Damien Schmitt

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Cuando alguien afirma que “el ritmo es mi vida, para mí todo es ritmo”, cobra más sentido si quien lo hace es Damien Schmitt. Él es un joven baterista francés, considerado de los mejores actualmente en el ranking internacional, capaz de moverse a su gusto ya sea en el hip hop, el metal, el funk, la batucada y, por supuesto, el jazz. Ha estado en Guadalajara —nuevamente— días atrás para ofrecer un par de conciertos de jazz fusion al lado de su amigo Willy Zavala, y aunque para muchos esto haya pasado inadvertido, quienes lo vieron y se apasionan con este género saben que esas dos noches en un ambiente íntimo junto al músico, les ha dejado el regusto de escuchar a un prodigio de la percusión. Un tipo que se desborda detrás del instrumento, gozando como un chiquillo, que juega con destreza alucinante e impulso inacabable.

¿Cómo empezó todo?
Crecí con la música y vino la batería. Con mi padre aprendí casi todo lo que sé. Tocaba en la banda de mis padres, en lugares donde la gente podía bailar, pero tocaba más para mí, y esa fue mi primera conexión con la música.

¿Por qué la batería?
No sé, pienso que es una inspiración del cielo, porque podría haber escogido piano o acordeón porque mi mamá los tocaba. Recuerdo que cuando era pequeño, era muy loco y entonces me pusieron en una batería.

¿Siempre preferiste los tambores?
Sabes, es una oportunidad extraña, ya que ahora me siento baterista como nunca, pero cuando era más joven la pasión se me salió, y empecé a tocar guitarra, bajo y a componer y a producir. Pero ahora sólo quiero practicar la batería, y nada más, es mi amor, mi pasión y mi amor por la batería volvió; finalmente, así es como crecí, y todo lo que está puesto en mi cabeza en el negocio de la música, como productor, compositor, ingeniero de sonido, escritor de canciones son diferentes momentos, y la música es igual.

¿Y la pasión nunca termina?
Sí. Empecé a tocar en una banda muy joven, y un día que estaba en casa, recuerdo bien, iba a tocar y de pronto, toqué sin ganas, no fue divertido, y dije; olvida esto, y en ese día paré, sin embargo volvió y no me preguntes por qué, sólo sentí volver, no sé cómo.

¿Podría volver a suceder?
Claro, es como la vida, nunca estás prevenido, pero cada aprendizaje es hermoso.

¿Es un lenguaje los tambores?
Tal vez, nunca pensé en ello antes, pero ahora que lo preguntas creo que sí, cuando eres baterista no piensas, sólo tocas, y utilizo las emociones. Es como si fuera una parte de mí mismo, si no estoy contento tocaré enojado, y si lo estoy tal vez haga payasadas, tocamos como somos.

Parece como si mostraras gran poder y energía al tocar…
No quiero demostrar nada, sólo comparto lo que soy, y estoy lleno de energía (ríe).

¿Prefieres componer o tocar?
Las dos. Son diferentes. Tocar es el diálogo, no sencillamente tocar, y comparto con los otros músicos; la composición es algo más íntimo, que se pone en un papel, en una banda magnética, y como puede ser muy espontáneo también puede ser muy cerebral.

¿Cómo es el diálogo con el público?
Somos “saltimbanquis”. Nuestra intención es  hacer sentir emociones a la gente, por eso es que acude el público —cualquiera que sea—, lo importante es la interacción con ellos, que ven todo lo que pasa. Yo toco para ellos.

Has pasado por diferentes géneros, ¿te sientes más cómodo en alguno?
No, sólo hay periodos, en estos momentos para mí es la música electrónica, estoy en ella, mi proyecto actual es combinarla con el jazz.

¿En el jazz hay algo que te guste más?
Cada música tiene su propia cultura, y su propio lenguaje, ya sea corporal, de vestimenta, su manera de pensar, quizá sea un cliché, pero así es, es lo que me encanta, con cada estilo el público es diferente y siempre hay algo qué aprender, por eso no tengo preferencia.

¿Podrías definir tu estilo?
Tengo la oportunidad de hacer un poco de todo, pero sobre todo está la música improvisada en general; no hay un estilo en particular.

¿Qué te ha dejado tocar con gente como Jean-Luc Ponty, Alain Caron, Victor Wooten?
Entendí que los más grandes músicos que he encontrado son las personas más humildes, las más generosas, que a veces toman más cuidado de los otros que de ellos mismos; claro, siguen siendo artistas y tienen su ego, pero son personas increíbles, he aprendido mucho del punto de vista humano con ellos.

¿Es necesario el ego para el músico?
Claro que sí, porque una persona tímida no tiene ego, y es necesario para mostrarse desnudo en el escenario todas las noches.

¿El ritmo se puede enseñar o aprender?
Se nace con él, he visto a muchas personas que intentan tocar los tambores y jamás pueden.

¿Es más importante la técnica o el sentimiento?
Las dos. No es como conocer todo el diccionario, pero si no se tiene la técnica no se puede expresar, no se puede decir lo que se tiene en el corazón.

¿Qué significa la música?
También es mi vida, me condujo por todas partes y me ha evitado problemas y si estoy aquí, es por ella.

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