Fotografía: Abraham Aréchiga

¿Podemos saber de quién es una pieza artística con solo escucharla, verla o leerla? Bajo este cuestionamiento el Museo de las Artes MUSA reunió a cuatro mujeres para darle vida a las que sí estuvieron, pero no fueron vistas en un panel titulado “Presencias invisibles: la mujer en la historia del arte”.

La encargada de servicios educativos y atención a grupos del MUSA, Florencia Mayagoitia Veloz, abrió el panel explicando que por muchos años el único sitio que existía para estudiar el arte eran las enciclopedias que por mucho reconocían la existencia de un par de creadoras, las cuales tuvieron oportunidades por ser hijas, esposas o privilegiadas.

Pasaron muchos años para lograr recuperar los nombres que se prestaron a pseudónimos y anonimato, muchos probablemente sigan escondidos, pero cada vez son más los colectivos que buscan encontrar a las artistas que marcaron línea en el arte de todos los tiempos.

La directora coral, Wilmia Verrier Quiñones, comenzó su intervención con una dinámica para las y los asistentes: escuchar una melodía y por oído adivinar quién la había compuesto. Una introducción inequívoca para mostrar que la música, como la literatura o la pintura no tiene género ni su propósito es que el receptor priorice esto.

“La música no está exenta de estereotipos, en 1978 investigadores de la Universidad de Columbia preguntaron a los padres qué instrumento les gustaría que aprendieran a tocar sus hijos; la respuesta para los niños fue batería, percusiones, trombón; en cambio, para las niñas era la flauta, piano, violín, instrumentos dulces que perpetúan su feminidad” explicó.

Por fortuna los tiempos han cambiado y existen mujeres que pueden tocar el instrumento que deseen, así como la jazzista sueca Gunhild Carling o las percusionistas cubanas Yissy García y las miembros de Obiní Batá, quienes fueron las primeras en apropiarse de los tres tambores sagrados, los cuales solo podían utilizar los hombres.

Fotografía: Abraham Aréchiga

Verrier Quiñones explicó que, aunque hay un avance notorio, siguen existiendo sectores en los que las mujeres aún no han logrado integrarse: “Hay que incentivar a las mujeres a dedicarse a la dirección coral, la composición o interpretación de todo tipo de instrumentos; es importante generar espacios de conciencia y entender que seamos mujeres u hombres somos talentosos”.

Si bien la música ha tenido un empuje hacia al cambio, la literatura sigue viendo un veto de género multifactorial. Se sabe que muchas escritoras publicaron bajo pseudónimos masculinos y que gran parte de las piezas anónimas han tenido una pluma femenina. La autora, editora y docente, No Hilda, compartió la metáfora de la costura de Irene Vallejo.

“En su libro El infinito en un junco, Irene Vallejo habla de que quizá las primeras escritoras fueron mujeres de la costura porque entramaban, hacían nudos y sacaban hilos de las historias. Es muy bonito pensar que en la metáfora de la escritura puede caber también la costura y todas esas actividades que están relegadas a las mujeres y que precisamente, quizá, por eso, fueron comenzadas por una de ellas”.

Por último, la artista y doctora en ciencias sociales Talien Corona Ojeda, señaló el campo del arte con el grado de mayor invisibilidad y silencio para las mujeres a lo largo de la historia: la pintura. Con una presentación en la que habló de artistas como Ende, una monja que logró tener presencia en el siglo X en la península Ibérica; Sofonisba Anguissola, hija de un pintor y quien obtuvo fama gracias a que Miguel Ángel reconoció la calidad de sus piezas; Livinia Fontana, pintora oficial de la corte del Papa Clemente VIII; Clara Peeters creadora de los bodegones y la naturaleza muerta y muchas mujeres más que no han tenido la mención que se merece a lo largo de la historia.

Corona Ojeda destacó que difícilmente podríamos nombrar la misma cantidad de mujeres y hombres jaliscienses que se dedicaran a la pintura o fueran promotoras de ésta; esto simplemente porque hay un veto histórico de la mujer en el arte que debe ser modificado para que el género deje de ser tan relevante y se vea más el talento de mujeres y personas LGBTTTIQ+.

La exhortación puesta sobre la mesa fue descubrir y reconocer a las mujeres que podríamos estar leyendo, escuchando y observando; acciones como ir a exposiciones de autoras, ver películas de directoras, encontrar las plumas femeninas, y a su vez entender quiénes son y de dónde vienen ayuda a que lo invisible se vuelva visible, porque se habla.

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