Discutamos México

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Desde el pasado 1 de enero los precios de la gasolina fueron liberalizados al mercado; es decir, se retiró el subsidio que mantenía un precio estandarizado y ahora los mercados internacionales definirán el precio del combustible. Sí, es cierto, el precio internacional del petróleo ha venido subiendo, y la gasolina debe costar más. Así como Alemania o Francia pagan una gasolina cara nosotros también tendremos que pagarla, pero ¿por qué a ellos no les indigna pagar un alto costo en el combustible? La respuesta es sencilla, el gasto que representa para ellos llenar el tanque de su auto oscila entre el 5 y 6 por ciento de su salario (promedio), mientras que, para nosotros, a partir del primer día del año, implica más del 10 por ciento. Todo es caro o barato según el poder adquisitivo de un país y en el caso de México, la gasolina es carísima si partimos de los salarios de miseria que se pagan.

El “gasolinazo” fue la salida fácil para nuestro gobierno, un gobierno obeso y plagado de corrupción que antes de hacer recortes al gasto corriente prefirió pasar la carga a todos los ciudadanos, aumentando la recaudación mediante el IEPS. Digo a todos porque el aumento al combustible no sólo afecta a aquellos que tienen automóvil o a las clases altas, como ha justificado la clase política. El gasolinazo hoy tiene repercusiones en la canasta básica y afecta a los más desprotegidos, a esos que están por debajo de la línea mínima de bienestar. Alcanzaremos máximos de inflación en este difícil 2017.

Vivimos una situación de incertidumbre que nos exige reflexionar sobre el rumbo de nuestro país, el gobierno ha dado un golpe, y fuerte, a la economía popular, mientras que es por demás evidente que no hay un sacrificio equivalente en el gasto público que crece sin parar. Los privilegios de la clase política deben terminar. Los legisladores ya presentaron sus propuestas de “austeridad” que más bien parecen una burla a los mexicanos; son sólo estrategias mediáticas encaminadas a posicionarse como “salvadores” de la economía mexicana. Otra tibieza ante un momento de áspera indignación. Pero está en nosotros, los ciudadanos, exigir que realmente los gobiernos, del color que sean, trabajen con austeridad, que los lujos y excentricidades del poder no se permitan más.

Debemos unirnos, pero no sólo en marchas contra el gasolinazo; como sociedad es indispensable que a partir de esta dura batalla resurjamos. Que la difícil circunstancia por la que atravesamos sea parteaguas de una ciudadanía crítica hacia el gobierno, pero también más sensible hacia los males que aquejan a los desprotegidos. Que sí exijamos más y mejores servicios públicos, pero que también nosotros ejerzamos una ciudadanía ejemplar. Que la debacle en la que Peña Nieto nos metió sea una oportunidad para construir un país que reconozca verdaderamente las demandas sociales.

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