Fotos: Cortesía

Su gusto por el atletismo, en especial por las pruebas de velocidad, lo trae en las venas desde los 12 años, cuando en sexto de primaria nació su interés por este deporte.

Se trata de Antwon Ezau Ochoa Cruz, estudiante del tercer semestre de la licenciatura en Tecnologías Biomédicas del Centro Universitario de Guadalajara (CUGDL), quien recuerda cómo a partir de unas pruebas realizadas por un maestro de primaria descubrió su habilidad para correr. Desde entonces, el atletismo forma parte de su rutina diaria, lo que implica disciplina y compromiso.

El atletismo es para gente muy comprometida. Muchos dicen que es solamente correr, y no. Cuando entiendes el trasfondo de todo lo que implica correr, te das cuenta de que tienes que ser una persona muy disciplinada. Quienes conocen de esto saben lo que significa incluso bajar una décima de segundo a tu tiempo”, explica.

A lo largo de su trayectoria deportiva ha tenido la oportunidad de participar en los Juegos Nacionales de la CONADE, donde en 2023, en Tabasco, obtuvo una medalla de oro en la prueba de relevos 4 × 400 mixto y el tercer lugar en 200 metros planos.

En 2024, en esa misma competencia con sede en Guadalajara, volvió a ganar la medalla de oro en el 4 × 400 mixto, rompiendo el récord mexicano junto con su equipo.

“En mi última participación, este año en los Juegos Nacionales en Tlaxcala, quedamos en quinto lugar en los relevos 4 × 400 varonil. A largo plazo, la siguiente competencia será el nacional del próximo año y el nacional de primera fuerza; a corto plazo, en diciembre, la Copa Invernal que se realiza aquí en Jalisco”.

Además, buscará ser parte de la selección que represente a la Universidad de Guadalajara en los Campeonatos Nacionales de la Asociación Nacional de Universidades e Instituciones de Educación Superior (ANUIES).

De todas las pruebas, la que más disfruta son los 200 metros planos, ya que le permiten dar todo de sí: ser explosivo y resistente al mismo tiempo en una sola distancia.

La vida académica

Ser atleta y, además, llevar una vida académica ha representado para el universitario un esfuerzo extra, con días que inician muy temprano y culminan a las 9 o 10 de la noche, cuando regresa a casa.

“Por la universidad, mi día arranca a las cinco de la mañana, ya que me lleva hora y media trasladarme a clases, que son de 7 de la mañana a una de la tarde. Tengo que llevar mi comida ya preparada, porque saliendo de la universidad me traslado al entrenamiento y también llevo algo para comer después. Es pesado tener un ritmo así, pero como lo he llevado desde muy joven, ya me acostumbré a este estilo de vida”.

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