Tomás Segovia militante de la modernidad

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Foto: Adriana González

Sorpresa y gratitud fueron palabras del escritor Tomás Segovia, al recibir el Premio de Literatura Latinoamericana y del Caribe Juan Rulfo 2005, el pasado 26 de noviembre, dentro de las actividades de la FIL.

Con voz afónica, el escritor mexicano de origen español leyó un discurso de casi seis páginas, y en un juego de palabras recalcó su sorpresa ante el reconocimiento otorgado por sus características como escritor y no por sus méritos.

El autor de textos como Personajes mirando una nube, y Otro invierno dijo sentirse reconocido y más de lo que hubiera podido esperar, al considerarse un escritor marginal, pero no marginado.

“No reconocido masivamente, pero ¿quién ha dicho nunca que el reconocimiento sea cosa cuantitativa?”, dijo.

“Mis libros jamás se han vendido ni siquiera medianamente bien. Siempre he publicado en editoriales marginales, y sin embargo mi obra ha acabado por transminar en alguna que otra librería central. El reconocimiento no impide que tenga que seguir recurriendo a editoriales marginales para dar a conocer mis cosas”.

Señaló que siempre se ha esforzado por hacer una poesía interpretable, la cual define estar ubicada en contexto, pero considera una burla y un verdadero chantaje intimidatorio la que hacen los informados al pobre ingenuo que pregunta qué quiere decir una obra de arte o de poesía.

“Yo soy tan militante de la modernidad, que encuentro perfectamente legítimo que un lector me pregunte qué quiere decir un verso mío. No es fácil contestar, por supuesto, y es mucho más cómodo sentenciar que la poesía no se explica”.

Apuntó que alrededor del arte y la poesía se ha creado un sistema, donde las obras valen no por su contenido, sino por su pertenencia a escuelas, ismos, modas, casas de subasta, lista de precios. “Yo sigo buscando un contenido en el arte y la poesía”.
Recalcó que en el arte abstracto, “lo verdaderamente abstracto no es el cuadro, es el sistema especulativo sin el cual no se justifica”.

Ante un auditorio lleno, Tomás Segovia cuestionó si además con el galardón, es reconocida su postura ante su tiempo, medio y modernidad, la cual en una época estuvo tentado a llamar “la otra modernidad”.

“No se trata de pasar de una a otra modernidad como quien pasa del PRI al PAN, de los republicanos a los demócratas, del Pumas al América. Lo mismo puede decirse que hay una sola modernidad o que hay todas las que uno quiera”.

“Pero una persona que piensa como yo, sin duda hay que ponerla también en contexto. Tendría que ser en el contexto de mi vida donde se expliquen, quiero decir, se entiendan mis maneras de pensar”.

En poco más de 20 minutos habló de su orfandad, el exilio, de los desarraigos que ha vivido y de posturas de su tiempo con las cuales no comulga: la fe en las raíces, en las nacionalidades, en la identidad, bondad sin sombras de las comunidades, y en los efectos benéficos de la sociedad de mercado.

El poeta premiado también con el galardón Octavio Paz de Poesía y Ensayo (2000) dijo envidiar la sabiduría de las mujeres, “que me parece, sino originada, por lo menos históricamente alimentada por siglos de marginalidad y discriminación”. Dos conceptos que también conoce de esta sociedad.

En este sentido, hizo referencia a los sucesos de París, y dijo que en este siglo que empieza los arraigados van a tener que contar muchísimo con los desarraigados “es lo que acabamos de comprobar, no sin escalofrío en las barriadas de Francia y otros países europeos”.

“Mi caso no es de ésos, desde luego. En todo caso soy un desarraigado premiado. Cierto que tampoco me he entregado a la violencia y el caos, sino que más bien he estado acumulando méritos”.

“Pero si algún desarraigo, por largamente meritorio y reconocido que haya sido, entra conmigo en este lugar central, ¿no les parece comprensible que a mi gratitud se mezcle alguna sorpresa?, finalizó.

LA ENTREVISTA

Asimilación de un premio en tres actos

Rebeca Ferreiro González

Primer acto: el agobio
“Estoy agobiado. Me cuesta trabajo imaginarme ahora qué voy a hacer. Es que estoy ya hasta en un busto y cuando uno tiene un busto ya está en el mausoleo” fueron las primeras palabras que el ganador del Premio Juan Rulfo regaló a Gaceta Universitaria tras la conferencia “Mil jóvenes charlan con Tomás Segovia”, el pasado 28 de noviembre en la Feria Internacional de Libro.

“Hablando en serio, debo reflexionar esto para digerirlo en muchos sentidos, por un lado como experiencia personal, que es una muy importante, difícil y grave. Por lo menos para mí lo es. No sé cómo serán otros escritores al respecto, pero yo “lo digo de veras, sin frases retóricas» yo que no he nacido para esto de premios, agasajos y celebraciones tengo que meditar mucho.

“Y luego debo digerir el fenómeno mismo, que no lo había visto tan de cerca. Yo que nunca había visto un espectáculo de esta naturaleza debo digerirlo. Y es que me parece una cosa extraña sobre nuestra sociedad actual que haya 200 fotógrafos y 40 micrófonos para cubrir a un escritor que vende 300 ejemplares de sus libros y que además va a seguir vendiendo 300. No lo entiendo.

“Todo mundo dice que ahora que me voy a dar a conocer, voy a vender más… Seguramente venderé unos ejemplares más durante unos meses, pero el año que viene yo otra vez vendo lo mismo: poco.

“Me pregunto qué le pasa a esta sociedad que es capaz de sacar en la televisión para cientos y cientos de espectadores, o en los periódicos que son para miles de lectores, un escritor como yo. Es una paranoia que no la entiendo”.

Segundo acto: los parámetros del premio
Le preguntamos al escritor español mexicano si consideraba que podrían estar cambiando las estructuras de la entrega de premios. Es decir, no se galardona al que más venda sino a quien cumpla con determinados parámetros de calidad:
“Es posible. Ojalá fuera así. A mí me gustaría pensar que el hecho de darle el premio a un escritor como yo signifique en parte eso, pero es que esta entrega sucede en mitad de este mundo de los medios de masas, donde es otro el sentido de las cosas.

“Ahora bien, aunque el premio tenga ese sentido “que puede tenerlo“ de no entregarse a best sellers, entonces todavía más raro es que los medios de difusión se lo tomen tan en serio.

“Por ejemplo, como fenómeno humano yo estoy en el sitio opuesto a Ronaldiño y me sentía Ronaldiño ahí adentro. Salgo de una sala rodeado de fotógrafos y gente que quiere verme. Claro, sucede 15 minutos nada más, pero esos 15 minutos son de paranoia social total. Es un fenómeno extraño. Hay que pensar en él.

Tercer acto: después del agobio
¿Un escritor galardonado por su forma de escribir ¿se verá afectado en su escritura a raíz del premio?
“(Tras una cara de asombro el aludido responde) espero que no, pero me va a costar trabajo. Ese ejercicio espiritual (risas) que tengo que hacer la semana próxima y los meses sucesivos será una cuestión difícil.

“Debo tener cuidado de que lo aquí sucedido no me altere o me cambie la visión del mundo y de mí mismo. Sobre todo que no me la cambie sin darme cuenta, o sea, inventándome que no pasa nada.

“Por eso debo examinarme, para estar seguro de que continúo siendo el mismo. Una persona que ha estado rodeada de 50 fotógrafos ya no es la misma», es como una mujer violada. Yo creo que quizá se puede volver a ser lo que se era, pero no es así de sencillo. No es una cosa de enchílame la otra. Esperemos que vuelva a mi ritmo normal después de todo”.

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