Deporte y educación mano con mano

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Recién terminadas las Olimpiadas de Río 2016, México volvió a ser un espectador más en la justa deportiva realizada en la costa más emblemática de Brasil. Estas olimpiadas me dejan un sabor bastante agridulce: hay historias tan loables como la de Misael Rodríguez, un boxeador amateur que nos regaló la primer medalla en los juegos y para lograrlo padeció un camino previo en donde tuvo que subirse a botear a los camiones para financiar su viaje a los juegos; y qué decir de Bredni Roque, que ganó el quinto lugar en levantamiento de pesas, y que utilizó un uniforme parchado y sin la bandera de México, porque las autoridades deportivas mexicanas le entregaron indumentaria que no era de su talla.

A pesar de la ineptitud de la Conade, tuvimos dignos representantes.

Ser parte de los atletas que participan en los juegos olímpicos es ya una odisea, y los mexicanos sortearon todas las adversidades de un país desigual, que no encuentra en el deporte una carta de política de movilidad social.

No todos los mexicanos en nuestro país tienen el mismo acceso a los deportes competitivos. Considerar la posibilidad de aumentar el número de atletas efectivos podría darnos una ventana no solamente para atraer a jóvenes a practicar más deporte y de mejor calidad, sino que funcionaría como un espacio donde se abatan otras carencias, como la educación. La universidad tendría que ser ese vehículo en donde el deporte y la educación congenien de manera armoniosa.

La educación, de manera tajante, podría afectar a la probabilidad de que un atleta se convierta en un olímpico de dos maneras. En un primer momento, es posible que el desarrollo de habilidades como la escritura, el cálculo y la exposición a las ideas a través del proceso educativo contribuyan de manera positiva a la ambición de un joven atleta. Posteriormente puede ser que al asistir a la escuela un atleta dotado sea “descubierto” por un entrenador de su entorno más inmediato, que luego puede contribuir al desarrollo de este individuo. Sumado a eso, el deporte podría ser un eje vertebrador de la educación: el deporte no está distanciado de la educación, puesto que ambos tienen un carácter cultural, social y formativo.

Motivos sobran para que el gobierno mexicano se plantee una nueva política deportiva, en que la promoción del deporte, de las actividades físicas, y la importancia del mismo en orden a su incorporación al sistema educativo, sea una expresión identificadora de un estado social que pretende el bienestar de sus ciudadanos.

Potenciar la promoción del deporte de alto rendimiento y el llamado deporte de base o amateur, juega también un importante papel, sobre todo en incrementar la buena salud de los ciudadanos que habitamos este país.

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