Lamentablemente, al paso de los años el respeto por diversas cosas ha dejado de tener importancia. Debe quedar claro que este comportamiento está siendo adoptado por muchas personas, sin distinción de edad, sexo o nacionalidad.
Trágicamente el respeto a las personas de la tercera edad ha disminuido considerablemente. Como aquellas personas que muchos sólo esperan su muerte para obtener esa “herencia”, la cual tristemente se vuelve más importante que el esfuerzo propio por ganarla.
Se ha desarrollado una tendencia a hacerlas sentir un estorbo, finalizando por convertirlas precisamente en ello, pues ni nuestra atención les prestamos.
No debemos olvidar que estas personas, más que unos padres, amigos o tíos, fueron nuestros guardianes, quienes nos apoyaron cuando teníamos miedo o hambre, quienes no faltaron cuando de nuestras bocas salió un “necesito ayuda”.
Nuestros valores se están perdiendo. Todos somos historia, y como los tratemos a ellos quizá seamos tratados, ya que al pasar del tiempo esto se agrava al no inculcar a las nuevas generaciones el respeto.
Es de suponer este resultado, pues ¿qué hemos de esperar de los jóvenes si el único ejemplo que damos es el no respeto?
Debemos ser más conscientes, más humanos.
