incorporarse a agrupaciones ya formadas”.
    Cofradía de los muralistas
    La Cofradía de los muralistas es un colectivo de tres miembros que buscan entre sí aprovechar las diferentes capacidades de cada uno para hacer mejor su trabajo. Su mejor cliente es la misma Universidad de Guadalajara, cuyas paredes de diversos centros universitarios han sido pintadas por ellos.
    “Yo me especializo en figura humana y mis compañeros son fondistas y hacen arquitectura. En la cuestión pictórica nos hemos acoplado muy bien, aunque tuvimos un bajón de trabajo que empezó en el 2004, cuando en 2003 y 2002 tuvimos labor durante todo el año. A veces hay que estar como ‘cuchillito de palo’ para no dejar ir al cliente”, explica su director Homero Regla.
    Señala que según reveló un estudio realizado hace un par de años por Fomentarte, en la ciudad había cerca de siete mil pintores, desde los artesanos de barro en Tonalá hasta pintores ya reconocidos, “mientras que muralistas había solo 10 o 15”.
    Explica que cuando el grupo participa con obra de caballete “cada quien se rasca con sus propias uñas. Pero cuando trabajamos en un mural laboramos como un colectivo. Es mejor ocuparse en equipo porque así resolvemos un montón de problemas”.

    Taller al fondo del pasillo
    Octavio Ocaranza es el fundador del colectivo Taller al fondo del pasillo (tAdP), grupo interdisciplinario, fundado en 2003, que cuenta en la actualidad con siete miembros, la mayoría arquitectos, con orientación al diseño, foto digital, música electrónica, foto instalaciones, video y literatura.
    “La idea inicial del grupo fue platicar sobre nuestras experiencias como profesionales en el área de la arquitectura. Como teníamos vínculos con otras expresiones artísticas, empezamos con la idea de hacer un equipo que trabajara en una sola línea con propuestas diferentes”.
    De esta manera dejaron en libertad a que cada quien hiciera su trabajo como mejor le pareciera, según su visión y habilidades, y fue así que combinaron la foto o video instalación, con la poesía y diversos temas arquitectónicos.
    “Las invitaciones que hemos recibido es para participar en diferentes festivales, y sobre todo urbanas. No formamos parte de una escuela artística como las que ya están establecidas ni somos egresados de escuelas ortodoxas de arte, pero muchos de nosotros ya tenemos una obra sólida como autores independientes”.
    Aunque suelen reunirse de manera esporádica, “basta que cualquier de nosotros tenga una idea, para invitar al resto del colectivo para volvernos a ensamblar”.

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