Desigualdad salarial

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Para muchos hogares mexicanos los salarios son la fuente principal de ingresos, porque uno o más de sus integrantes ocupan un puesto de trabajo cuya remuneración reciben periódicamente.

En México se ha fijado el salario mínimo que deben obtener los trabajadores en un monto de 73.04 pesos diarios, lo que nos coloca como uno de los países de América Latina con el menor salario después de Haití, y el más bajo de todos los países miembros de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE). En los últimos meses se ha observado una situación alarmante por la disparidad en las percepciones económicas de los trabajadores, que parece ser una constante derivada de la precarización laboral en el país.

Información del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) y del Centro de Investigación en Economía y Negocios (CIEN) del Tecnológico de Monterrey, han señalado que en el primer trimestre de este año el grupo de trabajadores con ingresos mayores a cinco salarios mínimos continúa decreciendo, ya que tuvieron una variación negativa de 12.5 por ciento; ocurre lo contrario con aquellos que reciben un salario mínimo (alrededor de 2 mil 191 pesos mensuales), ya que este conjunto ha aumentado significativamente, pasando de 6.6 a 7.8 millones de trabajadores en tan solo un año (18.6 por ciento).

Entre ambos rangos la tendencia se mantiene, crecen más los grupos de menor salario, en tanto que decrecen los de mayor remuneración, desafortunadamente, quienes se enfrentan en mayor medida a este escenario de precarización laboral y salarial son los jóvenes que egresan de la educación superior y que no encuentran una alternativa de empleo que les permita una vida digna para ellos y sus familias.

El panorama se recrudece con relación a la brecha salarial entre las mujeres y los hombres, porque los organismos internacionales estiman que en México es de entre 15 y 20 por ciento en promedio, pese a que ambos desempeñan trabajos iguales.

Pero las brechas salariales se presentan no sólo entre géneros, también existen entre los distintos puestos de una misma empresa o institución, donde la persona que más gana supera con mucho al que menos gana, lo que fomenta la desigualdad social. La disminución del poder adquisitivo de los trabajadores con menores percepciones los lleva a una condición de vulnerabilidad, con frecuencia agravada por la carencia de las prestaciones relacionadas con la seguridad social, que deberían ser obligatorias para todas las empresas.

La Constitución, en su Artículo 123 apartado VI, puntualiza que “los salarios mínimos generales deberán ser suficientes para satisfacer las necesidades normales de un jefe de familia, en el orden material, social y cultural, y para proveer a la educación obligatoria de los hijos. Los salarios mínimos profesionales se fijarán considerando, además, las condiciones de las distintas actividades económicas”. La realidad es que esto no ocurre, pues el costo de la canasta básica de bienes y servicios en nuestro país sobrepasa con mucho (seis veces o más) al salario mínimo que recibe un trabajador, ya no digamos lo que se requiere para transporte, salud, educación y recreación de una familia. Por lo anterior, muchas personas ven como mejor opción trabajar en el sector informal; al respecto INEGI y CIEN señalaron que este sector tuvo una alza anual de 1.5 por ciento, para llegar a 29 millones 127 mil 297 trabajadores que no cuentan con un empleo fijo, remunerado y con prestaciones sociales; en cambio, representan un sector de la población que, de todos modos, tiene bajos ingresos.

El INEGI ha señalado que la fuerza laboral activa del país ha tenido un incremento de 8.3 millones de personas desde el año 2005, pero en los últimos años su crecimiento se ha desacelerado notablemente, por lo que será necesario, además de establecer políticas públicas enfocadas a la productividad y la mejora de las condiciones del empleo, el incrementar los salarios para lograr que las familias puedan ascender en la escala de ingresos, mejorar su educación, atender su salud  e incrementar la movilidad social, que en los últimos años se ha mantenido estancada.

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