Profesionales entre dos mundos

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Miguel Gómez Pérez es originario de Bapuz, municipio de San Juan, Cancuc, en Chiapas. Miguel tenía que caminar seis horas para llegar a su escuela primaria. Hace cinco años decidió salir de su comunidad para estudiar Derecho.
“Llegamos a México sin saber a dónde ir. Las únicas palabras que sabíamos eran: ‘sí’ y ‘no’. Tras un volado entre Guadalajara y Monterrey, decidimos por la primera. Veníamos con la idea de estudiar, no con la idea de ganar dinero”.
Ya en la ciudad entró en el Centro Profesional Torres Andrade, escuela incorporada a la Universidad de Guadalajara, para estudiar leyes. Sufrió discriminación en los primeros semestres, pero nunca negó su origen indígena. “Nosotros fundamos México, por qué tener vergí¼enza. Fuimos los primeros que fundamos nuestra nación, y ahora nos dicen ‘migrantes indígenas’. Que nos conquistaron es otra cosa. La propia sociedad nos orilla. Los indígenas tienen miedo a la burla, a la discriminación. Nos dicen que no tenemos acceso a la educación. Yo ignoro a los que me señalan”.
En la actualidad trabaja en la Unidad de apoyo a Comunidades Indígenas (UACI), en el proyecto de migrantes en materia de justicia.
Beatriz García fue la primera mujer de su comunidad indígena de Oaxaca en estudiar una carrera universitaria en Guadalajara. En sus años universitarios, cada mañana antes de vestirse con alguna prenda de su región, se colocaba su personalidad mestiza para poder convivir con sus compañeros.
Nunca ha sentido el español, y dice que “para estudiar leía un texto más de tres veces. No sentía el español como el mixteco”. Labora en el Instituto de la Artesanía Jalisciense, en la dirección de vinculación artesanal.
Un caso más es el de Miguel íngel Sandoval, quien pertenece a la comunidad de Santa Bárbara, de Nayarit, de la cultura wixárika. Estudia el sexto semestre de la carrera de derecho, en CUNorte. Motivado por los problemas legales que tuvo su padre, Sandoval decidió estudiar derecho penal, porque la carrera “sirve para defenderme y apoyar a mi gente”.
Son apenas tres casos de los pocos que logran entrar a la universidad. Muchas son las dificultades que enfrentan para ingresar y luego cuando buscan trabajo.

UdeG: trato diferenciado
En 2003, la Universidad de Guadalajara puso en marcha el programa de apoyo académico de estudiantes indígenas, auspiciado por la fundación Ford y la Asociación Nacional de Universidades e Instituciones de Educación Superior (ANUIES), con el fin de auxiliar a los estudiantes indígenas en los trámites administrativos de ingreso y permanencia como alumnos.
El financiamiento que otorga la fundación Ford, para 2009, asciende a 600 mil pesos, recursos que usan para “formar tutorías, difusión y eventos académicos dentro y fuera de su comunidad, pago a los egresados indígenas que se convierten en tutores de los próximos estudiantes de su propia comunidad. El dinero no se utiliza para becas”, asevera César Díaz, de la UACI.
El maestro Diego Huízar Ruvalcaba es docente y funge como tutor de alumnos huicholes, en CUNorte. Relata el desencanto que sufren los alumnos indígenas cuando les toca hacer un trámite administrativo, llenar un formato o informarse de algo. “Control escolar se encarga de remitir a los alumnos al tutor y a través del programa de tutorías les apoyamos. Se les ofrece un curso de inducción con maestros especializados para que puedan afrontar el examen, pero lamentablemente el curso dura una semana y no es fácil decir que se va a nivelar a los estudiantes en este tiempo”.
Enumera el tutor académico otras dificultades, como el aspecto económico, la falta de orientación vocacional y los procesos de integración. “Hay estudiantes que sobreviven con 800 pesos mensuales y otros sufren un desencanto terrible: no saben porqué entraron a esa carrera. La elección incide en que ellos se vayan”.

Tema complicado: las becas
Para el exdiputado federal y presidente de la Comisión de Educación en la LX Legislatura de la Cámara de Diputados, Tonatiuth Bravo Padilla, “la población indígena enfrenta serios rezagos en materia educativa, porque vive en zonas marginadas, alejadas, que hacen difícil llevar educación de calidad que atienda a esa población bilingí¼e. Se avanzó en la producción de libros de texto para 20 y hasta 30 dialectos.
”El otro problema son las pocas becas Pronabes (Programa Nacional de Becas para la Educación Superior) entregadas a esta población. Reconoce que se efectúan muchos esfuerzos, pero falta más”.
Según el maestro Huízar Ruvalcaba, los estudiantes tienen muchas oportunidades de obtener becas, pero lamentablemente muchos no las alcanzan “porque llegan con promedios bajos. Tampoco pueden concursar en dos becas, según la política de becas del estado y de Pronabes, lo que hace que abandonen la educación superior”.
Discriminación positiva
La UACI, busca propiciar un mejor entendimiento de la realidad indígena. El jefe de dicha dependencia universitaria, César Díaz propone que para que los estudiantes no fracasen en su ingreso a la universidad, sea realice un estudio sociocultural que establezca quiénes provienen de una cultura indígena, para identificar su situación de pregrado, su participación y responsabilidad en su propia comunidad. Además de la participación en un curso de un año de nivelación, en el que ellos revaloren su cultura ante la sociedad.
Díaz indica que la UdeG “está a la vanguardia. Es de las pocas universidades del país que destina un presupuesto anual con personal capacitado para este tipo de población. Pero aún quedan temas pendientes: los indígenas para el gobierno “todavía son considerados entidades de interés público y no sujetos de derecho público, como cualquier ciudadano. Ellos podrían decidir qué y dónde estudian, y sus políticas de desarrollo social”.
A Beatriz García se le quiebra la voz cuando solicita un espacio especial para las comunidades indígenas en las universidades, “aunque compitamos entre nosotros”. Refiere que existen muchas desventajas a la hora de entrar y competir. “El nivel académico de Oaxaca es distinto en cada comunidad y eso evidencia la poca inserción en la universidad”.

¿Pérdida cultural?
En cada periodo vacacional, Miguel íngel Sandoval se traslada para participar en las ceremonias coordinadas por sus padres y el consejo de ancianos. “Yo no puedo llegar imponiendo las cosas nada más porque tengo conocimiento alto. Tengo que tomar en cuenta a la gente de mi comunidad”.
Beatriz García relata que cuando volvía a la comunidad escuchaba: “No te juntes con ella, ya se cree mestiza, sabelotodo”. Entonces trataba de convivir más con ellos y buscaba apoyarles y orientarlos en algún problema. “Ellos van a ver que lo que estudié lo puedo aplicar a mi propia cultura”.
El maestro Huízar Ruvalcaba aclara que algunos afirman “sentirse útiles, pues les dan más responsabilidades, los ponen a escribir y hablar delante de su comunidad”. Otros estudiantes dicen que sus amigos ya no le quieren hablar, porque “como está estudiando, se cree mucho”.
Agrega que la gente mayor se opone a que salgan de la comunidad a estudiar, por la pérdida de su identidad. “Ellos se occidentalizan hasta en los nombres. Ya se llaman Jennifer. Las generaciones jóvenes no tienen la idea de conservar la identidad. Ésta se construye y reconstruye”, dice Huízar.
Para Sandoval, lo importante es fomentar y fortalecer dentro de la propia universidad la cultura wixárika. “De cierta forma, cuando estudias, descuidas un poco las raíces, pero sí motivaré a mi hijo a estudiar una licenciatura”.
García comenta que la tercera generación ya no habla el mixteco. “Los propios niños se niegan a aprender, porque sufren discriminación en la escuela cuando los maestros les dicen que ‘no hablen su lengua, porque no están en su rancho’”.
En carne propia sufrió discriminación en la universidad, de la cual conserva pocas amistades. “Cuando llegaba a la escuela, trataba de meterme al ambiente mestizo con mente abierta. Cambiaba de personalidad”.
No obstante, Beatriz es una de las primeras mujeres de su comunidad en salir a estudiar y ahora la ven como ejemplo para las nuevas generaciones.

MIGUEL íNGEL SANDOVAL
Estudiante del sexto semestre de la carreta de derecho, en CUNorte
Desde que estudió la secundaria, tomó la decisión de salir de su comunidad. “Uno piensa que trabajar y estudiar es fácil. Yo salí con 16 años, y no encontraba trabajo, porque no sabía ningún oficio de los que se requieren en la gran ciudad”.
Con un promedio universitario de 92, dice que su principal complicación fue la falta de conocimiento de la tecnología.

BEATRIZ FIORIANA GARCíA CORTÉS
Egresada del ITESO en la licenciatura en informática administrativa
Labora en el Instituto de la Artesanía Jalisciense, en la dirección de vinculación artesanal. A los seis años llegó a Guadalajara. “Salimos de Oaxaca en busca de mejor alimentación y salud. En el campo, cuando te enfermas, la gente se muere. Mi papá decidió quedarse en la ciudad, para que estudiáramos, pero creo que él sólo quería que aprendiéramos a leer y escribir. Por las costumbres, las mujeres no son para estudiar, sino para estar casadas”.

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