El viaje de Dante

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El intenso viaje de Dante para lograr el encuentro con Beatriz, en la Divina Comedia, ocurre en un tiempo preciso y (casi) verificable.

De acuerdo a Borges —en un ensayo magnífico—, posterior a “la mañana del trece del mes de abril del año 1300, en el día penúltimo de su viaje, Dante, cumplidos sus trabajos entra al Paraíso terrenal, que florece en la cumbre del Purgatorio”, y luego de superar “los círculos del Infierno y las terrazas del Purgatorio, ve por fin a Beatriz”. Pero da la casualidad que muy pocos lectores, incluyendo a Arreola, que alguna vez lo confesó en una entrevista, han logrado continuar su ascenso hacia el tercer libro de este alto poema universal.

Argumentos de más o de menos, Arreola resumió que no pudo seguir hasta el final ya que después de los primeros libros lo que ocurre en el Purgatorio, “se torna teológico”.

Ese encuentro de Beatriz y Dante —nos recuerda Borges citando la conjetura de Frédéric Ozanam— “la escena  (ciertamente una de las más asombrosas que la literatura ha alcanzado) es el núcleo primitivo de la Comedia”.

Dante Alighieri —todos lo saben— nació en Florencia, en 1265, el 29 de mayo de hace setecientos cincuenta años. Su obra mayor es la Divina Comedia, pero le antecede un libro de breves poemas Vita nuova que escribiera después de la muerte de su amada Beatriz y un libro poco asequible en español De vulgari eloquentia, que le ha otorgado el mote de padre de la lengua italiana, ya que es un tratado sobre el habla popular, pero escrito en latín.

De su obra cumbre, a lo largo de los siglos, se han hecho excelentes traducciones; las que yo prefiero son dos: la de Cayetano Rosell (con notas de Narciso Bruzzi Costas), que realizara en prosa y editara, ya hace mucho, la célebre editorial Grolier; y la puntual y rigurosa edición bilingüe en tres tomos —en impecables versos medidos que hacen espejo con el texto en italiano de Dante— que realizara Ángel Crespo para Seix Barral.

Un loco viaje de amor
El tema del viaje en la literatura lo inauguró el griego Homero con su Odisea —quizá deba decir que casi todos los temas de la literatura están en este libro—; y Dante no hace sino seguir ese trayecto homérico, pero ofreciendo datos históricos y dando nombres reales de su época. Quienes arden en los nueve círculos del Infierno tienen una fijeza en la historia y los historiadores han logrado dar con ellos en los libros. Es, entonces, la Divina Comedia un misterioso y perturbador viaje que Dante realiza y narra casi de manera “realista”, pues sus personajes alguna vez estuvieron vivos y caminaron por este mundo. “La objetividad del poeta no puede ser mayor: amaba a Brunetto Latini y sigue amando su recuerdo, pero no por ello deja de ‘meterle’ en el infierno y de proporcionar, de paso, a la posteridad la única noticia hasta ahora conocida en relación a su pecado”, como advierte Crespo.

Dante canta, narra e implica, en sus cantos, a la historia, la literatura y la política —entre muchos temas más. Es, pues, una epopeya, es un viaje infernal donde conviven vivos y muertos en un mismo sitio. Pero también —hay que decirlo— es un poema de amor. Es un enormísimo homenaje a su Beatriz.

Posiblemente la Comedia de Dante, como dice Ozanam, es un pretexto poético para hablar de su amada, y el viaje no sea hacia ese Paraíso del tercer libro, sino hacia la vida real y en memoria de ese primero de mayo de 1274, cuando el pequeño futuro poeta vio por vez primera a Beatriz en una fiesta a la que fue invitado.

“Tal vez la exactitud con la que se registró aquella fiesta —recuerda puntual Roberto Mares en Dante— pareciera un dato trivial, pero no es así pues ese día ocurrió un hecho que marcó para siempre la vida de un hombre que a su vez marcaría la historia, pues en esa ocasión el niño Dante vio a una niña de nueve años a quien llamaban Bice, apreciativo de Beatrice (Beatriz)”.

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